Bipolaridad total. Así se lo podría rotular al 2014 de Racing. En el Torneo Final terminó decimoctavo, cuando venía de terminar decimonoveno en el Inicial 2013. No podía cerrar el año de igual o peor manera. Bueno, Racing culminó el 2014 como campeón del fútbol argentino. Cosas (?).

La Academia venía transitando un camino sinuoso hacia el vacío bajo el mando de Luis Zubeldía. El ciclo del actual entrenador de la Liga de Quito terminó estrepitosa y calamitosamente, dejando un plantel pésimamente armado y seriamente cuestionado, y al cual la dirigencia decidió poner bajo la tutela de Carlos Ischia. El ciclo del ex ayudante de Carlos Bianchi fue brevísimo & chotísimo, aunque supo dar lugar al descalabro dirigencial que terminó con las desprolijas salidas de Molina y Cogorno, que dejaron en el trono a quien era vicepresidente segundo por aquel entonces: Víctor Blanco. La primera decisión del actual mandamás de Racing fue contratar a Reinaldo Carlos Merlo, que venía de dejar de garpe mal a Aldosivi (!), en lo que fue una clara medida para atajarse apagar un poco el incendio y calmar a la hinchada. Maniobra muy similar a la que se mandó Fernando De Tomaso, dejando ir a un Simeone que, al poco tiempo, sacaba campeón a Estudiantes, mientras Mostaza abandonaba el Cilindro casi en helicópetro (?).

Mostaza logró hacer repuntar un poco al equipo y sacó algunos puntos que daban algo de esperanzas de cara al Torneo Final, primer campeonato de este año 2014. Racing arrancó ganándole 3 a 0 a Colón y la gente se pegó una cebada importante (?). Las derrotas con San Lorenzo, Tigre y Arsenal pulverizaron cualquier tipo de ilusión y fue la entrada al plato principal que se venía: caca a la mostaza (?). El equipo salió con todo a reivindicarse ante su gente contra un pobrísimo All Boys: lo ganaba 1 a 0 y se lo terminaron empatando sobre el final. Se volvieron a encadenar una serie de derrotas (Lanús, Boca y Newell’s) y Merlo volvía a quedar en jaque, pero su equipo le ganaba a Belgrano 2 a 0 y dejaba en claro que los jugadores podían darle respuestas (o estirar la agonía, según se prefiera). Luego, a los tumbos, se consiguieron empates ante Rafaela y Estudiantes, para, acto seguido, conseguir un triunfo bien de pedo ante Vélez como visitante con #ElTacoDeAued (?). La rachita se acabó con un empate ante Olimpo y derrota ante Gimnasia (ambos como local). Se esbozó una recuperación con un triunfo ante Argentinos, gracias a una insolencia de De Paul, cuando desde el banco se firmaba con sangre el empate. Se volvió a perder en casa, esta vez ante Quilmes, para luego volver a caer en aquel increíble partido ante River, en el que se perdió 3 a 2 y en el que Chichizola le atajó un penal a Saja en las postrimerías del match, casi asegurando el campeonato para los de Ramón Díaz. Tras aquella caída en Núñez, de Merlo sólo quedó la estatua. Mostaza volvió a irse por la puerta de atrás y el equipo volvía a quedar a cargo de Fabio Radaelli, en nuevo interinato. Ese campeonato no se cerró muy bien que digamos: empate 0 a 0 en el Cilindro ante Rosario Central, más derrota en Mendoza ante Godoy Cruz para coronar con un más que digno (?) decimoctavo puesto.

