Talleres batalló para quebrar a Gimnasia de Mendoza pero no pudo ni con un penal a favor ni con un hombre de más. Sobre la hora, el Lobo cuyano rubricó su ascenso a la B Nacional con un golazo del cordobés Sergio Oga. Un rato antes, Atlético Paraná había logrado lo propio en Formosa.

El ascenso a la B Nacional de dos equipos con historia regional pero poca presencia a nivel federal debería ser la noticia del fin de semana, pero resulta difícil no empezar por el enésimo tropiezo de un gigante del interior como es Talleres de Córdoba. Un equipo que en los diferentes censos y encuestas sobre cantidad de hinchas suele aparecer alrededor del 10° puesto en todo el país (a veces más arriba, a veces más abajo) en la temporada 2015 no estará ni entre los primeros 52 equipos del país. Esta temporada de transición los encontró cerrando un período institucional complicado y abriendo otro incierto, signado por las promesas de inversiones fabulosas, pero también por la amenaza de los desahucios administrativos en los que suelen desembocar las aventuras gerenciales en el fútbol. De todas maneras, queda claro que es demasiado temprano para enrostrarle al turbio proyecto de pachuquización (?) de Talleres este muerto, para eso ya habrá tiempo (?). Claro está, en su fórmula estaba como vicepresidente Rodrigo Escribano, quién si estaba a cargo del Fondo de Inversión que conducía el club antes de las elecciones.

Son entonces los encargados del fideicomiso saliente, entre los que estaba Escribano, quiénes sí parecen haber obrado con ostensible negligencia para afrontar el regalo del cielo que fue esta minitemporada de transición con ascensos masivos. Aún con el antecedente de que a la T su estancia previa en la categoría había sido un sufrimiento agonizante de cuatro temporadas, las autoridades se comportaron de manera errática. Como muestra basta el hecho de que emplearon tres cuerpos técnicos diferentes para un certamen que inicialmente duraría apenas 14 partidos (!), si bien entre el desempate y el reducido la competencia se terminó extendiendo a 21 juegos. Desde el vamos arrancaron mal, porque le dejaron armar el plantel a un técnico cuestionado, que arrastraba el estigma del descenso (si bien había asumido en una situación complicada) como “Vitrola” Ghiso, que se fue tras apenas dos partidos. Si bien un estrepitoso 1-4 ante Unión de Mar del Plata en el Kempes fue el detonante, la pésima relación con el manager Mario Ballarino parece haber sido la verdadera motivación. El ex-defensor y entrenador de los tallarines, otrora famoso por no alinear un arquero suplente en el banco de recambios, funcionó como un verdadero poder en las sombras, hasta el punto de que habría que decir que Talleres en estos escasos meses, tuvo cuatro técnicos a falta de tres. Los resultados que obtuvo el sucesor de Ghiso, Sergio Coleoni si bien no fueron espectaculares, mantuvieron al equipo en posición expectante. Hasta que el hermano de otro ex-entrenador de la T, Gustavo Coleoni, renunció alegando que “no le encontraba la vuelta al equipo”. Sin embargo, por lo bajo se supo que las internas políticas del club habrían tenido una influencia mucho mayor que las desventuras deportivas. Aunque todavía faltaba más de un mes para que se realizaran las elecciones, aparentemente el sector ligado a Fassi y a Pachuca ya habría impuesto a Ángel Hoyos como nuevo orientador táctico, incluso antes de haber asumido como autoridades electas por los socios de la institución.

En el marco de semejante desmadre dirigencial es que comienzan a contrapesarse las ventajas y el favoritismo que uno debería presumir para un club de la magnitud de Talleres. A pesar de todas esas cosas que se hicieron mal, el ilustre conjunto cordobés estuvo siempre en carrera y le pasó muy cerca al ascenso. Pero acaso por ese mismo el fracaso del domingo pasado duele tanto: la T jugó dos instancias finales y cayó en ambas. Más aún, en toda la temporada perdió cinco partidos, todos ante los equipos que lo condenaron a penar el año que viene en el Federal A: tres contra Unión de Mar del Plata (los dos de la fase regular y la final de desempate) y dos contra Gimnasia de Mendoza (las dos finales del Reducido).

