En un auténtico partidazo Banfield e Independiente igualaron 3-3 y se mantienen en puestos de ascenso, junto con Defensa y Justicia, que empató en Parque Patricios. El único de los perseguidores que sumó de a tres fue Instituto.

Ya en la previa el choque que se daría en el Florencio Sola se perfilaba como el partido de la fecha. Por la historia de ambos clubes, por su posición en la tabla, incluso por las urgencias impuestas por los malos resultados en el corto plazo, era previsible que el cruce entre el Taladro y los de Avellaneda sería el cotejo más relevante de la 28° jornada de la B Nacional. Para que no lo fuera, no sé, tendría que haber aterrizado el avión malayo en el medio de otro estadio con los pasajeros cantando “las balas que vos tiraste van a volver” (?). El encuentro era además presentado por varios como un cotejo bisagra para las aspiraciones del Rojo, que llevaba tres derrotas seguidas y cinco partidos sin ganar. Esta nomenclatura frecuente sólo tiene algún sentido si la analizamos como una profecía autocumplida, que tiende a generar consecuencias nocivas para los implicados, más aún si se trata de un grande caído en desgracia como Independiente. En un torneo tan largo, en el que encima hay cierto margen de error porque ascendés siendo tercero, el resultado final será consecuencia de los 42 partidos y no de lo que suceda específicamente en una tarde o noche. Salvo, como decíamos, que un equipo y su parcialidad se empantanen mentalmente después de alguna mala actuación. A la entendible obligación de recuperar la categoría en el primer intento, a Independiente se le suma la desesperación por encontrar esos signos adelantados de éxito futuro en algún triunfo, para terminar exagerando el desconsuelo cuándo ese partido supuestamente crucial termina con un resultado adverso. Ni con esta prolongada racha negativa quedó afuera de los puestos de ascenso el conjunto de Omar De Felippe. Algunos argüirán que esto se debe a la defección de los inmediatos perseguidores, que parecen empeñarse en brindarle tranquilidad a la parcialidad diabla, pero remarcamos que esos tropezones de los aspirantes a aspirantes forman parte de las probabilidades. Banfield y Defensa, claro que con mayor colchón de puntos y menos obligaciones, lo entienden mejor que Independiente y han atravesado sus seguidillas negativas sin caer en la desesperación. En esta B Nacional, ganar dos partidos ya es una racha positiva, hasta nos animaríamos que sumar siete puntos de nueve también lo es. Con dos tercios exactos de la temporada ya transcurridos, una buena parte del plantel y la hinchada del Rojo parece no haberlo comprendido todavía. El otro día conversábamos por línea privada (?) con el siempre juicioso Marcos J., que nos hacía notar que muchos jóvenes aficionados de su equipo, más allá del desconocimiento de la categoría, no tienen recuerdo alguno de lo que es jugar un torneo largo, de lo relativas que son las rachas breves, de la importancia del largo plazo, etcétera.

Dentro de ese preocupante contexto, la igualdad obtenida de visitante ante el mejor equipo del torneo fue un innegable paso adelante, aún con la ventaja desperdiciada. Ahora bien, en línea con lo que veníamos diciendo, este punto no garantiza nada ni para mal ni para bien. Tampoco lo hubiera hecho una victoria, que simplemente habría representado un mejor desenlace porque el Rojo tendría dos puntos más en la tabla y un rival directo uno menos.

Acaso Independiente se haya beneficiado paradójicamente de la jerarquía del rival, que le permitió repartir mucho más que de ordinario las obligaciones de protagonismo. Pero esta observación es relativa porque ese mismo nivel de los banfileños lo tuvo durante buena parte del complemento al borde de la derrota. La ausencia por suspensión del talentoso Andres Chávez resultaba en la previa un alivio para la visita, aunque no deberíamos olvidar que los de Omar De Felippe lamentan hace varias jornadas la lesión que margina a Parra. Y a pesar de la omisión obligada de estas sendas cartas ofensivas, el encuentro terminó resultando entretenido y lleno de goles, sobrepasando incluso las expectativas previas.

La lluvia, que demoró un día la disputa del cotejo, no hizo sino aumentar los nervios y las proyecciones anticipatorias. Y de yapa, nos libró de un insufrible especial de Joan Baez en Canal 7 (?). Almeyda optó por suplir la ausencia de Chávez incluyendo a Noir por la derecha y pasando a Bertolo al extremo izquierdo. Mantuvo así su temerario 3-3-1-3, aunque en una versión algo morigerada del plan casi suicida que había presentado en el último compromiso de local, con Tagliafico en la línea de 3 más Yeri con Bertolo de carrileros y Erviti como único volante de contención (!). Aún así, desde el comienzo se evidenció la verticalidad y la audacia de la propuesta del ex-técnico de River. Independiente se le plantó con bastante cautela. De Felippe parece haber renunciado juiciosamente al 4-2-3-1 y en este caso excluyó a Pisano además de Insúa. En cambio, propuso un 4-4-1-1, aunque ese dato puede confundir si no tenemos en cuenta que Vidal era el único volante con exclusiva dedicación defensiva.

