Un breve repaso por un gran año de River Plate. 2014 fue un año de vueltas en Nuñez, vueltas a los títulos locales e internacionales, vuelta del buen juego y vueltas olímpicas.

River Plate había terminado mal 2013, año que había arrancado con un subcampeonato pero que en el segundo semestre había dado una temprana eliminación en la Copa Sudamericana y un muy pobre 17° puesto en el torneo Inicial. No obstante las elecciones del club habían dejado un clima de, al menos, cierta esperanza para el 2014 que estaba por arrancar. Rodolfo D´Onofrio había ganado con claridad en las urnas y la presidencia de Daniel Passarella se terminaba. River no era Aruba como algunos medios pretendieron con inusitada rapidez pero al menos había algo de crédito para la nueva dirigencia tras 12 años malisimos con Aguilar e Israel primero y DAP después.

En el banco seguía estando Ramón Díaz, el técnico más ganador del club, que sin embargo comenzaba una lucha a veces silenciosa y otras veces no tanto con una comisión directiva a la que sólo unía la desconfianza y el recelo mutuo que se mostraban. A nivel incorporaciones no llegó mucho al Millonario, apenas Fernando Cavenaghi, símbolo de épocas buenas y otras no tanto, en un regreso que aseguraba más desde lo emotivo que desde lo futbolístico, y Bruno Urribarri, en una de esas transacciones que en todos los clubes generan cierto desconcierto pero que si no son mediante el pago de una millonada tampoco generan mayores polémicas.

Ramón sabía que se jugaba una partida clave que podía ser la última en su exitosa carrera en el CARP. No sólo la dirigencia no se mostraba como especialmente ramonista, sino que la mala campaña en el torneo anterior había recortado el margen de error del riojano, que, a su vez, se recostaba cada vez más en su hijo y ayudante de campo, Emiliano.

El verano, con sus torneos que no importan pero que hacen arrancar el año con aire o con la soga al cuello según como hayan sido los resultados, vino con buenos augurios. Tres clásicos contra Boca, con dos triunfos y un empate. Suficiente para arrancar el torneo con tranquilidad.

El inicio del Final (!) fue a plena irregularidad, triunfo ante Gimnasia como local, empate con Central en Rosario y derrota en el Monumental con Godoy Cruz, al que siguió una nueva caída contra Colón en Santa Fe. River decididamente había arrancado mal, pero esa derrota ante el posteriormente descendido sabalero fue el comienzo de la levantada, que no estuvo exenta de nuevas caídas. En la quinta fecha River le ganó al vigente campeón de ese momento, San Lorenzo, con gol de Teófilo Gutierrez y dio inicio a una larga racha de victorias seguidas como local. De visitante la cosa no iba tan bien, y en la fecha 8 el equipo de Ramón volvía a perder fuera de casa ante otro equipo que descendería en junio, All Boys.

Se venían tres partidos claves, Lanús, Boca y Newell´s, dos en Nuñez, el clásico en La Boca. River ganó los tres. 2 a 0 al Grana que fue uno de los grandes rivales en todo el año, 1 a 0 a la Lepra y 2 a 1 ante Boca en una Bombonera atónita que vio los goles de Manuel Lanzini -que ya había marcado en esa cancha- y Ramiro Funes Mori a quien un cabezazo certero y un gol inolvidable tras un corner que no fue le cambió la cabeza y la carrera. El defensor, que jugó porque Vangioni estaba suspendido y con cierto dirigente de Boca moviendo cielo y tierra para que no juegue LV21 (?), con una sola jugada dejó de ser el otro Funes Mori, el hermano del muerto de Rogelio, para pasar a ser Ramiro.

El post clásico fue con derrota ante Belgrano, en Córdoba. Sería la última de esa campaña y de mucho tiempo. Triunfo clave y tranquilo en el Monumental ante Rafaela con goles de Carbonero y Teo Gutiérrez que cada vez eran más importantes y empate importantísimo en La Plata ante un Estudiantes que llegaba puntero y que podía definir el torneo con una victoria, con penal atajado por Chichizola y pelea pública de presidente y técnico con D´Onofrio reprochando en los medios a minutos de jugarse el partido a Ramón Díaz por haber dedicado el triunfo ante Rafaela a los borrachos del tablón, cuando quiso decir la popular (?).