Blanco y la directiva remanente debían encontrar una solución a semejante crisis. O sea: hallar una aguja en un everbanegal (?). Porque se venían las elecciones y el padre de cuatro tremendos gomones (?) ya le estaba tomando el gustito al trono. Y fue así que decidió pegar un giro de 360º, más otro giro de 180º en sentido contrario (?). Primero, debía encontrar el reemplazo de Merlo. El designado fue Diego Cocca, que venía de ascender a Defensa y Justicia a la primera división. Es decir, se dejaban de lado las anticuadas mañas de Mostaza y se hacía borrón y cuenta nueva con un entrenador joven, con un libreto completamente diferente, aunque con no muchos lauros. Su palmarés (?) constaba de un buen paso por la Comisión de Actividades Infantiles, en el ascenso; llegada a primera con Godoy Cruz, donde vuelve a dejar una imagen decente; luego recaló en Gimnasia, donde no le fue muy bien (ni a él ni al club); debutó en México con el Santos Laguna, donde su mayor logro es haberse convertido en el DT con el peor arranque en su historia, con 6 caídas en fila; volvió a la Argentina para dirigir a Huracán en el ascenso, a fines de resucitar algo del fútbol que había llevado Cappa en su momento al club de Parque Patricios: nada de eso pasó y terminó siendo despedido; es ahí cuando termina cayendo en Varela, donde logra el ascenso con Defensa y Justicia, que iba a jugar en primera por primera (valga la redundancia, si es que la hay) vez en su historia. Entonces: Cocca llegaba a Racing con un ascenso y un libreto menottista/cappista escrito con un poco de humo.

A instancias o no del nuevo DT, muchos jugadores emprendieron el éxodo: no se renovaron los préstamos de Valentín Viola, que se fue a hacer dupla de ataque a Turquía con Funes Mori, ni de Luis Roberto Carlos Ibáñez, se lo dejó libre a un referente como Fernando Ortiz, se procedió a desintoxicar de falopa sacándose de encima a tipos como Ismael Quilez, Matías Cahais, el delincuente de Claudio Corvalán y Leonardo Migliónico, y se vendió a lo mejor del club: Rodrigo De Paul se fue a Valencia, Bruno Zuculini ya estaba vendido al Manchester City y Luciano Vietto terminó en el Villarreal. Por estos últimos entró un buen dinero al club, aunque, teniendo en cuenta la edad de estos jugadores y el potencial de los mismos, se podría haber vendido por más (histórica costumbre la de Racing, la de regalar jugadores).

¿Quiénes llegaron? Ya estaba pactado el retorno de Diego Milito, quien había quedado libre de Inter y que ya se sabía que iba a volver al club. Iván Pillud, Martín Pérez Guedes y Ricardo Centurión volvieron de sus respectivos préstamos. Después, solicitados por el entrenador, arribaron Leandro Grimi, Facundo Castillón y Nicolás Sánchez (los tres de Godoy Cruz), Ezequiel Videla (de la Universidad de Chile, y venía de jugar a préstamo en Colón), Gastón Díaz (de Gimnasia), Luciano Lollo (de Belgrano), Marcos Acuña (de Ferro), Germán Voboril (de San Lorenzo) y Nelson Acevedo, a quien Cocca tuvo en Defensa y Justicia, y por quien Racing pagó 11.000.000 de pesos, parecido a lo que quería pagar River por Pratto (!). Pero ninguno de estos pases (ni siquiera el de los once palos) generó el revuelo que provocó la llegada de Gustavo Bou. El ex River, que supo mostrar su potencial en el Nacional B para el último ascenso a primera de Olimpo, no tenía muchos más pergaminos que esos: no supo sostenerse en el club de Núñez, no le fue muy bien en Ecuador (de Bahía Blanca saltó a la Liga de Quito) y venía de un mal paso por Gimnasia. Se protestó mucho, ya que su llegada obstruía el progreso de varios juveniles del club (Di Nenno, Castro, Roger Martínez). Además, llegaba con el aval del Señor Bragarnik, representante de Cocca, y de algunos de los jugadores que el técnico hizo llegar al club. La indignación de una parte del periodismo y de la hinchada racinguista era total. Podía desconfiarse o no de la calidad de Bou, pero la mayoría coincidía en que era una movida innecesaria, es decir, tranquilamente podría no haber venido.

