Independiente no pudo ganarle de local a un primitivo Almirante Brown y perdió la posibilidad de igualar a Instituto en el tercer lugar. Defensa sí alcanzó a Banfield, en una fecha en la no ganó ninguno de los ocho primeros.

Asco. Muerte. Destrucción. Vergüenza. La crónica del empate de Independiente ante Almirante Brown debería escribirla Arnaldo Pérez Manija. Más allá de que el Rojo viene jugando mal desde hace rato y sufriendo múltiples problemas institucionales -el cotejo estuvo en duda hasta último momento por un paro de no docentes (?)-, ayer jugaba con todos los resultados de sus rivales puestos y favorables, y frente a un rival limitadísimo. Es casi un lugar común del comentario de cualquier empate conseguido por un conjunto humilde de visitante el buscar virtudes para ensalzar la gesta. Entrega, orden táctico y frutas varias. Pero para el partido jugado anoche en el Libertadores de América deberíamos inventar de lo lindo buscando qué destacar de Almirante Brown. Ni siquiera su arquero fue figura, muy por el contrario se lo notó inseguro durante toda la velada. Independiente se empató el partido sólo. No hay otra explicación más válida que esa. Ni siquiera la igualdad en su estadio ante el colista Villa San Carlos es equiparable, porque los de Berisso vienen haciendo una segunda rueda digna (de hecho llevan más puntos que el Rojo en este año). En cambio, el rival que los de Omar De Felippe no pudieron superar ayer es el de peor campaña en 2014.

Pobre De Felippe. Si uno mira con atención los partidos de Independiente se da cuenta de que su propuesta es recuperar la pelota con una presión permanente y luego construir los ataques pacientemente a partir de la elaboración colectiva coordinada. Pero sus jugadores cumplen a medias, como un dietista a desgano que descarrila ante una mesa suculenta y murmura “el lunes empiezo”. Así, ante la desesperación del entrenador, sus futbolistas terminan recayendo en el pelotazo a la nada, prometiendo que la próxima intentarán jugar por abajo. En cuanto a la presión en mitad de cancha, sólo Vidal y Mancuello parecen estar convencidos de su operatividad. Fredes cumple a desgano, como si fuera un extra al que por error lo mandan a tocar en una filarmónica y hace la pantomima de estar tocando el violín, o en este caso de estar presionando. Insúa y Pisano, bien gracias, no les pagan por marcar. Mal ejemplo, en realidad no les pagan (?).

Almirante Brown tuvo como único baluarte a Basualdo que con sus buenas y sus malas intervenciones, era el eje por el que pasaba todo el juego de la Fragata, tanto en la recuperación como en la distribución, raspando, desmarcándose, habilitando a sus compañeros y -por qué no- pegando alguna murra. Grahl y Canelo, los dos jugadores más hábiles de la visita, apostaban a hacer daño por las bandas, pero sus lances quedaban generalmente en la nada. Se limitaban a gambetear para el costado, sin acercarse al Ruso Rodríguez, si bien esas acciones servían para cortarle el ritmo al local y ganar algunos instantes lejos del área de Dobler.

En este contexto paupérrimo de un lado y del otro, no resulta raro que el cotejo desembocara en la vulgaridad. Pisano y Mancuello eran los que más zafaban en el Diablo y protagonizaron las primeras aproximaciones, que no llegaron a ser claras, un desborde y un remate desde lejos respectivamente. La primera ocasión medianamente clara llegó a través de un balón parado, en el que cuándo todos esperaban el centro, Insúa probó al arco y exigió a Dobler, sobre los veinte minutos. Poco después, los de Avellaneda tuvieron otra buena oportunidad a partir de una situación muy inusual para lo que era el trámite del partido: ¡de contraataque! Mancuello, a esa altura el mejor de su equipo, hizo una corrida fenómenal desde su propio campo hasta tres cuartos de cancha y habilitó a Parra. El delantero se deshizo de Dobler, que salía a ahogarlo, pero el balón se le abrió demasiado. Cuándo giró para rematar al arco, el guardavalla ya había ocupado su lugar y la sacó al córner. Esa llegada mediante una réplica subrayaba las monumentales carencias de Almirante Brown cuándo conseguía hacerse de la pelota: no sólo les costaba progresar ofensivamente, sino que en ocasiones quedaban mal parados en defensa. Justo es reconocer que en aquel tramo del primer tiempo fue en el que la presión propuesta por De Felippe lució más presentable, y así solían motivar el error de los oponentes. Cerca de la media hora, volvieron a encontrarse Pisano y Mancuello. El ex-Chaca habilitó bien al volante izquierdo, que casi pisando el área chica, se sacó la marca con un sombrero precioso y remató desviado.

Más allá de sus limitaciones, el gol del Rojo parecía estar al caer. Lo consiguió poco antes del descanso, con una de esas inspiraciones abruptas que suelen tomar posesión de la humanidad de Fredes. Insúa y Pisano se combinaron en la jugada previa, pero prácticamente todo el mérito le correspondió a “Magic” (?), que sacó dos hombres de encima en su primer movimiento, desairó a un tercero con un enganche y la colgó de un ángulo con un remate tan fuerte como colocado. Independiente rompía el cero sobre el cierre de la primera etapa, y si bien las incógnitas futbolísticas seguían tan dolorosamente presente como siempre, acomodaba su situación en la tabla, alcanzando a Instituto y tomando de distancia de su próximo rival, Crucero del Norte.

Además, parecía completamente imposible que Almirante Brown pudiera igualar el marcador. Aún conociendo la tendencia a la pecheada de este plantel del Diablo, los de Isidro Casanova eran simplemente demasiado tibios, demasiado imprecisos, ayunos de toda imaginación creativa. Al ir en ventaja, Independiente le cedió la pelota por momentos a La Fragata y los futbolistas visitantes parecían molestos y sorprendidos por la irrupción de ese objeto esférico que les complicaba la vida. Como sugeríamos más arriba, sólo el miedo y los antecedentes del local habilitaban a pensar que su victoria estaba comprometida. Es cierto que al minuto del complemento, un centro de Centurión, la primera vez que se proyectó en todo el juego encontró mal parada a la zaga del Rojo, salvo a Samuel Cáceres que se estiró y anticipó a un Figueroa que ya se relamía.

Pero luego no hubo más incursiones ofensivas de la visita por un largo trecho. Peor aún, los dirigidos por De la Riva tampoco ofrecían garantías en defensa. A los siete, casi aumenta Mancuello al que le cayó la pelota después de una seguidilla de desastres de los defensores de Almirante, que no consiguieron alejar la pelota de su área después de varios despejes. Para arriba le pegaban, acaso ignorando la ley de gravedad. Encima, el entrenador uruguayo reemplazó a su mejor valor, Basualdo, preocupado por una posible expulsión. No le faltaba cierta astucia a De la Riva, ya que el ex-Chicago tenía amarilla desde la primera etapa y estaba permanente expuesto a los roces del mediocampo. Lo cierto es que el sustituto, Rodrigo Aillapán, ingresó bien pisado en el partido y la ausencia de Basualdo se sentiría menos de lo esperado.

Aún así, parecía que Independiente llegaría al segundo a pesar de su apatía, por mera concesión de su débil oponente: tres aproximaciones hilvanó el local en apenas cuatro minutos, entre los 19 y los 23. Primero, un remate de sobrepique de Villalba tras una jugada desprolija que exigió a Dobler. Luego, un remate desde lejos del voluntarioso Mancuello, tras una buena jugada de Insúa, de las pocas que armó el ex-Vélez en la noche. Finalmente, tras una interesante acción individual Pisano habilitó en posición promisoria a Vallés, quien buscó a Insúa, al que la bola le quedó un poco atrás y se resbaló al pisarla. En el momento parecía una incidencia divertida, pero en retrospectiva, ese blooper era el insospechado heraldo de la debacle que advendría.

Iban 26 minutos cuándo Aillapán llegó hasta la línea de fondo con la pelota, pero se encontró encerrado y decidió descargar hacia atrás, en busca de su lateral izquierdo, Augusto Álvarez. Mientras Almirante armaba esta jugada bastante básica, en el área se desarrollaba otro drama. Ojeda, que había marcado bien a Figueroa en la acción inmediatamente previa, se asustó con la presencia imponente de Juan Pablo Pereyra y dejó libre al otro delantero. El relevo le correspondía a Villalba, que se limitó a pararse por detrás de Figueroa, que recibió el centro de Álvarez completamente sólo en plena área chica y batió a Rodríguez con un zurdazo de aire. Pero si el foco de los comentarios dividió las imputaciones entre Ojeda y Villalba, lo más lamentable fue lo de Cáceres, que se la pasó haciendo sombra detrás de Vallés, algo justificable en un principio para fungir como eventual relevo, pero del todo incomprensible cuándo la jugada tomó otro rumbo. En su primera aproximación seria del partido, Almirante desnudaba las desinteligencias de la zaga local y alcanzaba un impensable empate. Apenas un minuto después, Aillapán casi completa la remontada con un remate de media distancia que salió despacio. El Rojo estaba desorientado.