Lucha contra la libertad de expresión (?)

A los problemas institucionales debe sumársele sin duda el desgaste anímico. Si en la instancia de semifinales Talleres había gozado de varios guiños de la suerte desde los doce pasos (Mitre falló un penal en el minuto final del partido de ida y luego perdió la serie por esa vía), en la final contra el Lobo mendocino pasó exactamente lo contrario. En cada uno de los cotejos, los cordobeses fallaron una pena máxima. Si hasta puede considerarse un alivio que los tallarines no hayan llegado al empate en el global para forzar el desempate desde el punto penal, donde hubieran fallado de nuevo (?).

Pero más allá de sus desventuras, Talleres se encontró con un rival que a pesar de una fase regular gris, demostró una enorme inteligencia para afrontar las instancias eliminatorias además de contar con un guardavalla extremadamente inspirado como Matías Alasia, además del preciso y nunca bien ponderado aporte de la fortuna. Más allá del nivel oscilante de las acciones, previsiblemente influidas por la demasía de lo que había en juego, los 180 minutos más descuento de esta serie final estuvieron marcados por una intensidad de alta gama.

En el partido de ida, jugado en suelo mendocino, los locales amagaron con ejercer el predominio en los instantes iniciales e inquietaron a Costa con algunos remates de media distancia. Sin embargo, de a poco, Talleres fue encontrando el camino para anular los embates rivales, aunque no tanto para hallar los propios. Siguió entonces un tramo en el que escasearon las aproximaciones de real peligro, si bien la extrema paridad del desarrollo sostenía el interés en los acontecimientos. Hasta que en los momentos previos al descanso llegarían las emociones. Primero, la visita contó con un penal a favor, tras una falta (muy dudosa, si nos apuran decimos que no fue) contra Martiñones. El uruguayo Mozzo probó suerte desde los doce pasos, pero Alasia comenzaría a construir su serie soñada arrojándose hacia su derecha y despejando el remate. Sin embargo, este enorme contratiempo no hizo mella en el espíritu de Talleres y habría que decir que fue la única que vez que una incidencia negativa del juego no afectó su desarrollo ulterior. Porque solo en este caso los de Hoyos, mantuvieron sus bríos ofensivos y pudieron llegar al gol. Apenas dos minutos después del fallo desde los doce pasos, los de la Docta abrirían el marcador. Tras un desborde, un primer centro de Ivo Chaves no fue bien conectado por un compañero suyo, que involuntariamente volvió a abrir el juego. Entonces llegó otro servicio, mucho más franco y de bajo, que encontró a Ramis, totalmente solo ante un arco desguarnecido. El joven delantero sólo tuvo que empujarla y desató el reclamo airado de los locales por una posición adelantada que no existió. De esta manera, la T se fue al descanso con una ventaja que no por mínima dejaba de resultar una señal promisoria de cara al objetivo del ascenso. Haber accedido a la conquista casi enseguida después de malograr el penal agregaba un condimento positivo extra.

Pero el complemento se presentó de una manera completamente diferente, representativa de lo que se venía en esta final. El conjunto mensana fue el protagonista exclusivo desde el arranque. Taborda desperdició la primera ocasión para igualar en la etapa, pero no pasarían diez minutos antes de que llegara la igualdad. Lo cierto es que llama atención la desidia defensiva de los de Hoyos, que resultaron burlados con un desborde burocrático y un centro bastante cualunque. Un lateral se gambeteó prácticamente sólo al arriesgarse imprudentemente a un anticipo, mientras que un central llegó tarde a un despeje y dejó solo a Lucas Farías que definió con precisión. El 1-1 abría otro partido: mientras que Talleres no afrontó la situación retomando su tesitura ofensiva sino aferrándose al puntito inteligente, Gimnasia intentó aprovechar la localía y el envió anímico del gol. No lo hizo de la manera más vistosa pero de a poco fue incrementando su creación de peligros mayores en el arco de Costa. El guardavalla visitante respondía bien cuando la exigían y los minutos se iban, de manera que tal que el horizonte de una igualdad se fuera presumiendo inexorable. Pero el fútbol siempre puede albergar una bifurcación inesperada del destino. Tan tarde como en el minuto 43, otro centro esta vez desde la izquierda y todavía más rastrero que el del primer tanto, atravesó el área de la T entre las piernas pifiantes (?) de sus zagueros hasta llegar a los pies de Taborda, que la mandó al fondo de las redes y desató una verdadera fiesta en el estadio Legrotaglie.