En los minutos iniciales, el líder del torneo impuso su presión y su vértigo ante un visitante que parecía desorientado. Bertolo era especialmente insidioso por la franja izquierda, en una demostración más de que esta variante outlet del bielsismo (?) les sienta bien a los volantes con ínfulas de delantero, como pasaba en sus encarnaciones de primera marca con el Kily González o Maxi Rodríguez. Sin embargo, Banfield no pudo plasmar su dominio en el área rival, más allá de algunos intentos de media distancia. Poco a poco, Independiente le fue encontrando el pulso al partido y frenó el ímpetu arrasador de los locales. Sorprendía la juiciosa actividad de Fredes, que aprovechaba los innegables huecos del mediocampo del Taladro para romper la línea de volantes y ocupar posiciones ofensivas. Ya antes de conseguir la apertura del marcador, el discutido mediocampista del Rojo era uno de los mejores de la cancha. Sobre los 26 minutos, el propio Fredes se desdobló por enésima vez y probó con un remate de larga distancia que picó justo delante de Bologna y lo desconcertó. A pesar de la defección del arquero, fue un golazo que ponía a Independiente al frente. Un premio acaso exagerado, pero que tenía cierto correlato con la mejoría que la visita había evidenciado en los instantes previos. Pero antes de que los de Almeyda se acomodaran a la desventaja, el Rojo pegó de nuevo: Fredes volvió a romper la desgajada línea media rival, esta vez sin aventurarse, sino con un pase. Recibió Mancuello, que pivoteó de espaldas y fue a buscar la devolución. El Rolfi Montenegro acaso en su única intervención valiosa de la noche, dejó mano a mano al Giggs argentino (?) y desairó a toda la defensa banfileña con un pase con el timing perfecto para evitar el off-side. El remate ulterior de Mancuello se encontró con la respuesta de Bologna, pero el arquero no pudo controlar el destino de su desvío, que entonces fue a parar mansamente a la cabeza de Penco, que se relamía en el borde del área chica y puso el 2-0 de palomita. Contra la mayor parte de los pronósticos, Independiente estaba bajando al puntero y parecía encaminarse a la victoria con poco más de media hora disputada. Banfield acusó recibo del doble golpe sufrido. Si bien recuperó enseguida el dominio de la pelota y forzó muchos fouls y amonestaciones de la escuadra visitante (un dato que tendría consecuencias más adelante), su radar ofensivo parecía averiado. El Rojo pudo mantener su ventaja hasta el descanso sin demasiados sobresaltos y hasta pudo haberlo liquidado en alguna contra.

En el segundo tiempo, la calidad del partido despegó definitivamente hacia un nivel superlativo, algo que, cabe reconocerlo, se debe casi por completo a Banfield. De hecho, si el desarrollo completo del juego y la capacidad que tuvo el Rojo para sostener el partido (pasando al frente con el penal en su peor momento, por ejemplo) le dan cierta justificación a la igualdad final, si hiciéramos el ejercicio mental de aislar la segunda mitad del partido nos encontraríamos prácticamente con un baile abrumador del local. Pongamos como ejemplo que el Ruso Rodríguez fue figura (más allá de su incursión goleadora) a pesar de que en esos 45 minutos le metieron tres goles, el palo lo salvó dos veces y varias jugadas claras fueron inhabilitadas por off-sides finísimos. Más allá de los errores de Independiente, que los hubo y en cantidad, conviene celebrar la fenomenal actuación de los de Almeyda en esa etapa, durante la cual demostraron las virtudes que los llevaron a su actual lugar de privilegio. Y algunas más también. A pesar de los eventuales cuadros depresivos del entrenador (?), los equipos que él conduce viven siempre en la fase maníaca. El manual del juego atildado señala que el buen juego debe preceder al asalto ofensivo al arco rival, pero la inversión de esos términos que practicó Banfield el sábado fue inquietantemente adecuada para sacudir a la tropa propia y trasladar el nerviosismo a la ajena. Con su ímpetu a prueba de balas, Banfield revolvió las inseguridades de Independiente antes de creer por su cuenta que podía darlo vuelta. De Felippe intentó con buen tino aquietar los ritmos del partido, sabedor de que si los minutos corrían con celeridad y los jugadores trotaban con paciencia, el triunfo estaba garantizado. Pero esa estrategia sólo se sostuvo algunos minutos. Pronto el frenesí de Banfield se llevó puesto el planteo del Rojo. Ese complejo ensamblaje que entrevera lo táctico con lo anímico comenzó a vislumbrarse con el gol increíble que se perdió Salcedo a los seis minutos, sólo mano a mano con Rodríguez. Una incidencia que en otro cotejo hubiera entrado en el terreno de la ucronía (“si Banfield descontaba en esa, era otro partido”, “si jugaba Chávez, ganaba el Taladro»), se convirtió en una profecía. Independiente se sintió frágil y lo era. Salcedo, habitado acaso por una claridad zen (?) que se apoderó de él después del golpazo que obligó a que le venden la cabeza, no se desanimó y se fue transformando de a poco en la figura colosal del partido. Ya había pivoteado con prestancia en la jugada previa al gol malogrado y de allí en adelante fue una pesadilla para una dupla central de la visita que parecía haber sido la verdadera destinataria del cimbronazo que conmovió al paraguayo.

Es cierto que antes de que se efectivizara la remontada, Independiente tuvo la oportunidad de liquidar el pleito, aprovechando que Banfield ya estaba lanzado en ofensiva como si el partido estuviera terminando. Penco primereó a un Noguera que fue a trabar sin convicción, y se encontró mano a mano con Bologna. Pero entonces fue al delantero al que le faltó decisión y el arquero consiguió ahogar el tercero. El rebote le quedó a Montenegro, pero el Rolfi elevó demasiado su remate.

Tras esa gran ocasión malograda, los locales se adueñaron definitivamente del trámite por un buen rato. Almeyda había profundizado su apuesta arriesgada con el ingreso de Prichoda por Erviti, que transformó definitivamente al mediocampo en un lugar de paso. El descuento cayó por su propio peso. Bertolo le bajó de cabeza la pelota a Salcedo (Tula y Velázquez se cansaron de perder por arriba en todo el complemento), y aunque el Ruso Rodríguez atoró con celeridad al paraguayo, el rebote le quedó en un ángulo del área a Noir, que demostró que define mejor cuando no tiene tiempo para pensar y ese saber enigmático que reside en el pie se impone por sobre las consideraciones intelectuales. Su sutil derechazo combado dejó sin chances a un guardavalla que recién se recuperaba de su primera salvada.