Además, el ingreso del lungo Pereyra, aquél que llegó a jugar en la selección de Maradona (!) no sólo había sido instrumental para atemorizar y forzar el estropicio defensivo del Rojo en el gol, sino que acaso había motivado un cambio polémico de Omar De Felippe, que incluyó a Menéndez en lugar de un Pisano que no había jugado mal. ¿Habrá pensado el entrenador en reforzar la nómina de cabeceadores defensivos para las pelotas paradas en contra ante el ingreso del ex-Atlético Tucumán? Si asi fuera, es de lamentar que el empate haya llegado en una acción con pelota en movimiento. Quizá sea la hora de probar al “Polaco” de defensor central, voluntad y capacidad para evitar goles no le faltan (?). Para peor, un rato antes, se había retirado Parra con una molestia, dejándole su lugar a Penco. Con lo cual Independiente se veía obligado a buscar un triunfo urgente con el lastre de dos delanteros que corren, meten y ponen pero que no hacen goles. Tan mal estaban los Diablos que extrañaban a Montenegro (?), que ayer faltó por primera vez en todo el certamen.

Desde las tribunas del Libertadores de América se empezó a escuchar La Más Maravillosa Música, pero acentuada por unas trompetas que licuaban el tenor amenazante del cántico y lo volvían más bien patético. Independiente podría lamentarse de su mala suerte porque en los minutos finales desperdició cuatro chances clarísimas, pero muy mal orientada estaría esa queja, si no tenemos en cuenta la lentísima capacidad de reacción que tuvo el Rojo ante la igualdad de Almirante. Tal vez los futbolistas de Omar De Felippe recibían las imprecaciones de su público y su director técnico pero estaban usando Internet Explorer (?). Casi un cuarto de hora pasó entre el gol de Figueroa y la primera ocasión de peligro que generaron los de Avellaneda para restablecer su ventaja. Más bien, deberían agradecer que La Fragata no insistió en el camino de buscar la victoria luego del mencionado disparo de Aillapán.

Como decíamos al principio, ni siquiera podemos atribuir esa dificultad del local para generar situaciones a una peculiar intensidad defensiva de su rival. Por el contrario, la seguidilla de chances que se dieron cerca del cierre confirmaron que Almirante Brown defendía bastante mal. Bastaba un centrito frontal bastante cualunque, una triangulación medianamente elaborada para dejarlos pagando. Lo único que la visita empleaba con cierta eficacia y probidad eran las mañas para dejar pasar el tiempo, hasta el punto de que su entrenador Felipe De la Riva se hizo expulsar por birlarle el balón a Vallés para demorar un lateral y luego abandonó el terreno de juego atravesándolo en super slow motion. Llegaron entonces, tardíamente pero llegaron, las ocasiones para el Rojo, a pura desesperación. Fueron tres en un minuto, entre los 39 y los 40: primero desbordó Villalba por izquierda, Insúa la dejó pasar para que defina Menéndez que le erró a la pelota. Como venimos diciendo, contra todo el estereotipo del equipo humilde que se defiende bravíamente, la defensa de La Fragata era un colador: segundos después del fallo de Menéndez, un burdo centro frontal de Fredes fue suficiente para dejar a Mancuello sólo en posición de gol. Dobler colaboró saliendo a cortar totalmente a destiempo y dejando su arco desguarnecido. Pero el cabezazo del Ryan Giggs de Reconquista (?) dio en el palo. A pesar de haberse despertado tan tarde, parecía que Independiente lo iba a ganar. Con Mancuello lamentándose todavía, Fredes habilitó con calidad a Menéndez, que a la altura de su cabeza la tuvo mucho más fácil (?) y asistió a Penco, que sin marca alguna y en el borde del área chica le pifió al balón como su compañero. Tres jugadas en un minuto, despues de quince de modorra, en la del palo concedamos la mala suerte, en las otras dos los atacantes no pudieron ni pegarle a la pelota, deberían mandarlos a la escuelita de Marangoni antes de que vuelvan a jugar (?).

Quedaban un par más: Insúa no pudo pasar la barrera en un tiro libre desde posición inmejorable, en cuya falta previa además había sido expulsado Marrone. Y ya al borde del silbatazo final, un bochazo rastrero de Vidal alcanzó para complicar a la limitada zaga de Brown: un despeje a medias se transformó en un pase para Ojeda, cuyo remate de gol fue ahogado por un defensor, antes de que el rebote derivara hacia Penco, que quiso mandarla por encima de Dobler pero desvió su testazo. El tiempo recuperado encontró a Almirante haciendo tiempo en el banderín tras una seguidilla de córners y laterales ofensivos, sin ganas siquieras de intentar un batacazo mayor.

El fútbol alberga ese hermosa posibilidad de brindar un espectáculo emocionante con dos equipos que jugaron horrible. También la de suscitar en este cronista un enojo con el plantel local cercano al de un hincha a pesar de no tener el menor interés emocional en el éxito de su equipo, sino por mera rebelión ante la incompetencia profesional. Queda claro que jugando así Independiente no debería ascender, aunque sus contendientes directos, incluido su próximo rival Crucero del Norte, se especialicen en darle vida jornada tras jornada.

A esta altura de la temporada, con sobradas y probadas cualidades futbolísticas y una diferencia considerable respecto de unos perseguidores que no se caracterizan precisamente por sumar en racha, el principal enemigo de Defensa y Justicia es la ansiedad. Aún si en una de esas paradojas tan interesantes que plantea el futbol, ese temperamento se manifiesta como el viernes pasado, bajo la máscara de una aparente parsimonia. Es como si todos los allegados al Halcón de Varela, desde futbolistas hasta hinchas intentaran ocultar las obvias implicancias de un logro que no por anunciado dejaría de ser histórico para la institución, y pecaran de sobreadaptados, aparentando un aplomo ficticio que deriva en apatía. En el choque ante Unión, Defensa fue innegable protagonista de la mayor parte del cotejo, pero a su habitual actitud ofensiva le faltó pimienta en los metros finales, mientras que su apuesta de presionar al rival afanosamente en mitad de cancha sólo se sostuvo esporádicamente, lo cual va en contra del propio principio en cuestión, el de ahogar al contrario con un pressing permanente.

Cocca sorprendió colocando a Washington Camacho por el carril derecho, innovación que en los minutos iniciales sirvió para plantearle un buen quebradero de cabeza a Madelón. El uruguayo enloqueció con su heterodoxa y desprolija habilidad a un flanco izquierdo de la defensa Tatengue, que no parecía preparada para enfrentarlo. Sin embargo, a pesar de que pudo gambetear y desbordar a sus anchas, la variante tenía sus contraindicaciones: Camacho solía dilapidar las ocasiones promisorias que le granjeaba su tesón cuándo perdía un tiempo al acomodarse para su mejor perfil o bien resolvía de forma chapucera con la derecha. Aún así, Washington era con creces la figura de la cancha. Sólo Triverio, muy atinado en el pivoteo de espaldas y en el retroceso para armar juego, acompañaba con cierta frecuencia. En cambio, el goleador Lucero, atraviesa un bajón en los últimos partidos y se le nota. Si en compromisos anteriores había fallado ocasiones increíbles, contra los santafesinos fracasaba justo antes de generarse esas chances, como si el temor de volver a fracasar lo acechara y lo llevara a flaquear en controles de balón aparentemente fáciles.

Con este panorama, a los locales les costaba horrores traducir su predominio en ocasiones de peligro. La novedad de Camacho por derecha, tan insidiosa en el arranque ya había sido bien conjurada por la zaga visitante, hasta el punto de que pasada la media hora revirtió a su posición habitual en el flanco opuesto. Los destellos innegables del atildado juego de equipo planteado por Cocca no lastimaban a Unión, más allá de algún sobresalto pasajero, como cuándo Triverio no llegó a conectar un desborde de Lucero y tras cartón el propio Lucero elevó su remate.