El lobo mendocino se agenciaba in extremis una ventaja nada despreciable para la revancha, pero debería bancar la parada en un escenario imponente como el Kempes, que estuvo abarrotado de hinchas tallarines, como todas las veces que en estos años el equipo tuvo que afrontar instancias decisivas. En muchos aspectos, el partido se dio de la manera que podía preverse con Talleres yendo al frente desde el minuto cero y Gimnasia resistiendo en su propio campo. Lo que quizá no podía calcularse era la actuación imponente de Alasia y la frustración creciente que ese desempeño destacado iría generando en los delanteros rivales.

Y eso que la tarde arrancó con el guardavalla como posible “villano” ya que de una salida intempestuosa de Alasia surgió el penal para Talleres, cuando el arquero se topó con un “Negro” Martínez que intentaba gambetearlo. A decir verdad, la sanción del juez fue bastante discutible, pero al igual que en el partido de ida, la polémica por el cobro resultó innecesaria. Porque Martínez intentó confundir a Alasia variando el paso en la carrera propia, pero la disciplina del cancerbero (?) fue tal que terminó invirtiendo el efecto de su maniobra, ya que el delantero llegó mal pisado y sin convicción a la pelota y su remate tibio fue detenido una vez más por el inspirado arquero rival. Terrible golpe para Talleres, del que acaso nunca se recuperó del todo. Si bien generó buenas acciones ofensivas, la sensación de derrota inminente, ensañamiento del destino y desempeño heroico de Alasia sin duda permearon negativamente esos embates. Algo de ese habrá pasado cuando López impactó el palo poco después. Y eso que -como si el ayudín de los penales dudosos no fuera suficiente- antes del descanso en la visita Vilariño fue expulsado por recibir su segunda amonestación. La T contaría entonces con un hombre de más por un trecho marcadamente extenso, pudiendo apostar además al desgaste físico de sus oponentes. Para el Lobo, esta baja sensible no hizo sino profundizar su apuesta defensiva para sostener su diferencia en el global.

El segundo tiempo fue una verdadera montaña rusa de emociones. Los mendocinos, se limitaron a agruparse atrás y apostar por alguna contra. Talleres buscó enjundiosamente por todos sus medios, más allá de los nervios propios y las presiones externas. Por momentos, el asedio fue tan intenso que parecía imposible que Gimnasia sostuviera su ventaja, y hasta podía presumirse que con la ventaja numérica del local, el primer gol sería la puerta de apertura para suscitar el segundo y zafar de los penales. La T tuvo el monopolio de la pelota pero increíblemente no pudo convertir. En ocasiones, sus jugadores resolvieron chapuceramente por estar apresurados, pero en otros fue la figura excluyente de Matías Alasia. El arquero descolgó centros, conjuró intentos de media distancia, despejó balones que circundaban su área, en suma: ahogo todos los arrestos del local, sin distinguir entre los más sofisticados y los más ramplones. Alasia estuvo siempre a la orden del día.