A falta de cinco fechas el River de Ramón era uno de los que peleaba el título, junto a Gimnasia y Estudiantes. Algún otro equipo terminaría arrimándose pero esos tres eran los que peleaban. Y en ese momento de definiciones el que no falló fue el equipo del Pelado, que seguía con rendimiento perfecto de local y que había comenzado a por lo menos sacar puntos afuera.

La fecha 17 dio tal vez el partido más emotivo de ese campeonato. River había perdido momentáneamente la punta tras igualar con Olimpo en Bahía Blanca y Gimnasia le había dado la chance de volver a liderar. Racing visitaba el Monumental y más allá del 1 a 1 parcial que habia establecido Villar el local había dominado el partido de cabo a rabo (?), por lo que el 3 a 1 parcial a poco de que termine el encuentro lucía lógico y justo. Pero una distracción defensiva -en una defensa que fue el punto fuerte de ese semestre- habia permitido el descuento de la Academia. En tiempo adicionado un centro insulso, Ariel Rojas pensó que alguien entraba detrás suyo, o fue poseído por un ente incorpóreo, o algo (?), y metió la mano. Penal, infantil, rídiculo, innecesario, pero penal claro y cobrado. Fue Saja a patear, el reloj ya marcaba más de 90 y no sólo el partido sino también el campeonato podía escaparse. El arquero de Racing pateó fuerte y a la izquierda de un Chichizola que voló y, como en una de Hollywood, cumplió con el mandato del suplente, del jugador improbable, que en un instante se transforma en héroe. Atajó Chichizola, algún relator dijo que las bolas iban a empatar (?) y se terminaron el partido y el torneo.

Una nueva victoria en la anteúltima fecha ante Argentinos que ya había descendido, apenas el segundo triunfo como visitante en esa campaña tras el 2 a 1 en la Bombonera, y River que llegaba a la última fecha, contra Quilmes, dependiendo sólo de sí mismo para volver a gritar campeón. El 5 a 0 ante el Cervecero no dejó ningún lugar para el resquemor o la hazaña de Estudiantes, o la más remota de GELP. Dos de Cavenaghi, que volvió y fue otra vez campeón, uno de Mercado, que durante todo el año apareció en la instancias claves, uno de Teo, probablemente el mejor jugador de River contabilizando todo el año, y uno, golazo, del Lobo Ledesma que fue símbolo de la redención de un jugador que se suponía terminado y de un club que tras los peores 6 años de su historia volvía a gritar CAMPEON.

River había mostrado varias caras en ese torneo que había representado la vuelta a los más alto después de más de un lustro, pero fundamentalmente había mostrado dos atributos fundamentales, la búsqueda del arco rival con insistencia al menos hasta conseguir la ventaja y una defensa sólida con varios puntos altos, destacándose especialmente en ese ítem su arquero Marcelo Barovero y un Jonatan Maidana que vivía su revancha tras ser el único sobreviviente del equipo que descendiera. Carbonero y Teófilo Gutiérrez, Lanzini y Cavenaghi fueron los grandes aportes en ofensiva, y en el medio Ledesma y Rojas dieron la cuota de equilibrio. Todos de la mano de un Ramón que, como en toda su vida, había apostado fuerte, y había ganado.

El semestre se terminó con un nuevo logro, un título menor en comparación con otros, un éxito que contabiliza como copa y no como campeonato, pero que no sólo suma un suceso más, sino que permitió la gran alegría del segundo semestre. River, campeón del Final 14, y San Lorenzo, campeón del Inicial 13, se enfrentaron en San Luis por la superfinal que no sólo tenía en juego la Copa Campeonato sino que otorgaba un lugar en la Sudamericana 2014. Ganó River, 1 a 0 con gol de Germán Pezzella, otro defensor de goles importantes en el año, una nueva copa para River, la clasificación a la Sudamericana y último título para Ramón en River.

Venía el mundial, Ramón era campeón nuevamente y parecía haberle torcido el brazo a la dirigencia en su disputa personal. Había un clásico en puerta, River y Boca se tenían que enfrentar en México y Ramón, cuando ya estaba preparándose el viaje anunció ante los sorprendidos dirigentes que gracias por todo, que muy lindo, que un gran placer, pero que renunciaba. Se iba el Pelado Díaz. Y se fue, campeón, como cada vez que se fue de River. El clásico se jugó en el Azteca con Gustavo Zapata como técnico interino y el Millonario volvió a festejar tras el 1 a 1 en los 90 y el 4 a 2 en los penales.