Entre los varios aspectos de funcionamiento del Halcón que no tuvieron la prestancia que esgrimen de ordinario, uno notable fue el desempeño errático de Aguilera, sobre todo en la primera parte. Muchas veces este tipo de comentarios críticos suelen hacerse a posteriori del hecho consumado: a este cronista le encantaría poder documentar que el apunte en su cuaderno de notas “Aguilera está en cualquiera” fue realizado antes del error que casi le permite a la visita abrir el marcador, apenas motivado por algunos deslices menores, pero que resultaban sugestivos. Así fue esa presunción se hizo más patente con una pérdida en plena salida del volante le permitió a Bertocchi asistir a Palacios, que quedó mano a mano ante Pellegrino, quien evitó la inminente caída de su valla con un achique providencial. Ya un rato antes el mismo jugador, a préstamo de Boca Juniors, había exigido al arquero con un remate bajo y esquinado de media distancia. Estas ocasiones evidenciaban que no sólo que el predominio local comenzaba a desdibujarse, sino también que el Tatengue comenzaba a comprometer el cero en el arco rival. Más allá del peligro que acercaba Palacios, Bertocchi y Alemán hacían buenas migas en el mediocampo y disputaban el predominio local. Contra todo pronóstico, a Defensa no le vino mal la llegada del descanso.

En el complemento, los de Varela recobraron el protagonismo, aunque sin el brillo de otras veladas, mientras que los de Madelón oscilaron entre tramos en los que parecían poder ganarlo de contra y otros en los que lucían adormecidos e inconsecuentes. Más allá de estos vaivenes, el partido fue bastante más entretenido de lo que el empate sin goles parece indicar, sobre todo en una segunda parte que sin ser una joya, tuvo momentos trepidantes. Un elemento polémico pero que le agregó sal y ritmo al juego fue la conducción permisiva del árbitro Pompei, que dejó seguir sistemáticamente en varias acciones que parecían pasibles de ser sancionadas con falta.

Ya con todo arrancó Defensa, que había comenzado a resolver un encuentro muy similar ante Sarmiento en los segundos iniciales del complemento. En este caso, Lucero fue derrumbado en la medialuna, aunque el tiro libre subsiguiente no inquietó a Castro, De todos modos era un signo de que el local pujaría la victoria, ya con Camacho volcado definitivamente a la izquierda y la dupla de cincos Aguilera – Acevedo recuperando el pulso del mediocampo, que se les había negado en los primeros 45. Casi enseguida, Lucero dispuso al fin de una ocasión de gol, tras una buena combinación con Camacho y Triverio, pero el arquero Tatengue se estiró para evitar la apertura del marcador.

Como anunciábamos al inicio de la crónica, el Halcón trocó entonces la paciencia por el vértigo. La incógnita era dilucidar si esa intensidad lo llevaría al triunfo o se lo impediría: por momentos, Unión parecía ahogado y desconcertado por la presión de los de Cocca, pero esa misma aceleración enceguecía al local, que casi siempre dilapidaba sus buenas combinaciones colectivas con imprecisiones en el último o el penúltimo pase. Entre los veinte y los veinticinco se dio el momento más emocionante del partido: primero, Camacho estampó un tiro libre en el palo que tuvo a Ríos como un mero espectador resignado. Al rato, Acevedo se dejó anticipar en su propio campo por Bruna, que dejó a Salinas mano a mano ante Pellegrino, pero el remate del delantero fue trabado in extremis por Báez que regresaba desesperado y la pelota salió amortiguada para que Tejera la controle en la línea. De la réplica de esa misma acción, casi lo tiene Defensa, que llegó tocando a toda velocidad al área rival, tras lo cual un centro de Camacho no llegó a ser conectado por Lucero y el rebote ulterior le cayó a Brian Fernández (recién ingresado por Triverio) que exigió a Castro.

Más allá de esta seguidilla de situaciones de un lado y el otro, las recurrentes imprecisiones en la salida del Halcón, poco habituales en otras jornadas, le complicaban el partido. No sólo porque Unión amenazaba con aprovecharlas y dar el batacazo (cosa que no sucedió) sino porque esos deslices le quitaban fluidez a la apuesta ofensiva de Cocca cuándo más necesitaba encerrar a su rival. Los de Madelón se aferraron a esta oportunidad y hasta se animaron a presionar unos metros más adelante, para forzar el error. Alemán dispuso de dos tiros libres promisorios aunque sus lanzamientos no encontraron el arco. Justamente, una de esas dos faltas vino después de otro error infantil de Tejera en la salida. El propio Alemán lo tuvo al anticipar a todos en un corner, pero el cabezazo salió desviado.

Defensa y Justicia parecía haber perdido el rumbo del partido. Sólo inquietaba con algún remate de media distancia, como uno de Báez tras una jugada preparada. Los arrestos ofensivos solían frustrarse por las definiciones erráticas de sus delanteros, visiblemente nerviosos, que pateaban a cualquier lado desde posiciones prometedoras. Aún así, ya en tiempo de descuento casi lo gana el Halcón, cuándo el enésimo centro de Camacho encontró a Lucero solito (brote del alba) en el borde del área chica, pero el goleador del torneo, con la polvora mojada en los últimos juegos, no pudo desviar hacia el gol. Por fin, un tiro libre de Aguilera en el último minuto de juego fue contenido sin problemas por Castro.

Defensa sumó así su segundo 0-0 consecutivo (también Unión), que por el momento no despierta mayores preocupaciones. El equipo, aun en noches deslucidas como las del viernes, muestra sus virtudes tácticas y estratégicas, y consigue no perder (lleva 9 juegos invicto). Sí llamaron la atención los desbarajustes en la salida desde el fondo que pudieron exponerlo a la derrota y le entorpecieron el camino a la victoria. Si bien los de Cocca mantuvieron el arco en cero por tercer partido seguido, esta vez no fue por solidez defensiva. Fuera de eso, todo marcha viento en popa. La derrota de Banfield dos días después les daría una mano inesperada para recuperar la punta.

Gran expectativa generaba en la previa el clásico entre Instituto y Talleres, que aún sin la tradición que tiene el de “Tallarines” y “Piratas”, no deja de ser vivido con una intensidad importante en La Docta, sobre todo si se trata de los únicos clubes de Córdoba Capital que comparten una divisional de cierta importancia (recién en el Argentino “B” vuelve a haber varios representativos de la ciudad). Las realidades de ambos contendientes no podían ser más diferentes, con la Gloria ocupando puesto de ascenso en soledad y viniendo de ganar en un reducto complicado como Junín; Talleres penando por la posibilidad muy concreta de regresar al Argentino “A” del que tanto le había costado escapar. Sin embargo, el lugar común de que en los clásicos no importa la forma previa se verificó en esta ocasión. Salvo para los fanáticos bobos del posesionómetro (Instituto efectivamente tuvo más la pelota), el partido fue muy parejo e incluso la T mereció un poco más en el balance final.

Tampoco pesó la localía y la ausencia obligada del público visitante. La parcialidad de La Gloria atestó las gradas del Monumental de Alta Córdoba pero no pudo pesar en el juego. Es cierto que los primeros minutos mostraron a un Instituto que buscaba el protagonismo, mientras Talleres esperaba. Sin embargo, a los dirigidos por Miliki Jiménez les costó sobremanera transformar la posesión del balón en jugadas de peligro. Vismara nunca dejó de pedir la pelota pero no encontró los espacios para distribuirla con incisividad, mientras que ni Favalli ni Ereros pudieron generar desequilibrio a pesar de su movilidad constante. La T, en cambio, pudo generar más situaciones que su rival sin requerir demasiada elaboración previa. Encontró un bastión ofensivo muy importante en Pavón, la figura de la tarde. En realidad, el volante tenía miedo de estar demasiado cerca de Shaffer y huyó hacia adelante (?), pero lo cierto es que hizo un verdadero surco por izquierda, como así también cuándo optaba por cerrarse. Las líneas media y defensiva de la Gloria jamás parecen haber tenido claro a quién le tocaba controlarlo y el talentoso pibe, que jugó el mundial sub 17 el año pasado, se hizo un festín entre líneas. Al mismo tiempo, Klusener estuvo tan incansable como criterioso para jugar de espalda y definir el rumbo de las jugadas de ataque. Raro presente el del delantero misionero, al que le está costando horrores convertir goles pero es siempre una pieza táctica clave en su conjunto. El sábado fue pieza fundamental en varias acciones en las que él cumplía el rol de asistidor y los volantes desdoblados en ataque eran los que llegaban a posiciones de remate franco.