Independiente perdía por completo la compostura y Banfield encontraba su mejor forma. El Rusito evitó el empate con una gran atajada ante un cabezazo envenenado de Bertolo, pero no pudo hacer nada un par de minutos después con otro testazo de Salcedo, que conectó un centro muy preciso de Tagliafico. La desmesura ofensiva de Almeyda había dado rápidos frutos. Y todavía quedaba más de medio tiempo por delante.

Todo parecía indicar que la balanza se inclinaría hacia los locales. Pero en el peor momento del Rojo, Villalba tuvo un repentino ataque de inspiración, encaró en ofensiva, descargó hacia Mancuello y fue a buscar la devolución. En el camino se topó con Prichoda, que algo incómodo en su improvisada función defensiva, lo tomó del pecho, acaso creyendo que estaban fuera del área. Tras el fallo de su penal ante Huracán, el Rolfi Montenegro tuvo, en palabras de su compañero Rodríguez, un “gesto de grandeza”, en palabras nuestras, una manifestación renovada del consabido “animemosnos y vayan” (?). El arquero manejó la presión mucho mejor que el capitán de su equipo y repuso al Rojo al frente en el marcador con una clase extraordinaria, hasta cambiando el paso al mejor estilo Pipo Gorosito durante la carrera.

Pero ni con ese inesperado giro favorable pudieron los de Avellaneda volcar el resultado definitivamente a su favor. Banfield siguió empujando como si nada hubiera sucedido, pero a la vez los de Omar de Felippe colaboraron con su propio derrumbe. ¿Qué decir de Fredes, que después de tantos altibajos redondeaba una actuación determinante para terminar haciéndose expulsar tontamente en mitad de cancha? La aparente paradoja no es tal: creemos que al volante, habitualmente acusado de indolencia, le jugó una mala pasada su desacostumbrada incursión en los fervores del juego físico. Aunque la roja directa con la que lo castigó Delfino resultó exagerada, el autor del primer gol ya estaba amonestado, con lo cual se hubiera tenido que ir de todos modos. Para colmo, en ese momento se lesionó Penco y De Felippe optó por reemplazarlo por Bellocq, casi renunciando a la faz ofensiva. Lamentamos que al menos no ingresara Pisano para hacer dupla con Pizzini, porque nos gustan los juegos de palabras boludos (?). Pisano y Pizzini podría haber sido un dueto cómico de la época de oro del cine mudo, como Chamot y Tchami o Bernardi y Bernardello (?).

Si a Fredes la expulsión le opacó su buen desempeño del primer tiempo (en el complemento, justo es decirlo, ya estaba tan perdido como sus compañeros), lo contrario pasó con Prichoda, al que la imprudencia del penal cometido no alcanza a deslucir el indudable saldo positivo de su ingreso. Su permanente movilidad, mucho más criteriosa que la de Cazares, fue crucial para el planteo agitado con el que Banfield ahogó a su rival. A los ’36, Salcedo dispuso de un tiro libre en la medialuna y lo ejecutó casi con furia, bajo y fuerte al palo del arquero, literalmente hablando, porque impactó en ese palo. Cómo había acontecido con otra chance del paraguayo al inicio de la etapa, estas oportunidades malogradas parecían preocupar más al Rojo que al Taladro: no eran signos de la providencia, sino adelantos de la caída inminente.

Almeyda, consciente de que la zaga de Independiente sufría y mucho con los pelotazos cruzados, le sumó un problema adicional mandando a Noguera en función ofensiva. Claro está, como todos los riesgos extremos que emprende el León triste, la apuesta tenía sus contraindicaciones: Nico Domingo, que siempre fue una especie de Salieri de Mascherano, bajó a jugar de dos y demostró serias dudas en los pocos minutos que ocupó esa función. Acaso para aprovechar esa debilidad, De Felippe envió a Menéndez a la cancha, una movida sagaz que hubiera sido suficiente para ganar en el ajedrez o el curling (?), pero que en un juego dinámico como el fútbol no disfrutó de la misma suerte. El ex-Lanús y Quilmes forzó faltas, aguantó la pelota en solitario y alejó el balón de su propia área por valiosos segundos, parecía que era lo que necesitaba el Rojo para salir del ahogo… pero en el primer minuto recuperado volvió a aparecer el potencial ofensivo del puntero. Domingo, ahora sí cómodo en su función de líbero, envío un pelotazo cruzado desde el círculo central. Como toda la noche, la defensa del Rojo lo vio pasar por sobre sus cabezas, mientras que Prichoda, casi como Passarella ante Perú en el ’85 (?), se la llevó con el pecho y lanzó el centro atrás antes de que el útil toque el suelo. Tan desesperados por entrar al arco estaban sus compañeros que el servicio del ex-Racing les quedó atrás, pero Salcedo tuvo la calma necesaria para volver sobre sus pasos y decretar el empate con una media vuelta, un disparo tan furibundo que la pelota parecía cargar con el peso del paraguayo multiplicado por la fuerza del giro que le dio a su cuerpo.