Esta sola imagen debería garantizar un ascenso

Los minutos fueron pasando y lejos de poder incrementar su intensidad en último intento por forzar los penales, Talleres comenzó a acusar recibo del esfuerzo prodigado durante el cotejo. Gimnasia se fue animando a salir del asedio, justo cuando uno pensaría que se sentiría más tentado de colgarse del travesaño. Un par de contras hallaron a sus jugadores desdoblados en ataque mano a mano. De a poco, el gol de la visita parecía tanto o más cercano que el de los de Hoyos. El único grito de la tarde llegaría ya en tiempo agregado, acaso quedaba tan poco por jugar que el gol no haya tenido la influencia genuina que le atribuirán las presumibles historias futuras, pero cuya combinación de ejecución virtuosa y significación simbólica lo vuelven irresistible para las pasiones épicas. A pesar de que el desmadre táctico de Talleres facilitó desde luego la conquista, la resolución de Oga fue ejemplar. Frente al “era por abajo, Palacio” que ya forma parte de la cultura popular (?), el héroe complementario de Alasia demostró que lo importante no es como se elige definir sino hacerlo bien. Oga probó por arriba de Costa pero lo hizo con precisión, y fue a buscarla del otro lado, donde ante el obstáculo de dos defensas (uno en la línea y otro que llegaba de atrás e intentó ponerle el cuerpo) definió con maestría, pegándole de aire con un suave toque de la zona lateral del pie. Un verdadero golazo que le dio una épica adicional, a la ya de por sí notable hazaña de Gimnasia. A esto se sumaba la historia personal de Oga, que increíblemente es cordobés y de una familia fanática de Talleres (de allí se presume que probablemente él también lo fuera). A pesar de esa afición, Oga nunca pudo jugar en ese equipo tan ligado a su historia: después de debutar en General Paz Juniorts, el talentoso futbolista pasó el grueso de su carrera oscilando entre Cuyo y el Noroeste. Tras varios años intentando ponerle magia al inframundo ascensoril, Oga consiguió volverlo realidad y en el escenario y la ocasión más imponentes que le hubiera resultado afrontar.

El mencionado golazo confirmó entonces el fracaso de Talleres que ya se adivinaba y suscitó la furia del grupito de inadaptados que nunca falta, es decir los inadaptados que van a todos los partidos porque tienen aguante y no los inadaptados que sólo van a la cancha cuando van primeros (?). Si bien en términos generales el público se mantuvo triste pero sereno, la concurrencia era tal que aún un porcentaje pequeño de espectadores involucrados en la violencia puede suscitar un caos generalizado. Así estos adeptos de la T la emprendieron contra el acrílico que los separaba del terreno de juego, con toda la intención de entrar. No consiguieron ingresar, pero si generaron dos rajaduras importantes en los vidrios. Recién una vez que un par de paneles estuvieron ostensiblemente astillados, la policía hizo acto de presencia con sus sofisticadas herramientas tácticas (?): balas de gomas sin distinguir justos de pecadores, porque si estabas en esa tribuna en algo raro andabas. En las inmediaciones del estadio hubo más represión, así como también disturbios generados por los propios hinchas, que se tiraban piedras a sí mismos para autoflagelarse (?).

Por su parte, Gimnasia de Mendoza sumó un ascenso notable, a pesar de haberse metido en el reducido casi por la ventana, con una resonante victoria de visitante en San Juan ante Unión de Villa Krause, cuando sumar de a tres era lo único que le servía. Al mismo Azul sanjuanino dejó atrás por penales en el comienzo del reducido, para luego llevarse puestos a dos pesos pesados de la divisional y principales candidatos al ascenso como la C.A.I de Comodoro Rivadavia y Talleres. Para poner en contexto histórico este logro de Gimnasia hay que exponer informaciones contradictorias. Por un lado, se tratará del debut absoluto del Lobo menduco en la B Nacional; pero por otro se trata de uno de los equipos más importantes de la provincia. Es difícil saber hasta que punto los malos resultados de los últimos años y la proyección nacional (y hasta internacional) de Godoy Cruz han modificado la distribución tradicional de lealtades futbolísticas. Lo cierto es que tanto en títulos de la liga local como en adhesión popular, Gimnasia solía estar superado apenas por Independiente Rivadavia, rival con el que además protagonizaba el clásico más importante de la provincia. Es cierto que, como ya hemos tratado en este sitio, Mendoza se caracteriza por tener un reparto mucho mayor que en otras provincias, que tienen sólo dos (o incluso uno) grandes clubes. En la provincia cuyana en cambio, son muchos los equipos que están en cierto pie de igualdad. Pero por eso llamaba la atención que en estas casi tres décadas de B Nacional, uno de los que sobresalía de ese grupo tan parejo nunca hubiera llegado a estar en la segunda categoría del país. Maipú fue el equipo presente en los primeros años de la nueva divisional, Godoy Cruz tomó la posta a mediados de los ’90 y poco después se le sumó San Martín (que luego desbarrancó pero llegó a jugar una promoción para ascender a Primera contra -oh casualidad- Talleres de Córdoba) y en el advenir del nuevo siglo fue el turno de Independiente Rivadavia. Para el histórico Lobo ha llegado por fin la hora de ponerse el día y recobrar su sino glorioso. No está de más subrayar que en los viejos Nacionales de Primera División Gimnasia y Esgrima de Mendoza sí participó y con mucha frecuencia, en un total de nueve ocasiones, con algunas actuaciones destacadas, victorias ante casi todos los grandes. La reorganización que afrontó el fútbol nacional en 1986 pareció coincidir con la decadencia deportiva del mensana. Acaso esta nueva reestructuración que atravesamos lo haya restaurado en el lugar que le pertenece por prosapia.