De esta manera, el empuje inicial de Instituto se diluyó sin dejar más testimonio que alguna seguidilla de córners, mientras que los tallarines casi abren el marcador sin esfuerzo creativo alguno: un rechazo defensivo sobró a una zaga local muy mal pisada, Klusener no llegó a peinarla de cabeza, pero su retroceso había sido suficiente para dejar una estancia a espaldas de la defensa de la Gloria, espacio que fue aprovechado por Favio Álvarez quién mano a mano con Chiarini buscó inmiscuírsela en el primer palo, acaso con exagerada presición literal: no fue gol sino que pegó en el poste. Los huecos en la defensa de los de Jiménez, sobre todo por el sector de Damiani, invitaban a las contras de la T. El endiablado Pavón se lució con un doble sombrero, el primero a un defensor y el segundo por encima de Chiarini, pero la pelota no encontró destino de gol. Casi enseguida, Leyes se mandó al ataque y recibió en una posición promisoria en el borde del área tras un pivoteo de Álvarez, pero su remate resultó demasiado débil. No cabían dudas de que los de Ghiso, que recién conseguía ingresar al campo en ese momento por un problema administrativo, eran mucho más peligrosos a pesar de tener menos la pelota.

Paradójicamente, o no, Instituto encontró su primera llegada clara en una acción en la que prescindió de su apuesta por la elaboración paciente de los ataques. Un eximio pase frontal de Favalli, casi desde mitad de cancha, dejó a Juan Martín sólo en la medialuna ante la salida desesperada de Santillo. El centrodelantero lo desairó con una emboquillada mansa, la pelota picó en el borde del área chica y… pocas jugadas en el fútbol generan tanta incertidumbre como esas, cuándo ya no hay intervención humana posible pero escapa al cálculo saber si el balón entrará o no. En este caso, la pelota cayó en el techo del arco, flotando presuntuosa sobre la red. Como un preanuncio de lo que ocurriría en el complemento, la enjundia del ex-delantero de Estudiantes de Buenos Aires era la mejor arma que encontraba la Gloria para subsanar sus falencias creativas. Cerca del cierre de la etapa, Martín volvió a amenazar, al controlar juiciosamente con el pecho y exigir a Santillo con un tiro de sobrepique. Pero, casi inmediatamente, el palo volvió a negarle la merecida apertura del marcador a Talleres, esta vez tras un anticipo de palomita de Klusener.

Restaba la duda de si los de Ghiso se estancarían lamentándose por las chances perdidas o si las usarían como asidero de que la victoria era posible. El arranque del complemento los encontró en su mejor momento, ya no apostando a las contraataques, sino acorralando por primera vez a un desconcertado a Instituto. En el primer minuto de juego, ya se vio a Pavón a hacer de las suyas con un enésimo desborde por izquierda y un centro bajo que se volvió remate al arco y obligó a Chiarini a desviar al córner.

Antes de los diez, llegaría la apertura del marcador. Damiani, de floja tarea, debió cortar con la mano un avance de la T y le dejó servido una posición inmejorable para ejecutar el tiro libre a Ezequiel Barrionuevo, que había ingresado por el lesionado Vega. El ex-Sportivo Belgrano no pudo haber aprovechado mejor la ocasión: la colgó de un ángulo, muy lejos de la fútil estirada de Chiarini. Después de varias frustraciones la T pasaba a ganar un partido de los grandes, muy necesario para estimular la esperanza de zafar de la guadaña.

Instituto quedó como alelado, desconcertado, sin la capacidad de reacción que uno le exigiría a un aspirante serio al ascenso. Talleres jugaba cada pelota a cara de perro, mientras que a la Gloria se le escurrían los minutos sin poder lastimar a Santillo. Pero este juego del fútbol es maravilloso porque los atajos al éxito (o al menos a la igualdad, como en este caso) son misteriosos. Anulados los caminos de la generación coordinada de espacios y las combinaciones colectivas, el local apostó por la búsqueda del bochazo salvador a Juan Martín. Con esta basta táctica, los de Miliki comenzaron a generarle a los tallarines los problemas defensivos que no habían podido suscitar con armas más sofisticadas. Los centrales visitantes, hasta entonces impecables en la anulación de espacios para los rivales, comenzaron a penar feo con los pelotazos cruzados para el hombre de área. Ya en el ecuador de la tapa, Martín burló a sus marcadores y consiguió cabecear en soledad en el segundo palo, aunque su testazo salió desviado.

Para peor, ahora la línea media de los de Ghiso, acaso agobiada por el despliegue realizado, no presionaba con la sistematicidad de otrora, con lo cual quiénes enviaban los centros para el faro ofensivo iban encontrando cada vez más facilidad. Así llegó el gol: De Miranda tuvo tiempo y espacio para medir su envío aéreo sin ser molestado. Los defensores de la T la miraron pasar, mientras Juan Martín volvía a hacerse del balón sin marcas. Su definición fue ejemplar: se la acomodó con el pecho, y aunque parecía írsele un poco lejos, es tan largo que estirándose al suelo le alcanzó para batir a Santillo y estableecer la igualdad.

Se abría otro partido. Talleres sufrío el golpe anímico, que se sumaba al desconcierto táctico que su rival le había suscitado con sus simples centros. Jiménez optó por mantener el cambio ofensivo de Velázquez por Damiani, que había planeado cuando iban perdiendo demostrando así su intención de ir por los tres puntos. Un rato antes había ingresado López Macri, más afilado que el reemplazado Favalli, que de a poco iba agregando una complicación encarando por la derecha. Dos minutos después del gol, con la zaga de la T en pleno panic attack (?), casi moja de nuevo Juan Martín tras un centro de Vismara peinado en el camino por un compañero. La búsqueda del centrodelantero por el aire era tan constante y efectiva que también generó situaciones de gol de manera involuntaria. En una contra a pura velocidad, López Macri buscó una vez más a Martín con un centro, pero su envío se cerró sobre el arco, obligando a Santillo a esforzarse para mandarla al córner.

Pero de a poco, Talleres fue recuperando la lucidez. Se sucedió un interesante ajedrez táctico entre los entrenadores. Instituto, como decíamos, atacaba casi con cuatro después de los ingresos de López Macri y Velázquez, entonces Ghiso respondió mandando a la cancha a Sánchez Sotelo por Álvarez, con lo cual los delanteros de la visita quedaban prácticamente mano a mano frente a la defensa de La Gloria. Tras ciertas vacilaciones, Miliki rearmó su defensa con el ingreso de Masuero en lugar de un Ereros, que a decir verdad ya no aportaba demasiado.

La tesitura de ambos le dio un tinte curioso a los minutos finales. El mediocampo, que había sido el escenario privilegiado de casi todo el cotejo, trocó por un pase de magia en un mero lugar de paso de unos y otros. Pero contra lo que podía imaginarse, esta tendencia no generó más situaciones de gol sino menos. Es que Talleres estaba agotado físicamente, mientras que Instituto atravesaba una tarde poco inspirada. Así y todo, ya en tiempo de descuento la Gloria estuvo al borde de llevarse una victoria inmerecida, otra vez a través de un balón por el aire, vía indescifrable para la zaga de la T. Un hombre de Instituto ganó en el primer palo tras un córner y habilitó a dos compañeros que entraban totalmente desmarcados por el segundo palo. Talleres tiró mal el off-side, pero en otra de esas paradojas que nos entusiasman, el zaguero que quedó enganchado alcanzó a desviar el rumbo de la pelota, casi imperceptiblemente, pero lo suficiente como para descolocar a un Velázquez que se relamía pero terminó resolviendo incómodo a pesar de estar sólo en el área chica ante Santillo, porque la pelota le quedó muy abajo y se la llevó por delante. De esa misma jugada sacó una contra bárbara Talleres, pero Sánchez Sotelo falló al mandar el centro. Ese intercambio de lances fue un justo cierre para un partido que no ofreció brillo en lo técnico pero que brindó algo que vuelve interesante a cualquier justa futbolística y que cuándo se da en un clásico es directamente impagable: más allá de los mencionados vaivenes en el dominio de uno y otro, en todo momento parecía que cualquiera de los dos equipos podía convertir un gol. No se le puede pedir demasiado más a un derby (?) para que sea emocionante. Más allá de la frustración por el yerro final de Velázquez, dio la sensación de que el empate le sirvió más a Instituto tanto por la posición en la tabla como por el desarrollo del partido. Sin embargo, no deja de ser promisoria la forma en que Talleres, con Ghiso a cargo, mantuvo a raya a dos de los candidatos al ascenso en el espacio de siete días. El problema es que falta demasiado poco en el certamen como para descansar en promesas.