Todavía había tiempo para más: casi lo gana Noir en el minuto ’94, con un remate extraordinario que dio en un palo, cuando Rodríguez estaba vencido. Recién entonces pudieron respirar, protagonistas y espectadores. Banfield había probado una vez más su condición de candidato, aunque sus imprecisiones y descuidos casi le cuestan la derrota. Para Independiente, por su parte, sería importante que supiera valorar lo que consiguió ante un rival durísimo, más allá de las sucesivas ventajas malogradas. Lo pudo ganar, también estuvo a punto de perderlo. Como ya dijimos, no hay que sobreestimar la importancia de un sólo partido, por descollante que fuera, en el desenlace de un certamen maratónico. Ahora bien, desde el punto de vista de las emociones intensas que puede prodigar este puto juego (?) la belleza de este 3-3 no puede ser exagerada. Está para verlo de nuevo.

El otro equipo en puestos de ascenso, Defensa y Justicia, había empatado ante Huracán en el arranque de la fecha, en un cotejo que se jugó entre los dos aguaceros que asolaron a Buenos Aires el viernes pasado. Esa segunda precipitación volvió imposible la disputa de los cotejos programados para la noche en el área metropolitana (Banfield – Independiente y Almirante Brown – Crucero del Norte, aún postergado), pero sin su influjo, a la hora que se enfrentaron el Globito y el Halcón el terreno del Tomas Ducó estaba pesado pero transitable. En el marco de un desarrollo mayormente parejo, los de Varela siempre resultaron un poco más incisivos. Los dirigidos por Kudelka, por su parte, parecieron intentar honestamente prolongar el momentum que les había dado su triunfo en el Libertadores de América, pero les faltó jerarquía para constituirse en protagonistas del trámite. Ayudado por el campo de juego húmedo, el cotejo tuvo un ritmo animado, aunque las situaciones de gol, escasas, no estuvieron a la altura de esa agitación. La única excepción fue una clarísima para la visita, un remate de Camacho que se estrelló contra el palo cuando Marcos Díaz ya no tenía nada que hacer. Tampoco faltó alguna que otra patadita que los jugadores se permitían escudándose en las inclemencias del clima. Otra incidencia de esa primera mitad fue el ingreso de Mancinelli por Eduardo Domínguez, que sufrió la descalcificación de su cadera (?).

En el complemento, los de Cocca potenciaron su búsqueda del triunfo y tuvieron rápidos dividendos. A los siete minutos, Aguilera encontró bien abierto en la izquierda a Camacho, que desbordó sin problemas y lanzó un centro que Lucero conectó hacia el gol. Defensa parecía encontrar por fin el camino hacia la victoria después de dos empates seguidos. Pero FDK sacudió a los suyos con celeridad, mandando a Ramón Ábila por un defensor, Arano. La apuesta dio resultados casi inmediatos. Cuatro minutos después de su ingreso, “Wanchope” armó un jugadón por derecha y pareció rematar al arco, pero le salió un pase a Caruso (habilitado por un pelo) que sólo tuvo que empujarla en el área chica. La actitud con la que el delantero fue a buscar la pelota adentro del arco para acelerar la reanudación y los gritos con los que arengaba a sus compañeros confirman lo que postulábamos más arriba, que el Globito quería genuinamente llevarse el partido. Simplemente, se vio superado por su rival, que apenas sufrido el empate retomó el dominio de las acciones. Varias veces estuvo Defensa y Justicia de concretar el triunfo. Primero Busse, que se iba de cara al gol, divisó una quemerita golosa en la tribuna (?) y se resbaló. Los charcos iban obstaculizando el normal desarrollo del juego, mientras Marcos Díaz se iba convirtiendo en figura. Primero le tapó un mano a mano a Camacho, envíandola al corner. De ese tiro de esquina llegó otra oportunidad clarísima, cuando Tejera reventó el travesaño con un cabezazo. Huracán no renunciaba a atacar pero sus arrestos eran mucho más inofensivos que los del Halcón. Cerca del cierre, Brian Fernández fue el último en exigir a Díaz con un disparo sorpresivo, bajo y esquinado. Como toda la tarde, el ex-Colón respondió con creces. De a poco, los del conurbano sur se amigaron con la idea del empate, mientras que los locales no tenían resto para otra cosa. Mañana, los escoltas recibirán nada menos que a Banfield en un cotejo que promete, mientras que el Globo visitará a Instituto.

Varios partidos de la fecha que pasó ilustraron de manera flagrante el enunciado anterior respecto de la irregularidad de los aspirantes a aspirantes y la condición falaz de los supuestos “partidos bisagra”. Si hace una quincena los adeptos al Rojo de Avellaneda se lamentaban por una derrota que parecía presagiar una inminente cacería de sus tucumanos vencedores de aquella velada, ni siquiera los magros resultados de Independiente en las fechas subsiguientes le permitieron acercarse demasiado a Atlético, que no volvió a ganar desde aquel cotejo soñado en el Libertadores de América. La cosa empeoró en esta jornada, en la que los de Omar De Felippe volvieron a sumar y los de Diego Erroz perdieron después de cuatro fechas, y para peor en su casa. Más allá de que Patronato siempre sea un rival de cuidado, los entrerrianos no venían en su mejor forma y para peor cargaban con un plantel diezmado por tres suspensiones y algunas lesiones. Parecía una chance ideal para que el Decano sumara de a tres y le metiera presión a un Independiente que había atrasado su partido por obra y gracia del aguacero metropolitano. La presunción parecía confirmarse cuando los locales se pusieron en ventaja antes del cuarto de hora. Un córner aparentemente manso de la “Pulga” Rodríguez, resultó sin embargo muy traicionero: el envío fue tan bajo que picó antes de llegar al primer palo y desairó a Carignano, que estaba apostado allí. Ante el desconcierto de la zaga visitante, Montiglio dedujo la trayectoria de la pelota y la empujó ante el arco vacío. Casi desde el inicio, la balanza parecía inclinarse hacia el lado de Atlético.