El misterio de la cabeza flotante (EMDLCF)

El otro equipo que ascendió no cuenta con un pasado lejano glorioso a nivel nacional, pero sí a nivel local. Atlético Paraná, jamás participó de los viejos Nacionales A ni del Nacional B al que accedió ahora, pero sí es el club de fútbol más antiguo de la capital entrerriana, al haber sido fundado en 1907, hecho que hace que lo apoden el “Decano”. Curiosamente, comparten el mote con el otro ascendido de su provincia, Juventud Unida (Gualeguaychú), fundado el mismo año pero un mes y medio antes. Pero durante años ambos jugaron en ligas diferentes sin demasiada relación entre sí: más allá de la división política de nuestro país, allí parece haber primado la ubicación respectiva en los márgenes de los ríos que oblicuamente le dan nombre a la provincia, ese “fresco abrazo de agua” que “la nombra para siempre” como escribiera el poeta Mastronardi aludiendo a la metáfora hídrica encerrada en el nombre de su tierra. De todas maneras, más allá de ese carácter pionero en su ciudad, Atlético Paraná se vio desbancado del sitial de privilegio en la competencia liguera por el Patronato de la Juventud Católica, fundado algunos años después. Patronato no sólo acaparó la mayor de títulos en la competencia doméstica, sino que dio primero el salto a las lides nacionales. Primero con una esporádica incursión en el Nacional “A” de 1978 y luego instalándose plenamente en la B Nacional en la segunda década de este siglo. De todas maneras, Paraná (en la ciudad lo llaman así y no “Atlético” como pasa con sus homónimos de Tucumán o Rafaela) se mantuvo en el segundo lugar de la capital provincial, más allá de algunas buenas épocas de Belgrano de la misma ciudad. Su venturosa época actual ha resultado vertiginosa: el Decano llegó al Argentino “B” tras ganar el Torneo del Interior en 2010, y hace sólo seis meses que ascendió al Argentino “A” ahora rebautizado como Federal A.

En la final ante Sportivo Patria (Formosa), Atlético Paraná repitió la fórmula que le dio el éxito en las tres series eliminatorias de este Reducido, transformando la aparente desventaja de definir fuera de casa en una fortaleza: Paraná siempre sacó buena ventaja en su estadio y supo regular la diferencia en sus revanchas de visitante. En la final ante los formoseños ni siquiera debió sufrir como en cruces anteriores. El partido de ida tuvo lugar el miércoles pasado ante un clima festivo que pudimos compartir con inusual grado de intimidad gracias a la generosidad de nuestro comentarista estrella Romero el de Retiro, aunque cualquiera es generoso cuando está en la buena (?). Bromas aparte, queda claro que el Decano paranaense puede ser una institución desconocida en las lides nacionales, pero que tiene al menos un arraigo territorial del que carecen otros ascendidos. Y con otros ascendidos nos referimos a Unión de Mar del Plata (?).