Banfield cedió la potestad única sobre la punta de la tabla tras una flojísima actuación en Corrientes. Se los notó sin fuerza a los de Almeyda, algo muy extraño en una campaña dónde esa virtud faltó raras veces y supo compensar los altibajos en la calidad de su juego. Sin lugar a dudas, la ausencia de Nico Domingo, acaso también la de Erviti (el condicional es porque Walter no ha sido un imprescindible desde su llegada, pero suponemos que hubiera llenado mejor el hueco) resultó clave. El León triste (?) apostó por ubicar a Yeri como volante central y adelantar a Toledo como carrilero derecho. Los dos lucieron apresurados, incómodos e imprecisos, lo que condenó desde el inicio la elaboración colectiva del puntero. Sólo Tagliafico, a pesar de la torpeza del final que lo condenó a la expulsión, puso algo de claridad en el medio. Cazares estuvo muy movedizo, pero a veces es tan poco criterioso para distribuir el balón que su innegable capacidad para desmarcarse y su voluntad de pedirla siempre le terminan jugando en contra (?). Justo es decir que una habitual figura como Chávez no anduvo demasiado mejor que el ecuatoriano. El juego pasó mucho por el delantero, apostado en el wing izquierdo, pero éste apostó testarudamente por resolver de manera individual, casi siempre mal.

Por el lado opuesto, Boca Unidos presentó una propuesta equilibrada entre el respeto al encumbrado y la audacia para lastimarlo. Desde el comienzo, se vislumbraba que Lucas Oviedo era el eje del juego de los locales. El ex-Sarmiento de Junín se fue convirtiendo de a poco en la figura de la cancha y fue el principal causante de que en un primer tiempo tan parejo como aburrido, los de Trullet gozaran de una capacidad de gestión ofensiva superior a la de Banfield. De todas maneras, en el arranque esta diferenciación representaba un matiz muy leve: a los dos les costaba horrores generar peligro y pasados los primeros diez minutos, la impaciencia hizo proliferar los intentos de media distancia, que jamás inquietaron a Garavano ni a Servio. O iban mansos a sus manos o se perdían lejos de los tres palos.

Sin embargo esa pequeña superioridad de Boca Unidos terminó resultando un adelanto del rumbo que tomaría el partido. En el marco de un trámite tedioso, los correntinos al menos generaron dos jugadas de peligro franco antes del descanso. Dening con su despliegue, Bastianini para pivotear de espaldas se fueron sumando de a poco al aceptable rendimiento de su mediocampo y Banfield comenzó a tambalear. A los 21, justamente en una combinación entre los dos hombres de punta casi llega la apertura del marcador. Dening desbordó desmarcado por derecha tras una buena cesión de Raymonda y habilitó a Bastianini, al que la pelota le quedó un poco atrás, a pesar de lo cual frenó su carrera y sacó un violento remate que obligó a una gran tapada de Servio. El ex-denunciante de coimas (?) se le quejó a su compañero por la inexactitud del pase, pero en el segundo tiempo -spoiler alert (?)- ni un balón en posición incómoda le resultaría un obstáculo. A los 33, volvió a descollar el arquerito a préstamo de River, al mandar al córner un esquinado remate bajo de Raymonda. Fueron las únicas jugadas de peligro en una primera mitad muy deslucida, casi al límite de lo vulgar. El local había sido un poco más pero muchos se preguntaban si no habría dejado pasar su momento, sabedores de que Banfield en muchos cotejos suele reponerse de tramos desfavorables con alguna inspiración abrupta.

Para el complemento, Almeyda buscó ese efecto de recuperación mandando al campo a Bertolo en lugar de Cazares, pero el ex-Nacional no aportó las soluciones esperadas. Muy por el contrario, Boca Unidos fue de a poco trocando su tibia superioridad en dominio liso y llano. El cambio de tesitura de los de Trullet fue la clave de un segundo tiempo mucho más entretenido que el primero. Apenas iban seis minutos cuando llegó la apertura del marcador. Dening, de encomiable versatilidad toda la tarde para desbordar equitativamente por ambas puntas, esta vez recibió totalmente libre por izquierda, aprovechando un chapucero intento de anticipo de Toledo. A continuación lanzó un centro perfecto, no un ollazo aproximativo sin destino preciso como suele suceder, sino un pase medido a la cabeza de Oviedo, que a pesar de su estatura promedio, supo picar al segundo palo y saltar con singular galanura (?) para someter a Servio con un frentazo inatajable.

Lejos de reaccionar, los de Almeyda resultaron muy acontecidos por la desventaja, hasta pareció que Boca Unidos podía liquidarlo, porque seguía acercando más peligro. A pesar de la merma física de Raymonda, su declive casi no se sentía por el despliegue descomunal de Oviedo que no iba en desmedro de su criterio distributivo, mientras que la dupla ofensiva de los correntinos seguía bien enchufada. Justamente el inspirado Dening armo una apilada sensacional, con sombrero incluido, que no fue el segundo porque se le fue un poco larga en el anteúltimo toque y porque un Servio que ya era figura estuvo rapidísimo para achicarle el ángulo. Como un emblema de la confusión que atravesaba el líder del certamen, la misma jugada casi termina con un gol en contra, cuándo tras la tapada de “Batman” la pelota quedó boyando, Toledo la despejó a lo bruto, le pegó a Noguera y se fue apenas por arriba del travesaño.

Pero a contramano de lo que marcaba esa acción en particular y el trámite del cotejo en general, sería la visita la que se beneficiaría de un insólito autogol. Jonathan Requena, que acaba de ingresar, lanzó un pelotazo frontal sin compañeros a la vista. Maldonado cerraba tranquilo como último hombre, con Salcedo demasiado lejos como para inquietarlo. Sin embargo, el ex-Gimnasia inexplicablemente cabeceó hacia su valla mientras su arquero Garavano corría hacia el otro costado para recoger el envío. Maldonado inició una loca carrera intentando enmendar su error pero no llegó a despejar. Tras cartón, sacó la pelota de adentro, consoló a su guardavalla y se puteó con un hincha allende el alambrado (!). Sin demostrar mérito alguno, Banfield se encontraba con un empate de la nada. La suerte del campeón, parecía. Pero ni a ese guiño del destino supo hacerle justicia el Taladro. Antes bien, la pintoresca reacción del desdichado defensor arriba mencionada resultaría una evidencia de lo que se vendría. Boca Unidos reaccionó sin dejarle lugar a los lamentos, mientras que los del Sur del Gran Buenos Aires siguieron navegando en la intrascendencia. Ni la lesión de una de sus figuras, Emanuel Dening, casi simultánea con el gol sufrido, aplacaría el tesón del local. Claro que lo reemplazó el Pipa Estévez, pavada de recambio.

El blooper de Maldonado no fue entonces la bisagra que parecía ser, sino un mero paréntesis accidental. Los correntinos retomaron dónde habían quedado y fueron a buscar los tres puntos que merecían. Poco después de la media hora, el intratable Oviedo casi restablece la ventaja con un tiro libre que efectuó desde la izquierda, casi sin ángulo y se estrelló en el travesaño. Pero no hubo tiempo para que esta ocasión dilapidada hiciera crecer la impaciencia en los locales: dos minutos después llegaría el gol del triunfo. Un córner para los de Trullet parecía diluirse en la nada, pero Requena despejó pifiado y Raymonda lanzó un centro presuroso al segundo palo que agarró muy mal parada a una zaga de Banfield que estaba en plena salida. Alguien se la bajó a Baroni, que fusiló a un Servio que volvió a responder de gran forma. Pero la pelota le quedó a Bastianini, un poco alta y detrás de su torso, es cierto, pero esta vez en lugar de quejarse como en el primer tiempo (?) por la incomodidad o la mala suerte, peló un precioso taco para poner el 2-1 ante el arco desguarnecido. Enorme definición para ganar el partido del lungo delantero, un futbolistas cuyas ostensibles condiciones técnicas suelen ser atenuadas por su escasa capacidad de gol. Cuando consigue convertir como el domingo, poco hay para reprocharle.

Recién entonces (faltaban diez minutos más el descuento) se verificó en Banfield una reacción consistente con sus antecedentes en el torneo. La intensidad ofensiva de los de Almeyda, casi una marca de fábrica, se hizo presente de manera tardía en el estadio, como una barra brava que se demora boludeando y tirando tiros en los peajes (?). Salcedo complicó con uno de sus tiros libres endiablados, de esos que pican en el área chica, con el agregado de que la pelota pasó del sol a la sombra. Chapeau pues para Garavano, que no le perdió pisada al balón y la sacó al córner. Pero ya era demasiado tarde como para que esa furia reencontrada del Taladro diera dividendos. Por el contrario, sus mediocampistas perdieron los bríos al jugar casi sin protección defensiva y recurrieron a las faltas violentas. En dos acciones casi sucesivas, Tagliafico y Yeri vieron la roja y sentenciaron prácticamente toda intención de remontada. Apenas Bertolo en una ocasión llegó a dominar la pelota en el área como para empatar heroicamente con nueve, pero no llegó ni siquiera a transformarla en una ocasión de peligro. Por el contrario, Boca Unidos estuvo cerca de liquidarlo de contra, amparado en un Estévez que supo tomar la posta de sus compañeros más fatigados. Ya en tiempo recuperado estuvo cerca de estirar la diferencia el debutante Iván Díaz, un formoseño que se formó futbolísticamente en Paraguay antes de recalar en Corrientes, un verdadero mensú de la pelota (?).