Sin embargo, los de Erroz parecieron descansar excesivamente en esa ventaja tempranera. Es cierto que en un primer momento los de Lippi acusaron el golpe anímico de la conquista de Montiglio y no creaban peligro. Pero Atlético jamás se sintió llamado a asumir el protagonismo que su localía y sus supuestas aspiraciones de ascenso le prescribían. Luego del gol, la primera etapa se fue diluyendo en la instrascendencia, apenas perturbada por un disparo de larga distancia de Bazán, atentamente conjurado por Bértoli. En el complemento, los tucumanos mantuvieron su medianía, pero la visita mejoró considerablemente y dio vuelta el resultado en apenas quince minutos. En el inicio de toda remontada, suelen darse cita el atrevimiento propio y el error ajeno. Nunca tan claro como en la jugada previa al empate de Patronato: Rossi casi encerrado contra la línea de banda, se deshizo de su marcador con un caño y picó decidido hacia al área, donde Bazán casi desesperado se lo llevó puesto. Un claro penal que fue juiciosamente aprovechado por Carignano.

Esa igualdad, tras apenas dos minutos del segundo tiempo, despertó a Atlético, pero de la peor manera, como si se tratara de un propietario que se levanta medio sonámbulo a conjurar a las trompadas a un ratero nocturno. Los locales fueron al ataque con nerviosismo, como si no quedara todo un tiempo por delante y Patronato estuvo al borde de desnivelar en dos contraataques sucesivos que no les demandaron demasiado imaginación: los propios huecos de la zaga decana marcaban los pases. Pero como si semejante service no fuera suficiente, a los trece Bruno Bianchi dejó muy corto un intento de pase a Luchetti y habilitó a Ricky Gómez, que tuvo la astucia para evitar un remate directo para el que no tenía demasiado ángulo. En cambio, el ex-Rosario Central cedió al balón a Lautaro Comas, que dando otra muestra de tranquilidad, se tomó un tiempo para que el último defensa de Atlético (Luchetti había quedado desairado) se despatarrara por pura inercia y le dejara al arco a su absoluta merced.

En la media hora restante, el partido fue desprolijo pero no carente de emociones. Los tucumanos no tuvieron la capacidad de generar demasiado juego, aunque inquietaron con los insidiosos tiros libre de la Pulga, mientras que Patronato complicaba permanentemente con la velocidad de sus réplicas. Durante algún lapso, parecía más inminente el tercero de la visita que la igualdad del Decano, aunque sobre el final los de Erroz volvieron a empujar a su oponente y orillaron el empate en el tercer minuto recuperado, cuando sufrieron la anulación de un tanto por posición adelantada (en los videos disponibles no se alcanza a observar si fue o no bien sancionada).

El segundo ejemplo de la irregularidad de los aspirantes a aspirantes, lo encarnó un Sarmiento que no pudo sumar de a tres ante San Martín (San Juan) en su habitualmente inexpugnable reducto de Junín. Un arranque furibundo en 2014 (cinco triunfos y un empate en un postergado) los había proyectado desde el 18° lugar hasta el 7°, pero es una constante que cuándo la cumbre se vislumbra más cercana, las recuperaciones se desaceleran o cesan por completo. La noche arrancó cruzada para los de Fuentes, que se vieron en desventaja apenas al minuto, cuándo un pase profundo de Quiroga encontró muy mal pisada a la defensa de los sojeros y dejó a dos compañeros sólos ante Ischuk. Salas cedió a Leandro González y éste puso al frente a los cuyanos.

De allí en adelante se dio un trámite entretenido, ya que Sarmiento buscó reponerse con enjundia de la desventaja, pero San Martín jamás renunció a atacar. Cerca de la media hora, Ramiro López consiguió la igualdad para los locales, tras una magistral y heterodoxa asistencia de Diellos, ¡con la espalda! El mismo delantero demostraría la eficacia de las dos caras de su torso (?) apenas iniciado el complemento, cuándo la bajó de pecho y cedió hacia el otro López de su equipo, Juan, quien puso el 2-1 con un certero remate bajo. Ahora sí parecía que los juninenses se encaminaban hacia su presumible victoria. Los de Asconzábal no reaccionaban y Sarmiento desperdició varias chances de liquidar el pleito en los instantes que siguieron a su segundo gol. Sin embargo, contra la tendencia del juego, otro pase en profundidad volvió a encontrar mal ubicada a la defensa local y Jofré, que quedó mano a mano, resolvió con un puntinazo suave, de manera tan práctica como exquisita (¿quién dijo que lo bello y lo útil deben ir divorciados, sino los que lucran de las dicotomías futboleras maniqueas, de un lado y del otro de las trincheras del dogmatismo?).

Esas desatenciones defensivas terminarían por costarle dos de los tres puntos a Sarmiento. La inesperada igualdad, no le hizo resignar el protagonismo a los bonaerenses, pero entonces fue el turno para Ardente de erigirse en figura con un par de intervenciones clave. Tras esos sofocones, el desgaste del partido pareció hacer mella en los de Fuentes, que se quedaron sin nafta para forzar en el tramo final la victoria que en algún momento parecía inevitable. Los dos oponentes del viernes en el “Eva Perón” siguen expectantes, a cuatro y cinco unidades de Independiente, respectivamente.

Una tercera muestra de la imprevisibilidad del certamen la constituye que la única victoria local de la fecha la logró el cómodo colista Villa San Carlos ante un rival que ostentaba un invicto de diez partidos (es cierto, con prevalencia de empates) como Ferrocarril Oeste. El cotejo fue programado a la inusual hora de las 12 del mediodía, acaso con la presunción fundada de que un comienzo posterior al almuerzo induciría a la siesta a los presentes, incluidos los 22 jugadores (?).