La cuestión es que Racing arrancó bien, debutando con un triunfo ajustado ante San Martín de San Juan, por Copa Argentina, y ganándole a Defensa y Justicia y al flamante campeón de América, San Lorenzo, ambos por el Transición. Cocca leía y releía su libreto, trataba de llevarlo a la práctica, pero, la verdad, era un tanto complicado, ya que el equipo era totalmente nuevo: Racing ganó sus primeros tres partidos, pero, salvo algún pasaje del partido ante Defensa y Justicia, no mostró mucho «tiki-tiki». La inapelable goleada sufrida ante Tigre fue el primer aviso para Cocca: tenía que empezar a pensarse mejor la posibilidad de cambiar. Lo primero que hizo fue sacar a Sánchez para ponerlo a Cabral. Claro que no se notó demasiada mejora: Racing le ganó con lo justo a Arsenal y, así, fue a cancha de Independiente, donde empezó ganando con claridad. Pero vistes como es Racing (?). Dos jugadas dudosas: dos goles del Rojo. Dos codazos claros de Tula: cero rojas. Para colmo, Diego Milito, quien había marcado el gol, se lesionó y el equipo perdió toda referencia y no pudo vulnerar a un conjunto que no sabía cómo encabezar una contra. Y Cocca, que había declarado cual verde en la previa, debía pensar en más cambios. Se ve que, al ya estar jugado, quiso ir al muere con la suya y no cambió demasiado. Así le fue: derrota con Lanús por el Transición y eliminación de la Copa Argentina a manos de Argentinos, con el bonus (?) de la derrota parcial ante Boca. Los cuestionamientos empezaban a recaer sobre la humanidad del DT (a la pasada, encima, la ligaban Bragarnik y Bou, quien casi no había jugado aún, porque no había llegado en forma).

Así fue que Cocca y sus jugadores salieron a jugarse el todo por el todo ante Newell’s, en el Cilindro. Y si bien la cosa arrancó mal parida (gol de Scocco a poco de empezado el encuentro), el equipo demostró que no le chupaba un huevo esto de estar en la mala. Gustavo Bou marcaba rápidamente y empezaba a juntar crédito. El partido terminó igualado, pero La Academia fue superior y conformó a su gente. Y así como se jugó ante la Lepra, se fue a jugar el mini partido ante Boca, con el equipo ya casi conformado: seguía Cabral en defensa, salía el decepcionante Acevedo para que ingrese Aued, se consolidaba Acuña en el medio, volvía Milito y Bou empezaba a cerrar ojetes al marcar los dos goles con los que Racing lo dio vuelta en La Bombonera, para declararse un equipo con vida. Tal envión se cristalizó en Córdoba, donde los de Avellaneda golearon a Belgrano, luego de empezar (otra vez) perdiendo. Después, un resfalón (?) ante Rafaela: Racing peloteó a su rival como nunca y perdió como siempre. La gente en el Cilindro, de todas formas, aplaudió al equipo, dejando en claro que ésa era la actitud que querían ver en la cancha. Y jugadores y cuerpo técnico retribuyeron con una goleada en La Plata a Estudiantes y un triunfo en casa ante Vélez.

Si bien River cedía en el ámbito local a medida que progresaba en el ámbito internacional, La Academia ya estaba jugada: el empate en Bahía Blanca ante Olimpo obligó al plantel a jurarse ganar todo lo que quedaba. A partir de ahí, a Racing no le hicieron más goles y ganó todo lo que le quedaba: agónico triunfo ante Gimnasia, en La Plata; sufrida victoria ante Banfield, en Avellaneda; más un nuevo triunfo sobre el final y como visitante, esta vez ante Quilmes. Cabral y Lollo ya eran la dupla central del torneo, Saja se hacía cada vez más grande en el arco, Hauche estaba en su mejor momento desde que llegó a Racing, Milito era más capitán que nunca, Bou era la gran revelación del torneo, Videla dejaba florecer más pulmones en su pecho. El equipo de Cocca no sólo seguía manteniéndose efectivo arriba, sino que, también, se solidificaba en el fondo.