El mundo estaba con los ojos posados en Brasil 2014, River era campeón pero no tenía técnico. D´Onofrio y el resto de los dirigentes decidieron confiar en la palabra de su máximo asesor futbolístico, Enzo Francescoli, quien fue claro «el DT de River tiene que ser Marcelo Gallardo». La mayoría de las opiniones de los hinchas pasaban por la incertidumbre y la duda sobre las condiciones del Muñeco que había sido campeón uruguayo como entrenador de Nacional pero de quién poco se conocía en esa faceta. Enzo se la jugó, la dirigencia apoyó, los hinchas decidieron dar una oportunidad al ex enganche y la jugada salió redonda.

Marcelo Gallardo técnico, Matías Biscay y Hernán Buján como ayudantes de campo. River arrancaba el post ramonismo. Con la tranquilidad de ser campeón en el torneo anterior pero con la vara muy alta también, justamente por venir de lograr el título. No sólo se había ido el Pelado, también se habían ido jugadores claves en la obtención del Final; Lanzini, Ledesma, Carbonero, Chichizola, otros que alternaban como Villava -que era el primer delantero suplente de todos modos-, y Menseguez, más la baja de Cavenaghi por lesión y por un largo tiempo.. Llegaron pocos refuerzos, como en enero, apenas Julio Chiarini, arquero de Instituto, para ocupar un lugar en el banco de suplentes, y otra apuesta, en este caso del propio Gallardo, Leonardo Pisculichi, que venía de mostrar cositas (?) en el Argentinos que había bajado al Nacional B. También volvieron de sus préstamos dos descastados, Rodrigo Mora y Carlos Sánchez.

El arranque fue con la que tal vez fue la peor actuación del equipo en La Plata 1 a 1 ante Gimnasia. A partir de ahí River arrancó una racha de 6 victorias seguidas en las que además mostró un nivel futbolístico que hacía años no se le veía a la Banda. Pasaban los rivales, de local o visitante y el River de Gallardo los aplastaba. Se daba un fenómeno paradójico, los partidos parecían terminados mucho antes de los 90 y a la vez los hinchas -y algunos espectadores neutrales también- pedían que no se terminasen, que se jugaran 10 o 15 minutos más.

Entre tanto el Millonario, que iba extendiendo un largo invicto, había arrancado su participación en la Copa Sudamericana eliminando en primera fase a Godoy Cruz, con victorias en Mendoza -gol de Pezzella cuando terminaba el partido- y Buenos Aires. Tras el segundo partido ante los mendocinos el River de Gallardo quizá alcanzó su techo en cuanto a exhibición en el 4 a 1 contra Independiente en el Monumental. En ese partido se lesionó Matías Kranevitter y River comenzó a mostrar otra cara, menos brillante, menos vertical, más combativa, tal vez.

El equipo de Gallardo dejó de ganar por demolición y comenzó a ganar por una mezcla de personalidad y de pragmatismo para hacer lo que el partido exigía. Empezó a verse un River que levantaba y no perdía partidos que arrancaba en desventaja y que en cuanto tenía una, por la vía que fuese, convertía. Seguía llegando mucho, pero ante partidos cerrados no fallaba en los momentos claves. En medio de esos partidos se jugó un nuevo superclásico, en el Monumental, el sexto del año. River llegaba arrasando y con 5 partidos seguidos sin perder ante Boca. Llovió mucho ese fin de semana, se llegó a hablar de suspensión del cotejo pero se jugó. El xeneize, que ya no era dirigido por Carlos Bianchi que había sido cesado y reemplazado por Rodolfo Arruabarrena, se puso en ventaja. Ya en la segunda mitad, y jugado por jugado, Gallardo se mandó una patriada que de haber sido hecha por Louis Van Gaal hubiese producido poluciones en las redacciones y canales de tv; lo puso a Pezzella, habitual defensor central, de delantero. La primera que tocó el bahiense en esa novedosa posición fue gol y el 1 a 1 final que servía para mantener el invicto y la punta.

En la Sudamericana mientras tanto pasaba Libertad de Paraguay. En el hermano país del norte venía complicada la mano para un CARP que ya había hecho una costumbre el hecho de comenzar perdiendo, 1 a 0 parcial y penal para los paraguayos cuando se cortó la luz. Tras varios minutos volvió la iluminación y Hernán Rodrigo López falló desde las 12 yardas. Sánchez empató y se volvió a cortar la electricidad, pero el partido ya había cambiado. Driussi y Simeones marcaron y River se trajo un 3 a 1 que algunos dirían que fue por mística papáh! (?).