Ciertamente, el cotejo no resultó demasiado descollante, aunque el estado del campo de juego, castigado por las precipitaciones de la víspera, acaso resulte un atenuante como así también un factor que difuminó las diferencias en la tabla. Los dirigidos por el “Coco” San Esteban parecieron adaptarse mejor al terreno pesado, mientras que los venidos desde Caballito insistieron testarudamente en un libreto de pelota al piso más adecuado para un clima ayuno de inclemencias. Es cierto que los de Medero y Marini arrancaron un poco más activos, pero enseguida los de Berisso emparejaron las acciones. En cualquier caso, estas oscilaciones en el trámite no registraban demasiadas consecuencias en las áreas.

De a poco, Villa San Carlos comenzó a sentirse progresivamente más cómodo, hasta que promediando el complemento, su figura excluyente conseguiría el único tanto del match. Hablamos del volante central Leonardo Morales, que se animó a pisar la medialuna, se tomó un tiempo para buscar su perfil zurdo y sometió a Limousin con un remate certero. Quedaban veinte minutos, pero Ferro no pudo sobreponerse futbolísticamente, más allá de que pudo haberlo igualado de todos modos: la cancha barrosa volvió a jugarle una mala pasada, casi una sinécdoque (?) del partido, cuándo la pelota se le quedó trabada a un Carranza que ya se relamía. La desesperación del Verdolaga quedó simbolizada por la insólita reacción de Pablo Caballero, que fue a buscar una pelota aérea con el codo y fue justamente expulsado. Villa San Carlos sumó entonces su segunda victoria consecutiva como local (lleva tres en total en el torneo, todas en Berisso) y su quinto cotejo sin caídas en cualquier condición. Aún así el descenso parece inevitable, pero este nuevo éxito le sirve para prepararse con optimismo para el partido que puede justificar por sí sólo una estancia en la B Nacional, por fugaz que sea. Un punto en el Libertadores de América este miércoles no serviría demasiado para la permanencia pero quedaría en la historia de los Villeros.

La temporada 2014-15 del Argentino “A” no se viene con chiquitas y ya se viene preparando con un scouting que incluye a varios grandes históricos del interior (?). El domingo por la noche, el estadio Mario Kempes fue testigo del nervioso encuentro que cerró la fecha por ahora (queda el postergado Almirante – Crucero) entre dos rivales que llegaban más complicados que Boudou (?). La localía le reclamaba mayores exigencias a Talleres, que para colmo arrastraba nueve partidos sin triunfos. Al partido no le sobraron situaciones de gol, más allá de la intensidad del trámite, quizá motivada por las mismas urgencias que saboteaban las resoluciones virtuosas en ofensiva. La T cargó sus espaldas el trámite del cotejo, mientras los jujeños parecían conformarse con un 0-0 que a cierta altura se adivinaba inevitable. Sin embargo, contra todo pronóstico, sería el Lobo el que se alzaría con los tres puntos. Una vulgar pelota parada desorientó incomprensiblemente a la defensa local, cuyo accionar aún nos intriga: no se entiende si tiraron el off-side, hicieron marcación zonal o protestaron por el referéndum en Crimea (?), la cuestión es que quedó Sebastián Sánchez sólo en el área chica ante Santillo. El defensor central de Gimnasia no demostró demasiada pericia goleadora, ya que casi se llevó por delante la pelota pero la circunstancia de la jugada era tan favorable que resultó suficiente para conseguir el único tanto del cotejo. Quedaban diez minutos más el adicionado, pero los cordobeses ya estaban vencidos. Chaves, por pura impotencia, se hizo echar, mientras su parcialidad coreaba el “Que se vayan todos”. Talleres está cada vez más complicado con el promedio, una espantosa pesadilla a sólo de diez meses de haber regresado a la Nacional a todo trapo. Los jujeños siguen en puestos de descenso pero ganaron un poco de aire.

Otro duelo entre necesitados se había dado en el arranque de la jornada, entre Aldosivi y Brown (Adrogué). El partido habrá sido perfectamente olvidable, sino fuera por la bizarreada, más digna de categorías inferiores a la B Nacional, de que se jugó más de un tiempo con un sólo juez de línea. En efecto, cuando finalizaba la primera parte, el asistente Osvaldo Marconi sintió un pinchazo en un gemelo. Inútil resultó la asistencia médica que recibió a posteriori, no había manera de que la lesión le permitiera seguir. Para peor, no había un cuarto árbitro designado para el juego: increíblemente no es obligatorio que lo haya en los partidos que se juegan en el interior, probablemente para que desde la tribuna no le griten “porteño puto” aunque sea catamarqueño (?). Por lo tanto, sin reemplazo disponible para el lineman averiado, el juez principal Diego Ceballos se vio obligado a seguir adelante con un sólo línea y a ajustar sus propios desplazamientos ulteriores: en varias jugadas durante el complemento se lo vio dirigiendo casi a la altura de la última línea de Brown, para observar con mejor perspectiva las eventuales posiciones adelantadas. Si tuviéramos asistentes como Usain Bolt, alcanzaría con uno sólo para marcar ambas defensas, para pensarlo (?).

Fuera de eso, no pasó demasiado en un Minella que resultó afectado por las intensas lluvias del viernes, que continuaron durante la mayor parte del partido. Lo mejor se había visto en los primeros veinte minutos, cuándo ambos equipos intercambiaron opciones de peligro. Luego, el trámite se fue desinflando, más allá de algunas réplicas incisivas de los de Vicó, mal resueltas por sus delanteros. Promediando el complemento el Tiburón marplatense tuvo una ráfaga de buen juego que no consiguió plasmar en el marcador por la excelente actuación del guardavalla visitante Matías Giordano, que se lució especialmente en una doble tapada a Malcorra e Imbert. Tampoco el balón mojado por la lluvia fue óbice para que Giordano atenazara con seguridad las decenas de centros que surcaron su área. Y la única vez que el arquero no alcanzó a responder, uno de sus palos lo rescató, como sucedió con un tiro libre de Malcorra. Estas sucesivas frustraciones ofensivas fueron desganando a los de Darío Franco, hasta que la igualdad sin goles resultó inexorable.