Desde el inicio, el Gato (el otro apodo que tiene el equipo aparte de Decano) pareció plenamente convencido de hacer valer su localía en el Pedro Mutio, estadio histórico recientemente remodelado.
Patria asustó en una réplica casi de movida, pero después no pudo repetir esa incursión. Muy por el contrario, Paraná comenzó a resolver la cuestión antes de poder siquiera acumular merecimientos. Iban doce minutos cuando Ekkert desbordó con soltura como lo hizo durante todo el certamen y sacó un centro medido a la cabeza de Benítez, que aprovechó una salida defectuosa de Requena para abrir el marcador. El gol no frenó el ritmo de los locales, acostumbrados a llevarse ventajas más desahogadas de su cancha. Los formoseños esbozaron una reacción muy tímida, consistente no en acercarse al arco rival, pero sí en obstruir el circuito de juego del Decano. El partido se hizo entonces más friccionado, se empezó a notar más que era una final. Sin embargo, los entrerrianos confirmaron su paso de campeón con otro gol antes del descanso, convertido por Bulay con un remate certero y rasante.

La segunda mitad fue completamente diferente. El Gato lucía visiblemente conforme con la ventaja de dos tantos y le cedió el protagonismo a la visita. La tesitura defensiva de Paraná fue acaso excesiva, pero no fue castigada en el resultado. Patria contó con varias ocasiones que podrían haber cambiado el rumbo de la serie, pero siempre algo, una salvada del arquero, el aporte de un defensor en la línea de gol, o la mera mala puntería de sus valores ofensivos le impidieron llegar al descuento. Promediando la etapa, Edgardo Cervilla, técnico de los enterrianos, optó por reforzar el centro del campo aún en desmedro de sacrificar un hombre ofensivo. La movida dio sus frutos, si bien no pudo evitar la lluvia de centros que los formoseños le lanzaron a sus hombres de área en los instantes finales. Aún con ciertas claudicaciones en el complemento, Paraná había cumplido con la primera parte de la faena propuesta.

Festejo con su público en el cotejo de ida, que lamentablemente no pudo darse en la revancha

Quedaba la revancha en la terra incógnita de Gildo Insfrán (?), pero Atlético Paraná supo afrontarla con enorme oficio. Es cierto que la primera mitad pareció una continuidad de los tramos finales del cotejo de ida. Sin embargo, ni siquiera con el asidero de estar en su cancha y con su gente pudo Patria arrinconar sostenidamente a su rival. Si bien exigieron un par de veces a un Arce que además respondió siempre con creces, el entramado del mediocampo propuesto por el Decano le sacó a ritmo a los embates locales, que quedaron demasiado aislados entre sí como para poder originar una corriente emotiva en su favor y volverse a ponerse en carrera en la serie. En cambio, Paraná, aún atacando poco tuvo una ocasión muy clara en los pies de Chitero, bien conjurada por Requena.

El arranque del complemento mostró dos ocasiones seguidas de los locales que parecían anunciar una lucha denodada por edificar una remontada histórica, pero las buenas atajadas de Arce, serían el preámbulo de la definición de la final. Casi enseguida, Paraná consiguió estirar su ventaja global, no una sino dos veces. En dos contras casi seguidas, separadas por apenas tres minutos, Chitero se sacó la mufa que arrastraba en la serie y liquidó definitivamente la cuestion. Con casi todo el segundo tiempo por delante, el Decano había sacado una distancia prácticamente indescontable de cuatro goles. Patria apeló a su vergüenza deportiva para no entregarse tan fácilmente, aun cuando no pudiera ya torcer el resultado. Troche descontó con un penal, pero como para que ni siquiera se pudiera soñar con un milagro, un rato después Ledesma encontró adelantado a Requena y lo sorprendió con un bombazo de 35 metros que dejó las cosas 3-1 (y 5-1 en el global).