No hubo tiempo para más. Boca Unidos festejó tres unidades que le sirven para engrosar su promedio a futuro (este año lo exime de peligros su excelente campaña 2011-12) mientras que Banfield sumó una preocupación más allá de su posición desahogada en la lucha por el ascenso. Queda la incógnita de que sucederá con el espacio dejado vacío por la suspensión de Yeri, la Ginger Spice (?), si Erviti y Domingo no se restablecen. Sobre todo porque Almeyda, a pesar de haber sido un volante central de primera línea mundial, parece sostener para esa posición la filosofía de los Auténticos Decadentes (?) de que cualquiera puede jugar. ¿Recurrirá a Cazares, Salcedo, Servio, Luciana García Pena?

Después de un comienzo de 2014 lamentable, en el que no pudo alcanzar a un Independiente que encadenaba resbalones, Crucero del Norte recuperó ciertas esperanzas de pelear por el tercer ascenso con sus victorias consecutivas ante San Martín (San Juan) y Almirante Brown, este último en un cotejo postergado que se recuperó entre semana. Su visita a Caballito le abría la posibilidad interesante de alcanzar a Instituto tras su empate en el clásico y de meterle presión a Independiente, que jugaba más tarde. Pero los de Schurrer tuvieron una actuación muy deslucida, más a tono con lo que venían mostrando en semanas anteriores. Es cierto que el cotejo se les hizo muy cuesta arriba, porque Ferrocarril Oeste encontró muy rápido la ventaja, mediante un penal a los seis minutos. Manzanares derribó en el área a Vegetti, un error infantil si agregamos el dato de que en ese momento apenas llovía un centro extremadamente inofensivo sobre las 18. Eduardo Tuzzio lo cambió por gol y puso al Verdolaga en la senda de una victoria que resultaría inesperadamente apacible.

Es que sin ser una máquina ni mucho menos, los de Medero y Marini se montaron sobre la eventualidad favorable de la ventaja inicial y edificaron una actuación muy sólida en todas sus líneas, especialmente en el mediocampo. Salvo el talentoso Coll, que anduvo medio desaparecido, el resto de los valores del local hicieron aportes sustanciosos. Carranza complicó siempre con su habilidad endiablada, Lemos estuvo presto para la recuperación y atento para la distribución, Acuña aportó movilidad y llegada, mientras que Zaninovic y Chimino ensanchaban el radio de acción de su equipo avanzando por los costados. El lateral derecho no sólo brindó sus proyecciones, sino que estuvo muy atento a la hora de la marca, redondeando así su mejor performance desde The Deer Hunter (?). Por el lado de Crucero del Norte, por el contrario, sólo Cólzera parecía demostrar una actitud a la altura de la ocasión que se jugaba su equipo. Cerca del cuarto de hora, el ex-Huracán gestó la única ocasión de la que dispusieron los suyos para empatar, en la que asistió la subida de Nievas Escobar que buscó sorprender a Loza de emboquillada pero encontró el techo del arco.

Ante la pasividad del conjunto misionero, Ferro seguía encontrando los caminos hacia la valla rival. Acuña fue el protagonista de dos acciones casi consecutivas para aumentar, un remate desde afuera que salió desviado, y otra mucho más clara, un cabezazo esquinado de pique al suelo que Caffa desvió al córner con bastantes dificultades. Sobre la media hora, los Verdolagas darían el que resultó el golpe de gracia. Carranza lanzó un tiro de esquina con un efecto precioso y Vegetti lo conectó con un violento testazo que dejó sin respuestas a Caffa. El 2-0, acaso exagerado, premiaba de todos modos la concentración y la dedicación de los locales.

Hay que reconocer que Crucero del Norte no se rindió inmediatamente ante el aumento de su desventaja sino que abogó por el descuento, con lo cual el cuarto de hora final de la primera etapa brindó lo mejor que le quedaba al partido, en el que ambos conjuntos intercambiaron llegadas. Primero, Rosso exigió a Loza tras la segunda jugada de un córner. Acto seguido, Carranza casi marca el tercero ¡de cabeza! tras un buen centro de Zaninovic. Al rato, la visita estuvo cerca de achicar distancias nuevamente mediante un tiro libre de Cólzera controlado una vez más por Loza.

Pero una vez completados los primeros cuarenta y cinco pareció difuminarse cualquier atisbo de reacción de los de Schurrer. Cuándo en una crónica de un partido se afirma que “el segundo tiempo estuvo de más”, suele tratarse de una estratagema retórica de un redactor con fiaca (?), pero en este caso fue sencillamente cierto. Porque a Ferro le pareció demasiado derroche de magia (?) su actuación del primer tiempo y se limitó a gestionar la ventaja mientras que Crucero del Norte empujó sin demasiada convicción. Cólzera siguió siendo el último creyente de la improbable causa de una remontada, aunque por algunos momentos contó con el apoyo de una mayor participación ofensiva del centrodelantero Ernesto Álvarez, que se prodigó algo más que en la primera etapa. Los de Garupá generaron algunos acercamientos, es cierto, pero ni muy seguidas ni demasiado claras, sin la capacidad de suscitar una corriente emocional positiva. Loza, que se fue convirtiendo en figura con pequeños gestos, contuvo un buen remate de Fileppi. Un rato después, Cólzera elevó un tiro libre promisorio. Varios minutos después, Álvarez conseguiría por fin deshacerse de Loza pero la bola se le abrió y quedó sin ángulo. Tampoco podría el 9 de la visita con un remate desde afuera, ya en las postrimerías del juego. Ni para el descuento habría lugar en la infausta tarde-noche de Crucero. En cambio, sufrirían la expulsión de Fileppi que apeló a ciertos estúpidos códigos futboleros para ajusticiar a un Carranza que segundos antes lo había desairado con un caño delicioso y continuó su apilada con una gambeta adicional, situación que el ex-Racing aprovechó para volver sobre sus pasos y ajusticiarlo con un patadón descomunal, que le valió con toda la justicia la tarjeta roja.

La defección posterior de Independiente mantiene con vida las expectativas de los misioneros que recibirán a los de Avellaneda el próximo lunes. En cuánto a lo futbolístico, los de Schurrer parecen estar muy lejos del andar de un candidato al ascenso, pero lo cierto es que con ese criterio subirían sólo dos equipos. Y suben tres. Va estar muy divertida la lucha por la tercera plaza en Primera, qué duda cabe.

El debut con goleada del Chulo Rivoira y la defección militante de los demás aspirantes al tercer ascenso habían hecho renacer las expectativas en Atlético Tucumán. La gauchada brindada por el fixture, con dos cotejos seguidos en condición de local parecía colaborar en la conspiración. Pero el Decano volvió a tropezar con sus propias limitaciones, aunque salvó un punto de manera agónica como para evitar la depresión total. Es entendible, no fuera a ser que Independiente Rivadavia les ganara y los mendocinos cometieran el error de prenderse (?).

La Lepra arrancó más cómodo a pesar de su condición de visitante y desarticuló sin demasiado esfuerzo los arrestos poco inspirados de los tucumanos, que sólo apuraban con remates de media distancia y pelotas paradas. De a poco, Independiente se fue animando en algunas contras, y poco antes del cierre de la etapa consiguió una estratégica ventaja. Contó para ello con el desinteresado aporte de Cristian Lucchetti, a quién se le escurrió un centro bajo por debajo de los guantes y dejó a su valla a merced de Abel Peralta, que con una estirada puso el 1-0 para la visita. De inmediato reaccionaron los de Rivoira, que a pesar de que faltaban dos minutos se las ingeniaron para generar dos chances claras para empatar, bien conjuradas por Josué Ayala.

El arquero ex-Boca seguiría pareciendo imbatible durante casi todo el complemento. Amén de sus atajadas, varios futbolistas locales en posiciones promisorias desviaban sus remates, sin exigirlo. La impaciencia fue ganando al Decano, mientras la defensa de Independiente Rivadavia ajustaba algunas piezas y le cerraba los caminos. Hasta pareció que los mendocinos podían liquidar el pleito en alguna contra. Sin embargo, cuándo las expectativas parecían finiquitadas para propios y extraños, La Pulguita Rodríguez salvó las papas con una definición de otro partido, en el cuarto minuto agregado. Al delantero le llegó una pelota a media altura, en las inmediaciones de la medialuna y como si fuera la cosa más fácil del mundo, la cazó de aire con un derechazo inatajable para Ayala. Esta agónica igualdad abre la posibilidad de que los fracasos de Atlético Tucumán en las proximas fechas puedan seguir siendo considerados pecheadas por la Real Academia Española. Los dirigidos por Trotta lamentaron los dos puntos perdidos sobre la hora, porque se les escapa definitivamente la pelea de arriba y no terminan de zafar de la de abajo.

