En el día de ayer José María Aguilar se reunió con Mario Israel y algunos otros dirigentes más para definir quien se encargará de tomar ahora el hermoso timón de ese crucero de lujo que es River (?). Descartada la autopostulación de Matías Almeyda de ser técnico-jugador, luego habría arrepentimiento del jugador, los nombres se centraron en alguien que ya fuera entrenador del club: Leonardo Astrada.
En el día de ayer José María Aguilar se reunió con Mario Israel y algunos otros dirigentes más para definir quien se encargará de tomar ahora el hermoso timón de ese crucero de lujo que es River (?). Descartada la autopostulación de Matías Almeyda de ser técnico-jugador, luego habría arrepentimiento del jugador, los nombres se centraron en alguien que ya fuera entrenador del club: Leonardo Astrada.
Y Astrada, que viene con el exitosísimo grupo de trabajo que usufructuan la marca River desde hace un tiempito, Hernán Díaz, Ernesto Corti y Javier Sodero, enseguida se habría mostrado interesado pero con la única condición de que se le hiciera contrato por un poco más de un año. Es decir, Aguilar se va de River en diciembre y el presidente que asuma si no cuenta con Astrada en su proyecto futbolístico de movida tiene que erogar un dinero para rescindirle el contrato al entrenador. Quizás en un club con un mínimo de seriedad se podría haber buscado entre los candidatos a presidente el consenso para encontrar un nombre que de alguna manera conformara a todos. Pero no. Eso no sucedió y River se compró otro problema más. Obviamente que el estatuto de entrenadores marca que el plazo mínimo para el contrato de un técnico es el de un año pero de todas formas se podría haber buscado, sobre todo en el entrenador, alguna especie de guiño para contemplar el momento que vive la institución tan venida a menos desde que Aguilar ejerce la presidencia. Omar Labruna sí habría aceptado quedarse hasta diciembre, quizás porque sabe que hasta ese momento no podría mandar el equipo a la B (?).
Regresaría entonces Astrada al banco de River. Salió campeón en 2004 y llegó a semifinales de Libertadores siendo eliminado por Boca en el Monumental. Fue el técnico del momento del affaire Ameli-Tuzzio, fue el entrenador que llevó a River a San Martín, Loeschbor, Cristian Alvarez, Coti Fernández (!), Talamonti, Oberman, Diego Galván, fue el coach que con Lucho González, Mascherano y Cavenaghi entre otros no le encontraba la vuelta al equipo y se fue penosamente del club, aunque lo clasificó a la Libertadores frente al temible y descendido Huracán de Tres Arroyos. Fue también quien no quiso a Guardiola – eso fue así realmente – y tampoco al propio Matías Almeyda por decir que tenía el puesto cubierto. Ese puesto cubierto que lo llevó a desprenderse de Cristian Ledesma. Pensar que ahora podrá domesticar a Cabral, Archubi, Galmarini, Paniagua, Abelairas, Barrado y compañía es un lindo ejercicio intelectual.
River no aprende. Insiste ahora con esta camada que segundeaba a Boca en los ´90 en los partidos y que segundeaba a Boca en títulos en el 2000. Fue el técnico del inicio de la debacle total del club, hasta la llegada de Simeone no se volvería a ganar siquiera uno de los títulos semestrales que entrega la AFA. Tuvo además pasos olvidables por Central, Colón y Estudiantes de la Plata. Y se acerca a River no para dar una mano, la mano en todo caso la daría Omar Labruna, se acerca para tratar de reconstruir una carrera como entrenador venida a menos.
Otro incapaz funcional era lo último que el club necesitaba. Pero River no escarmienta.
Crash
«Descartada la autopostulación de Matías Almeyda de ser técnico-jugador»
El tiempo le dio la razón.