Los de Avellaneda llegaban embaladísimos a EL partido. Recibían a River, que estaba más preocupado por Boca en la Sudamericana, con la posibilidad de arrebatarle la punta y quedar a tiro del campeonato a tan sólo dos fechas del final. Con más carácter que fútbol, Racing derrotaba al conjunto de Gallardo y quedaba más y mejor encaramado que todos. Se aguantó la presión que le ejercía un imponente marco y sorteó la potencial parálisis que es capaz de generar la certeza de estar ante una de las pocas posibilidades que no podés desaprovechar en tu vida. Un gol feo, sucio, horrible bastó para imponerse a un equipo alternativo (por no decir verde) de River. Luego, el 3 a 0 ante Rosario Central lo dejó a un pasito del tan esquivo título. Las atajadas de Saja, la fiereza de los centrales, el alma de Videla, la categoría de Milito, la prestancia del resto de los muchachos en aquel partido dejaron en claro que Racing iba a ser el nuevo campeón del fútbol argentino.

El gran momento, el partido final ante Godoy Cruz, tuvo que esperar. River jugaba la final de la Sudamericana y, en todo su derecho, pide posponer una semana más la definición. Largas filas para conseguir una entrada, días interminables que no podían contener a una avasallante ansiedad, que, encima, no podían mitigarse con las elecciones que se venían y se definían horas antes del último match. Víctor Blanco salió reelecto sin querer (?), superando a muchachos como Cúneo Libarona y Daniel Lalín, que sacó menos votos que cantidad de avales presentados -no se votaron ni a ellos mismos los hijos de puta (!)-. Pero, en ese momento, eso de las elecciones, era lo que menos importaba. Mucho menos importó la victoria de River ante Quilmes, ya que Racing, con un gol de Ricardo Centurión, le ganó al Tomba y, sufriendo un poco (para variar), se coronó campeón del Torneo de Transición 2014. El último torneo corto, predecesor del torneo más largo.

Casi tal cual a como lo dicta la canción, Racing se consagraba como candidato todos los años. Pero siempre quedaba muy lejos de consagrarse como campeón. Su gente, para no perder la costumbre, había renovado su ilusión. Otra vez parecía disiparse en un abrir y cerrar de ojos. Pero, evidentemente, este era el año. Porque andá a saber si Bou va a seguir así. Porque Hauche dejó de ser un autito chocador para convertirse en un buen delantero. Porque Cocca puede declarar 100.000 veces más como declaró, que nunca más le va a salir esta que le salió. Porque parecía que en la zaga central los teníamos a Vierchowood y a Bergomi. Porque Milito volvió. Porque Videla nos hacía acordar a Bastía. Porque Saja no podía irse sin ser campeón con el club. Porque Racing estaba con el culo que nunca tuvo: empezaba perdiendo y lo daba vuelta, empezaba ganando y no se lo empataban/ganaban sobre el final. La historia era muy diferente.

Pero nadie puede quedarse en los laureles. A partir de aquí hay que empezar a construir. Los directivos deben mantener una homogeneidad. Tendrán que traer jugadores de nivel, para aumentar la competencia y mantener motivados a sus jugadores. Los máximos referentes, Saja y Milito, tendrán que empezar a fijar el horizonte en la próxima Libertadores. Cocca, con el inmenso crédito logrado por el título obtenido en su primera campaña como DT de Racing, tiene el inmejorable panorama como para empezar a trabajar sobre su idea y encontrar el equilibrio a un equipo, a un club que tiende a desestabilizarse con la más mínima brisa. Por las dudas, repito: no te me quedes en los laureles, Racing.

Salud, campeón.