Aldosivi y Huracán igualaron en el estadio José María Minella en un partido que se dividió en un primer tiempo parejo y una segunda mitad con predominio claro del local. Aldosivi, desde la llegada de Franco, ha tenido altibajos en cuanto a resultados y rendimiento, pero sostiene tesoneramente su confianza en la propuesta futbolística del entrenador. Huracán, en cambio, parece un equipo diferente según juegue o no en el palacio Tomás A. Ducó y va dilapidando sus últimas esperanzas de prenderse en la lucha por el tercer ascenso. Desde el inicio, el Tiburón demostró una mayor fluidez en el juego y una capacidad para desbordar por las bandas, sacándole provecho a su esquema con dos wines. Rius y especialmente Malcorra tuvieron a maltraer a Huracán, apostándose en el hueco que había entre la zaga y la línea media del Globo. Pero dijimos que los primeros 45 habían sido dentro de todo de parejos, y la explicación la encontramos en el hecho de que los de Kudelka todavía tuvieron en esa etapa la capacidad para complicar de contra, con lo cual aún teniendo menos la pelota, generaron más peligro que su rival y se fueron en ventaja al descanso. Espinoza y en menor medida Defederico fueron los adalides de esas réplicas, que tuvieron su expresión más interesante en un sablazo del chico Espinoza que reventó el travesaño, luego de una pelota que había recuperado enjundiosamente él mismo. Acto seguido, llegaría la primera polémica de la noche, cuando el árbitro Álvarez anuló un gol de cabeza de Vildozo por considerar que se apoyó en Mandarino para potenciar su salto. Hubo un leve empujón, es cierto, de esos que a veces se cobran y a veces no. En consonancia, con esa práctica, en esta jugada al referí le damos la derecha y no se la damos (?). El cotejo era de ida y vuelta. Espinoza desbordó por enésima vez y Navarro casi se la mete en contra. Del otro lado, Aldosivi llegaba cerca del arco visitante con facilidad, pero Domínguez y Capurro estuvieron atentos para despejar dos balones picantes que surcaban su área.

A dos minutos del cierre, Huracán conseguiría la apertura del marcador, no sin un toque de fortuna. Es que Caruso, en posición de ocho, buscó sorprender con un disparo al arco que no ofrecía perspectivas demasiado prometedoras, pero su rastrero remate bajo se transformó en una asistencia a Ramón Ábila, que recibió cerca del punto penal y clavó el 1-0 con un derechazo potente. El Globo, sin merecerlo, se iba en ventaja al descanso y se ilusionaba (en ese momento se confirmaba el empate de Instituto, que jugó una hora más temprano). Hasta casi se lleva un premio aún más exagerado cuándo Cajaravilla casi bate su propia valla en tiempo recuperado. Del lado de Huracán algunos reclamaron que encima de esa trastada, el defensor de los marplatenses le estaba haciendo penal a Eduardo Domínguez. Nuevamente, es de los que a veces se sanciona y a veces no.

Pero lo cierto es que el momento en el que los de Parque Patricios mejor defendieron la ventaja fue en el entretiempo (?). Los de Franco fueron una verdadera tromba desde el inicio del complemento, confirmando esa adhesión militante a su idea futbolística que destacábamos al principio. El Globo quedó tempranamente acorralado y la igualdad de Aldosivi apenas transcurridos cuatro minutos no sorprendió demasiado. Malcorra ganó en el primer palo tras un corner, exigiendo a Marcos Díaz que consiguió rechazar el cabezazo pero se la dejó servida a Vildozo, que sólo tuvo que empujarla ante el arco vacío. Huracán no reaccionó con la pérdida de la ventaja, sino que quedó a merced del ritmo que el Tiburón le imponía al partido.

En el marco de ese predominio del local, llegaría la principal polémica de la noche, motivada no tanto por el fallo en sí sino porque el juez se echó atrás en su decisión original. Malcorra avanzó una vez por la izquierda y cedió hacia el centro para la subida de Navarro, que armó un jugadón limpiándose dos tipos casi sin espacio dentro del área antes de lanzar un violento centro. La pelota pegó -¿en la mano o la cabeza?- de Arano y Álvarez señaló el punto penal. Sin embargo, tras ver a Chiche desplomado en el suelo por el impacto del pelotazo, reconsideró su decisión y cobró córner. La repetición deja pocas dudas, el ex Racing hace un gesto defensivo con su brazo para evitar el impacto, pero no alcanza a evitarlo, el balón da de lleno en el rostro y desfigura su singular belleza facial (?). Los principales reproches al árbitro vinieron por el lado de que un jugador podría fingir un desmayo para revertir un fallo (lo quiso hacer Damiani en el clásico cordobés en la jugada previa al gol de Talleres) o bien que el juez había desconfiado de su propia visión. Pero nosotros, contra la vindicta general, vamos a defender calurosamente la decisión de Álvarez, más aún por el contexto en que lo hizo, decidiendo en contra del conjunto local. Contra lo que propone una concepción del arbitraje anclada en el empirismo del siglo XVII (?) los datos de los sentidos no están carentes de confusión, y el referí reinterpretó lo que había visto en primer término tras examinar el estado de Arano. El árbitro no es un científico, ni siquiera un juez a pesar de la homonimia, en todo caso es un médico clínico, mezclado con policía y rastreador riojano. Estimamos que en el semblante del defensor desplomado habría signos claros del impacto que descartaban una posible exageración y nos parece perfecto que Álvarez los haya tenido en cuenta para revisar su decisión, porque descifrar esos signos también es parte de su trabajo, aunque el reglamento no lo reconozca expresamente. Algún malpensado dirá que esa observación estaba viciada de nulidad porque el Chiche siempre está babeante y con cara de pelotudo (?), lo prueban las fotos que ilustran el post, pero bueno, vayan a quejarse a Pasteur porque no fue mano.

Más allá de que fue la obvia comidilla de la tarde-noche, esta acción no modificó la tendencia del trámite. Los marplatenses mantuvieron su supremacía ante un Globo que no generó ni una ocasión franca para convertir en toda la segunda mitad. Apenas pasado el cuarto de hora, Damián Martínez pescó el rebote de un córner y sacó un derechazo furibundo. Díaz, muy tapado, no atinó a reaccionar, pero lo salvó su palo izquierdo. De a poco, el Tiburón comenzó a demostrar cansancio y perdió tanto el énfasis como la precisión ofensivas. A pesar de esa merma en la intensidad del local, Huracán no atinó a reaccionar jamás y pareció conformarse con el empate, lo cual arroja una imagen muy pobre respecto de sus aspiraciones genuinas. Aún con su bajón del tramo final, Aldosivi siempre lució más peligroso y tuvo la última ocasión del cotejo, un remate desviado de Rius ya en tiempo adicionado. Los de Franco, que se fue expulsado por protestar en la jugada del fallo reconsiderado, siguen fuera de los puestos de descenso aunque lamentan el tercer empate consecutivo en cotejos en los que merecieron mejor suerte. Respecto de los Quemeros, lo mejor que podemos decir es que la fecha que viene son locales y les toca jugar bien (?)

Este certamen es muy contemplativo con los candidatos de reacción lerda. A pesar de múltiples defecciones, San Martín (San Juan) sigue con chances para optar (?) por el tercer ascenso, del que quedó a seis puntos tras vencer a un Sportivo Belgrano, que por el contrario se complica cada vez más en la tabla de promedios. Los del interior cordobés venían llevando bien esta primera temporada en la B Nacional, pero sumaron un punto de los últimos doce, ya están en puesto de descenso directo, lo que motivó la renuncia de Dalcio Giovagnoli al día siguiente del partido. Al cierre de esta edición, se confirmó que su reemplazante sera el inefable Carlos Ramacciotti.

Asconzábal intentó darle un sacudón al irregular Verdinegro, disponiendo cuatro cambios respecto del equipo que había perdido con Crucero del Norte, y si bien la apuesta no dio dividendos futbolísticos ostensibles, sí resultó efectivo en el resultado: San Martín no jugó bien, pero si consiguió dominar la mayor parte del cotejo, ante un conjunto que no encuentra respuestas deportivas ni anímicas. Con dos equipos alicaídos el trámite fue pobre, por momentos soporífero.