Pasaron Belgrano, la vuelta ante Libertad, y Rafaela, tres triunfos, y River se cruzaba con el que fue su gran rival en el año, Estudiantes de La Plata. El Pincha había peleado con aquel equipo de Ramón que cada vez aparecía más lejano el Final, y ahora le tocaba a River cruzarlo tres veces en una semana, dos por los cuartos de la Copa Sudamericana y una por el Torneo Transición.

Los dos partidos coperos tuvieron todos los condimentos de una serie trascendental. En la ida, en La Plata, River empezó perdiendo, otra vez, tras un error defensivo, pero lo dio vuelta con goles de Rodrigo Mora y Schunke en contra tras un envío de Carlos Sánchez, tal vez el mejor jugador de River en el segundo semestre y sin dudas el más regular. El partido por el torneo se suspendió por lluvia, y la revancha de la copa, jugada en el Monumental, con el aliciente de saber que Boca ya esperaba en semifinales, fue un verdadero partidazo.

Teo Gutiérrez abrió el marcador apenas arrancado el encuentro. Lo dio vuelta el Pincha con goles de Vera y Carrillo (de penal). El segundo tiempo recién había arrancado y parecía que habría penales, pero Mora primero, y Ramiro Funes Mori, después, ambos de cabeza, sentenciaron la serie para el 3 a 2 final y la clasificación a semifinales. River ya había quedado fuera de la Copa Argentina sin perder un partido pero sin señalar un solo gol en esa competencia afrontada con suplentes, seguía líder en el torneo y se metía entre los 4 mejores de la Sudamericana con el clásico en el horizonte.

El cansancio, las citaciones de algunos jugadores a sus selecciones, el plantel corto -salvo Balanta y Pezzella, más Ponzio que ya estaba jugando, el resto de los suplentes se mostraban muy bajos en comparación a los titulares-, y la decisión de no bajarse de momento de ninguna competencia, comenzaron a hacer mella en el andar riverplatense. Vino una racha negativa en el Transición con tres fechas sin ganar, incluyendo la primera derrota en cualquier competencia en más de 7 meses, ante el Estudiantes que tanto había complicado en la copa y en el torneo Final.

El 16 de noviembre el equipo de Gallardo empató en el Monumental con Olimpo y permitió que Racing, su siguiente rival en el torneo se le pusiera a tiro. El 20, jugaba la primera semifinal contra Boca. El River brillante de unos meses antes había mutado en un equipo con presencia y personalidad, que utilizaba muy bien la pelota parada pero que parecía llegar fundido a la recta final. La ida de la semi copera fue en la Bombonera, River fue más duro que un Boca que intentó un poco más y fue lógico el 0 a 0 en un partido en el que se pegó bastante y se jugó poco.

Llegaba Racing y Gallardo llegó a la conclusión que con el plantel que tenía y el estado en el que estaban los futbolistas no podía seguir afrontando ambas competencias con los titulares. Y se la jugó por la Sudamericana y el duelo con Boca. Ante la Academia el Muñeco puso todos suplentes salvo Barovero y Funes Mori, y fue este último quien, con mala fortuna, convirtió en contra de su propia valla el único gol del partido. Así como aquel River-Racing del penal atajado por Chichizola a Saja definió el Final este Racing-River definió el Transición. River ganaría los dos partidos que le restaban pero también lo hizo la Academia y el título se quedó en Avellaneda.

Spoiler

A los cuatro días de la derrota en Avellaneda y la consecuente pérdida de la punta del Transición, River tenía que jugar otra vez con Boca. El trabajo del semestre, el producto de la renovación gallardista, el andar del River sensación, los 6 meses de primavera riverplatense debían ser jugados en 90 minutos. Los primeros 16 segundos de esa hora y media fueron terribles. Primera jugada del partido, Carrizo que se escapó por izquierda, el centro que no llega a ser rechazado, Rojas que se confía y cuando quiere salir se come de lleno y sin verlo a Meli que entraba solo al área. Penal. Claro penal. Insólito y sin querer, pero penal al fin y al cabo como bien cobró Germán Delfino.

16 (dieciséis) segundos iban cuando Rojas bajó a Meli. Más de 2 minutos iban cuando Gigliotti se dispuso a ejecutar. El partido recién comenzaba pero un gol de Boca obligaba a River a hacer 2 por aquello del tanto de visitante. Gigliotti, viejo verdugo riverplatense con diversas casacas, se paró frente a la pelota que esperaba en el punto penal con Barovero solo del otro lado. El ex All Boys tomó carrera, parapam, se acercó al esférico, parapam, parapam, ejecutó….. y su tiro fue desviado por la manos derecha de un Barovero que había sido figura todo el año pero venía en un momento no tan bueno y con esa jugada se erigía ya como uno de los héroes del 2014 de River.