El agónico gol de Salcedo que completó la memorable noche del sábado en tierras banfileñas no fue la única conquista alcanzada durante el tiempo adicionado en la fecha que pasó. Dos equipos cordobeses, que evidentemente no son Talleres (?), se hicieron de manera postrera con una victoria y un empate respectivamente. Empecemos por Instituto, que se llevó tres puntos de oro de tierras mendocinas, y volvió a ganar después de cuatro fechas sin hacerlo, con despido de su técnico Elvio Agüero incluido. Por suerte para la Gloria, los equipos que pelean por arrimar a la tercer plaza de ascenso tampoco anduvieron demasiado efectivos este mes, con lo cual este reencuentro con la victoria resultó suficiente para renovar las expectativas de los ahora dirigidos por Miliki Jiménez. Los de Trotta, en cambio, son nuevos adherentes a la moda de amenazar con prenderse después de ganarle al Rojo de Avellaneda y desplomarse en las jornadas subsiguientes. La victoria de Instituto fue aún más destacada por la accidentada noche previa que había pasado su plantel: el partido se había suspendido el viernes porque explotaron los transformadores que garantizaban la luz del estadio. Los cordobeses ya no tenían alojamiento disponible para esa noche y recién lo encontraron a altas horas de la madrugada, con lo cual no pudieron descansar demasiado. Otra prueba de que dormir está sobrevalorado (?).

En cuanto al partido, la Lepra mendocina mantuvo el predominio en la posesión durante todo el partido, pero le costó horrores plasmarlo en las áreas. Chiarini estuvo muy atento y seguro para conjurar todos los arrestos del local. Hacia el final de la primera etapa, muy poco después de que el arquero visitante se luciera una vez más conteniendo un tiro libre de Pérez, Instituto pasó sorpresivamente al frente. Tellechea empezaba a demostrar que estaba en una gran tarde con una sutil definición de emboquillada que dejó sin chances a Josué Ayala. En el complemento, Independiente Rivadavia redobló su tesitura ofensiva y fue en busca del empate. La posibilidad se le frustró un par de veces, como en un yerro de Gamba en posición inmejorable para marcar, o en nuevas intervenciones inspiradas de Chiarini. Sin embargo, la seguridad del arquero visitante bajo los tres palos desaparecía cuándo le tocaba lidiar con los centros que caían sobre su jurisdicción. Cerca de la media hora de esa segunda etapa, despejó de forma chapucera un centro con los puños (él y sus compañeros reclamaron falta en ataque) y se la dejó servida a Abel Peralta, que consiguió el empate porque tuvo la sagacidad de pegarle al arco de primera, sin pensar, antes de que Chiarini pudiera reubicarse.

Independiente Rivadavia se envalentonó con esa igualdad y redobló la apuesta para quedarse con los tres puntos. Sin embargo, varias réplicas incisivas de la Gloria alertaban que el precio de esa búsqueda ofensiva era la desprotección. Juan Martín estuvo a punto de convertir tras una buena acción individual pero elevó su remate. La Lepra iba con más enjundia que ideas y se terminó quedando sin nada: en el primer minuto de adición, el ingresado López Macri tiró un centro muy preciso desde la derecha que encontró sin marcas a Tellechea, que concretó su doblete y definió el partido con un certero testazo de pique al suelo (si hasta pareciera que se le ven los ojos abiertos en la repetición). Instituto superó así en la tabla a su rival del sábado y quedó en una expectante quinta posición.

El final del partido nos regaló una gresca en el vestuario entre los integrantes de ambos planteles. Aparentemente, los ganadores se habrían mofado de sus vencidos, desencadenando las reacciones lógicas (?). La única filmación disponible llegó un poco tarde, cuándo lo único que se oye es una proliferación insensata de “¡eh!” y “¡pará!”. Por suerte contamos con el testimonio imparcial (?) de Roberto Trotta, quien acusó del desaguisado al futbolista rival Damián Schmidt: “Schmidt es un pendejo irrespetuoso que tendrá que aprender un montón de cosas. Se metió con el club tras la victoria. Le dijo algo al club muy grave. Es un pendejo que no tiene idea de donde vive”.

Menos risibles fueron los incidentes que se habían dado en las inmediaciones del Bautista Gargantini tras la suspensión del viernes. Una vez conocida la irreversibilidad del desperfecto eléctrico, la Policía forzó el desalojo de las tribunas y se encontró con cierta resistencia de parte del público. Los uniformados respondieron con su habitual profesionalismo (?) lanzando balas de goma y gases lacrimógenos. En circunstancias que aún no quedan claras, Lucas Carrasco, un joven de 22 años recibió un durísimo golpe en la cabeza. Si bien consiguió ser asistido por un taxista que lo alcanzó a un hospital, el castigo le había causado hemorragia cerebral. Increíblemente, en ese primer hospital le dieron el alta pero Lucas se siguió sintiendo muy mal y debió ser nuevamente internado a las pocas horas. Ya no pudo recuperarse y murió el domingo. Otra lamentable víctima luctuosa motivada por el fútbol. No queremos pecar de irresponsables con las hipótesis, pero no tenemos el mejor concepto de la policía mendocina, que intentó desligarse aduciendo que el fallecido había recibido un botellazo lanzado por otro hincha. Los familiares y amigos de Lucas, en cambio, ya organizaron una marcha para hoy, señalando a las fuerzas represivas como las culpables. También merece alguna investigación el discutible accionar médico, que lo mandó de vuelta a la casa poco antes de su recaída.