Los sanjuaninos recién pudieron quebrar el cero en el complemento y a través de una pelota parada, todo un emblema de su incapacidad para generar juego asociado. A decir verdad, fue un gol de otro partido, un tiro libre impresionante de Mauro Bogado al palo del arquero Rigamonti, que nada pudo hacer. Recién entonces despertó de su modorra Sportivo Belgrano que llegó a arrinconar bastante a los locales. Pero éstos contaban con un arma secreta: la lesión de Pocrnjic (?). Es que Ardente, su reemplazante, entró muy enchufado y se convirtió en la inesperada figura de la tarde al ahogar varios remates con destino de gol. Probablemente los cordobeses no merecían empatar, pero San Martín merecía que le empaten (?). Desgranando esta paradoja se fue acabando el tiempo en este deslucido cotejo, no sin que antes la visita volviera a frustrarse por un gol anulado a Verino primero, y una acción de gol salvada in extremis por el recién ingresado Hoyos ya en tiempo adicionado. Como una marca de la irregularidad de este certamen, San Martín no sólo fue el equipo más encumbrado de la tabla que consiguió ganar en esta fecha(llegaba décimo, ahora quedó séptimo) sino que fue el único de la mitad superior de esa clasificación en sumar de a tres.

Brown (Adrogué) se impuso a Villa San Carlos y tomó algo de aire en la pelea por zafar del descenso, en la cual su vencido del sábado ya parece haber arrojado la toalla. Los dos debutantes de esta temporada provenientes de la B Metro, pero cuyo historial más extenso en común se dio mucho más abajo que en el escalón que ocupan actualmente, en la Primera “D” incluida la época allá por los 70 en la que compartían la cotidianeidad de la zona sur (el certamen estaba dividido regionalmente) con cierto equipo de Florencio Varela ligado a la línea 148. Brown y San Carlos compartieron diez temporadas en la última categoría directamente afiliada, cinco en la “C”, cuatro en la B metropolitana y sólo ésta en la B Nacional.

A pesar de las dificultades que tuvo San Esteban para armar el equipo, aquejado por lesiones y suspensiones en el marco de un plantel poco numeroso, los de Berisso sorprendieron presionando bien adelante a su rival e inquietando con algunos remates de media distancia de Sapetti. El viento huracanado que atravesaba el conurbano en la tarde del sábado fue un protagonista inesperado y adicional del cotejo, ya que las ráfagas modificaban caprichosamente los derroteros del balón. Los de Vicó, que habían arrancado adormilados, tuvieron la suerte de abrir el marcador en su primera ocasión de peligro. Fabro aprovechó una seria desatención de la zaga visitante y definió sin marca ante un desprotegido Sessa. Pero Villa San Carlos alcanzó la igualdad pocos minutos después, con un certero cabezazo de Troncoso tras un envío a balón parado de Galeano. El partido se volvía inesperadamente atractivo de golpe, y esa seguidilla de goles tuvo su colofón a cuatro del final de la primera etapa, cuándo Brown volvió a pescar mal parada a la improvisada defensa de San Carlos, esta vez con una intervención destacada de Joel Barbosa, que recuperó la bola y asistió a Guerreiro, quién volvió a someter a Sessa para poner el 2-1.

Esa ráfaga de goles del tramo final de la primera etapa fue menos insistente que las enviadas por Eolo (?). El segundo tiempo volvió a deshacerse en la vulgaridad, si bien no faltaron roces y patadas en el mediocampo para mantener la cosa interesante (?). Brown se recostó en defensa, confiándose en la impotencia ofensiva y los huecos defensivos de sus rivales. Los de Vicó tuvieron varias para liquidarlo de contra, pero sus jugadores no estuvieron finos. Villa San Carlos buscó con insistencia pero sin ideas. Recién en los minutos finales consiguió acorralar a los locales y transformar a Giordano en (modesta) figura. Un empate no le hubiera quedado mal al partido, pero el resultado premió al conjunto que supo ser un poco más pillo en una jornada en la cual no abundaron las virtudes.

Patronato y Sarmiento empataron en un cotejo que tuvo sus máximas emociones concentradas en unos pocos minutos y la mayoría de su desarrollo signado por una medianía lindera con el sopor. En la primera etapa se repartieron el dominio, al principio Sarmiento, luego Patronato y las escasas ocasiones de gol, una por lado. En el complemento, arrancó considerablemente mejor el cuadro entrerriano, sostenido por la movilidad de Lautaro Comas y el manejo criterioso del Pipi García. Casi llega la apertura del marcador tras un jugadón del propio Comas que peleó una pelota que se iba por línea de fondo, continuó con una excelente apilada individual caño incluido, desairó al arquero Ischuk y se la cedió a Pacco, cuyo remate fue despejado en la línea por Delgado.

Sin embargo, en contra de la tendencia del partido (against the run of play como dicen los ingleses), serían los juninenses los que se pondrían en ventaja. Tamburelli se hamacó muy bien de izquierda a derecha y envió un insidioso centro que dejó a dos de sus compañeros cara a cara con Bértoli. Ramiro López se la bajó con el pecho al recién ingresado Córdoba (habilitado porque estaba detrás de la pelota) y este facturó sin dificultades. Por suerte para el Patrón, consiguió igualar tres minutos después, antes de comenzar a desesperarse. La conquista fue un mérito casi exclusivo del Pipi García. El enganche recibió un centro pasado poco prometedor de Márquez, pero ni los dos marcadores que lo encerraban, ni el escaso ángulo de tiro, ni el igualmente escaso espacio de recorrido que había entre su pie y la pelota lo amedrentaron. La picó deliciosamente de zurda, al palo más lejano de Ischuk. Una verdadera joya del ex-Almirante Brown.

La exquisita igualdad renovó los bríos del local que fue protagonista casi excluyente del tramo final del partido. La expulsión de Delgado a quince minutos del cierre no hizo sino profundizar esta tendencia, pero a Patronato le faltaron ideas para plasmar su dominio en el marcador, si bien consiguió a exigir un par de veces a Ischuk antes del pitazo final que rubricó el 1-1.

Douglas Haig se impuso 2-0 a Gimnasia de Jujuy en un partido de 7,5 puntos (?) por la permanencia en la divisional. El primer tiempo arrancó de forma prometedora con varias chances en el cuarto de hora inicial: del lado del local, un mano a mano de Cuevas conjurado por Hoyos y un centro de Mazza que Etevenaux no conectó por centímetros; el Lobo contestó con un remate de Céliz que tenía destino de gol, pero pegó en la espalda de Gioda. Pero tras ese interesante comienzo, el ritmo del cotejo se fue desinflando. Los de Guglielminpietro, obligados por la localía, tuvieron mayor control de la pelota, pero Gimnasia tuvo la jugada más clara antes del descanso en los pies de Bauman, quién no pudo concretar.

En el complemento, los pergaminenses profundizaron su apuesta ofensiva con un buen ingreso de Cabalucci, pero lo cierto es que más allá de ese dominio, contaron con la ayuda inestimable del árbitro Ariel Suárez, que sancionó un penal que no fue, cuándo Hoyos volvió a ganar en el mano a mano ante Cuevas, pero el delantero se dejó caer y el referí compró, o lo compraron, no queda claro. Para peor, los de Sciacqua se quedaron con diez por expulsión de Poclaba, que reclamó encendidamente. Acto seguido, Etevenaux facturó desde los doce pasos para darle la ventaja a Douglas Haig.

Con uno menos, Gimnasia no tuvo capacidad de reacción. Para peor, tres de sus valores (Solís, Hoyos y Antonio Domínguez) llegaron a la quinta amonestación, lo cual sumado a la roja contra Poclaba los dejará severamente diezmadas para el próximo cotejo ante San Martín de San Juan. Tras el primer gol, el conjunto bonaerense manejó el partido a sus anchas y liquidó la cuestión en tiempo agregado con otro penal, que en esta ocasión hay que reconocer que fue clarísimo, ya que Domínguez se lo llevó puesto a un Mazza que enfilaba hacia el gol. Cambió el pateador pero no la eficacia: a Julio Mozzo le tocó establecer el 2-0 definitivo. De a poco, Douglas va zafando de las preocupaciones por la permanencia amenazada, las mismas en las que están empantanados sus vencidos del domingo: a los jujeños se les cortó una racha de seis cotejos sin caídas que no les alcanzó para salir de los puestos de descenso. Es cierto que el desplome de Sportivo Belgrano les da algo de aire, pero si los sanfrancisqueños (o mismo Talleres) vuelven a sumar tupido, quedarán complicadísimos.