El ritmo vertiginoso de esa primera media hora de la etapa fue interrumpido por el desbande de una parcialidad local que no soporto este tropiezo en el último peldaño que en realidad resultó excelente, al punto de que Sportivo Patria es uno de los pocos conjuntos (junto con los catamarqueños Unión Aconquija y San Lorenzo de Alem) que pareció haber justificado en la cancha la invitación extradeportiva. Lamentablemente su público no lo entendió así y empañó además el festejo que los paranaenses merecían. Hubo invasión de campo, despojo de indumentaria a los jugadores, lanzamiento folklórico de gases lacrimógenos por parte de la policía, en fin lo de siempre. Ya no había garantías para reanudar el partido, pero mucho más importante, no había razón alguna para hacerlo. Más allá de las incidencias desprolijas, Atlético Paraná pudo celebrar al fin su ascenso, el segundo en el año 2014, que le permitirá volver a encontrarse con Patronato, y esta vez en un marco más prestigioso que nunca.

Historia bastante paralela la de los dos últimos ascendidos del Federal A. Los dos llegaron hace apenas un semestre a esta categoría pero a diferencia de la mayoría de recienvenidos lo habían conseguido de manera insólita: en la cancha. Esto demuestra que más allá de los acomodos de escritorio y componendas varias, el veredicto del verde césped sigue valiendo algo. Con la misma base que les había dado una alegría hace tan poco, mendocinos y paranaenses acaso se hayan nutrido de la experiencia abrumadora pero pedagógica del Argentino B. Aún sabiendo que una categoría superior supone desde luego una mayor exigencia, quizá la diferencia se compense comparando un torneo en el que ascienden siete de cuarenta participantes con otro en el que solo subían tres de 136 aspirantes (!).

Si en la fase regular ambos equipos tuvieron un desempeño correcto pero no rutilante, fue en las series eliminatorias donde ambos sacaron pasta de campeón, algo que también se relaciona con el antecedente del Argentino “B”, que se dirime justamente en sucesivas instancias de mata-mata. Esa primera fase irregular obligó a ambos además a cerrar todas sus series de visitante, algo que en principio parecía perjudicarlos. Sin embargo, la campaña gloriosa de Lobos y Decanos parece indicar lo contrario. No llegaremos al extremo opuesto de argüir que conviene definir de visitante, sino destacar que los dos ascendidos supieron sacarle el juego al desafío que la suerte y sus desempeños previos les pusieron en el camino. De hecho, la estadística global de todo el Reducido dista de ser concluyente, ya que de las 14 series disputadas, en 7 ganó el mejor preclasificado (y que por ende jugaba la revancha de local) y en 7 ganó el que cerraba fuera de casa. Claro que entre esas segundas siete están obviamente las seis combinadas de los dos ascendidos. Quizá el reglamento no favorecía a nadie excepto a los que supieron hacer jugar en su favor lo que el destino les impuso.

Una última coincidencia alude a la diversificación propuesta con la reestructuración del fútbol nacional, independientemente del hecho de que ya se avizore la des-reestructuración (?). Ni Gimnasia ni Paraná, añadirán siquiera una localidad en el mapa de las categorías federales, ya que hay otros representativos de sus ciudades en la categoría. En el caso de los mendocinos, además está Godoy Cruz en Primera, mientras que en el caso de los entrerrianos, además de sus vecinos de Patronato, también estará Juventud Unida de Gualeguaychú representando a la otra vera de la provincia. Pero quizá esto no sea tan nocivo como suena. En lugar de evocar una dispersión geográfica abstracta y presuntamente virtuosa, el desenlace deportivo de este peculiar Federal de Transición permitirá reeditar clásicos regionales históricos que habían sido desplazados por la misma federalización que había dejado a oponentes acérrimos en divisionales diferentes. Aunque es lícito lamentarse porque plazas desatendidas como Formosa o Catamarca se hayan quedado en la recta final antes de acceder a los escenarios que le han estado históricamente vedados, no es menos digno de nota ni de alegría que a partir del próximo año podamos disfrutar de un Independiente Rivadavia – Gimnasia o un Patronato – Paraná a escala nacional.

Un Patronato – Atlético Paraná reciente, pero en la liga local, con planteles B

Un Independiente Rivadavia – Gimnasia por el Nacional A de 1982