Además de Instituto, el otro equipo cordobés que consiguió un resultado agónico el último sábado (sin contar al “Pirata”, que lo consiguió ante Olimpo en Primera) fue Sportivo Belgrano, que de esa manera le sacó la victoria del buche a un Unión que ya soñaba con arrimar arriba. Los dos tiempos del partido fueron bien contrastantes: una primera mitad intrascendente, en la que Unión fue un poco más por el peso de la localía pero en el que las emociones estuvieron ausentes. El complemento, en cambio, fue muy entretenido. Unión consiguió la primera ventaja cerca del cuarto de hora, con una palomita de Pablo Magnín, que primereó con muy buen timing a un defensor acaso algo distraído. Sin embargo, los de San Francisco reaccionaron inmediatamente e igualaron por intermedio de Matías Quiroga, que arremetió con alma y vida para conectar, casi arrastrándose, un centro bajo de Velasco un microsegundo antes del despeje defensivo que parecía inevitable. El Tatengue no se amedrentó y restableció su ventaja, otra vez por cortesía del encendido Magnín, que en esta ocasión mezcló deliciosamente talento con enjundia ya que encaró desde la puerta del área, se deshizo de un defensor trabando vigorosamente y -cuándo parecía que el balón se le abría- se arrojó al suelo y desde esa posición rastrera efectuó el remate de gol.

Tras esa ráfaga de tres goles en seis minutos, los de Madelón aminoraron el ritmo del partido, que ya parecía abrochado. Giovagnoli mandó a Juan Pablo Francia a la cancha para intentar revertir el rumbo del juego, pero los minutos se iban sin demasiadas incidencias. Hasta que en el cuarto minuto de descuento, dos defensas santafesinos se hicieron un nudo intentando despejar una pelota parada enviada por Dolci y en cambio se le dejaron servida a Maxi Velasco, que sólo tuvo que empujarla. Por ese flagrante error postrero no ganó Unión, mientras que Sportivo Belgrano sumó una unidad importante por el contexto del partido pero que no lo aleja definitivamente del peligro de descenso.

Otro que sigue estando afuera de los indeseados cuatro últimos lugares de la tabla de promedios pero sin demasiado margen es Douglas Haig, que de todas maneras consiguió también sumar una unidad de visitante, en este caso ante Boca Unidos (Corrientes). El partido se jugó durante todo su desarrollo bajo una lluvia muy intensa. Los de Guglielminpietro se ilusionaron con conseguir la esquiva primera victoria fuera de casa en todo el certamen, ya que obtuvieron una temprana ventaja gracias a un auténtico golazo de Ivan Etevenaux, que la clavó desde unos treinta metros, con el agregado de que prácticamente no delató con su postura corporal previa la intención de patear, lo cual desconcertó al pobre Martínez Gullota. Tras la conquista, los de Pergamino retrocedieron presumiblemente en el campo (por ejemplo, el autor del gol pasó de jugar de delantero a hacerlo de volante derecho), pero Boca Unidos no supo qué hacer con la pelota. De hecho, inquietaba más la visita de contra que el conjunto conducido por Trullet. Sin embargo, cuándo se acababa la primera parte, el local llegaría al inmerecido empate. Senegalles frenó con la mano un centro de Dening y el árbitro cobró penal. Acto seguido, Baroni rubricó la igualdad desde los doce pasos.

En el segundo tiempo, el diluvio ya había hecho enorme mella en un terreno que quedó lleno de charcos y el juego se desnaturalizó. Boca Unidos siguió controlando la pelota y Douglas apostando a la contra, pero casi no se generaron situaciones de peligro. La más clara la tuvo la visita, pero Martínez Gullota estuvo muy atento para achicar en el mano a mano contra Defrancesco. La inexorabilidad del 1-1 se fue instalando poco a poco, como el spyware en el Vista (?). Como nota triste quedó la seria lesión de Israilevich, hasta ahora el goleador de los de Trullet, que se fracturó el peroné, además de luxarse la tibia. El ex-Unión y Maccabi Tel Aviv no podrá volver a jugar en la temporada y se perderá el mundial (?). El agresor fue Pablo Mazza, delantero de los de Pergamino, que aunque haya ido sin intención de lastimar se extralimitó al buscar una pelota dividida con la plancha hacia adelante.

Quedó pendiente el cruce entre Almirante Brown y Crucero del Norte, suspendido por la copiosa lluvia del viernes. No se entiende como un aguacero, por más magnitud que tuviese, pudo frustrar el desempeño de un club que homenajea a un eximio navegante y otro con nombre de embarcación de lujo (?). No habrá tiempo para reflexionar demasiado sobre lo que dejó la 28° fecha porque hoy mismo arranca una jornada entresemana, aunque la mayoría de los partidos se disputan mañana. Se destaca sin dudas el cruce entre los dos líderes del certamen, Defensa y Banfield, en Florencio Varela. Independiente buscará sumar de a tres ante Villa San Carlos, en un choque a priori muy fácil, pero se sabe que a A Priori se lo llevaron preso (?).

Programa completo:

Hoy: Brown (Adrogué) – Atlético Tucumán
Mañana: Douglas Haig – Crucero del Norte
Boca Unidos – Aldosivi
Independiente – Villa San Carlos
Ferro – Sarmiento de Junín
Instituto – Huracán
Patronato – Independiente Rivadavia
Sportivo Belgrano – Almirante Brown
Defensa y Justicia – Banfield
Jueves: San Martín (SJ) – Talleres
Gimnasia de Jujuy – Unión