El partido obviamente siguió, River se acomodó y empezó a asentarse, y apareció la gran figura del jugador clave en el cierre del año millonario, Leonardo Pisculichi. El ex Argentinos Juniors que llegó como una gran incógnita no por sus condiciones sino por su actualidad fue quien tomó la posta en los momentos más chivos. Una jugada que se había ensuciado por la derecha del ataque local, Ponzio que abrió para Vangioni sobre la izquierda, el ex Newell´s que sacó un remate que tal vez pretendía arco pero que salió como un buscapié paralelo a la línea del área grande, y el 15, que en realidad fue el 10 más allá del número en la camiseta, que sacó el zurdazo suave, sin pararla, con delicadeza y precisión, para que se metiera abajo contra el palo derecho de un Orión que sólo pudo mirar.

Spoiler 2. Fue gol.

El encuentro terminó 1 a 0, con ese gol de Pisulichi. Boca tuvo algunas en el primer tiempo y la segunda mitad fue dominada por River que no sufrió sobresaltos. Diez años después River eliminaba a Boca de un competencia internacional y volvía tras 11 años a una final de esa índole, buscando el primer éxito continental en 17 años. En las tres ocasiones había estado Gallardo, y en el cruce con Boca también Fernando Cavenaghi, que ya había vuelto tras la operación que lo había tenido fuera de las canchas desde que Ramón Díaz era el técnico del CARP.

La final de la Sudamericana fue contra Atlético Nacional de Medellín. En la ida, en Colombia, River la pasó muy mal en el primer tiempo y, otra vez, comenzó perdiendo el partido. En la segunda mitad el equipo de Gallardo se acomodó y empezó a llevar peligro por lo que no sorprendió el empate gracias a, también otra vez, Pisculichi, quién a esa altura ya era meme (?) gracias a la frase «Qué viva el fútbol, Pisculichi» acuñada por el relator Rodolfo De Paoli.

Los primeros 90 terminaron 1 a 1 y todo se definía en el Monumental. El local fue quien llevó el gasto del partido pero los visitantes llevaban peligro de contra. 0 a 0 terminó la primera mitad y en la segunda, cuando ya empezaba a agotarse el tiempo apareció nuevamente el gran arma de River en la segunda parte del semestre, el juego áereo y las jugadas de pelota parada. Dos corners ejecutados con maestría por Pisculichi, dos cabezazos aprovechando el buen envío y cierta fragilidad de la defensa rival, dos goles, el primer de Gabriel Mercado y el segundo de Germán Pezzella para poner el 2 a 0 que ya sería final y que sería el primer título internacional de River en 17 años. Como había ocurrido en el Torneo Final River en la Sudamericana también gritaba CAMPEON y Marcelo Gallardo, en sus primeros 6 meses como entrenador riverplatense se convertía en la primera persona que ganaba un título internacional como jugador y como técnico en River. El Muñeco, que ya tenía una mención en el cuadro de honor se metía, en medio año, en la historia de River Plate.

River había jugado distinto al primer semestre, y había ido cambiando durante esa segunda mitad del año también. Sus figuras fueron cambiando pero en un punto más alto que los demás se destacaron Sánchez, Gutiérrez, Pisculichi, Barovero y Mercado, más Kranevitter hasta su lesión, con la mención especial para un Ponzio que cambió críticas por reconocimiento reemplazando al tucumano y volviéndose fundamental en el cierre de la campaña.

Fue un gran año para River. Fue el año en que volvieron los títulos, fue el año en que jugó 8 clásicos y no perdió ninguno, fue el año en que eliminó a Boca en un cruce copero directo. Fue el año en que Ramón ganó el que probablemente sea su último título en Nuñez y Gallardo ganó el que tal vez sea el primero de su carrera que recién comienza. Fue el año en que todos y cada uno de los jugadores rindieron más de lo que se esperaba de ellos en diciembre de 2013. Fue el año, también, en que River volvió a jugar como lo había hecho durante muchísimo tiempo en la historia. Fue el año de la vuelta del River que ganaba y jugaba. Fue el año en el que los rivales volvieron a bajarse los pantalones ante la presencia del famoso Riverplei.