Dos de las grandes potencias económicas asiáticas pujaban por acoger la Copa del Mundo. Para no perder el negocio, la FIFA tomó una decisión salomónica e inédita: que compartan la sede. Para Argentina quedará un recuerdo muy amargo y para Brasil la alegría del Penta.
Ante la necesidad de abrir nuevos mercados, la FIFA llevó su principal torneo a un país donde el fútbol, por lo menos el masculino, no tiene arraigo. Esto no impidió que la asistencia del público sea un éxito. Esta edición es recordada por ser la última aparición de Maradona en una Copa del Mundo.