La quinta fecha regaló emociones a troche y moche (?). Debuts, redebuts (?) y una concatenación de sucesos afortundados y desafortunados le pusieron color, azúcar y sabor a la máxima categoría. It´s showtime.

Son denticiones (?)

Los cambios nunca tuvieron muy buena fama hasta el advenimiento de la posmodernidad: el fin de las ideologías, la TV digital, el e – mail y Francella siendo un actor serio (?), trajo además aparejado el concepto “renovación”, en donde por ahí una mina de 45 años que tenía patas de gallo, hacía jueguito con las tetas, tenía 2 mudas de ropa y los colgajos de piel la postulaban para Tales of the Crypt (?), se separaba y a la semana era un infierno: la renovación se hacía presente en Coconor (?), todos la miraban y la admiraban. Todas querían ser como ella. El concepto del refresco personal en su máximo exponente.

A lo mejor Racing no se ha pegado un lifting renovador. O a lo mejor la cara le cambió completamente, aunque de ser así, se le nota el rodete de carne en la nuca. En tan sólo una semana, sus directivos decidieron el final de la era Vivas. Quizá en el espíritu de su sponsor -aquel que le vende plazos fijos, créditos y tarjetas a los mismos pelotudos que Quilmes vende cerveza (?)- se sintieron dueños. Dueños de la palabra eficacia. Pusieron “What is love” de Haddaway, y llamaron a Miguel Angel Russo, un tipo que va de la mano con el progreso: antes, cuando las cosas estaban mal, cuando arreciaba la inflación, la inseguridad, la gripe A (?), sacar a un equipo de la zona de promoción le costaba U$S 2.000.000. Hoy, por la mitad te lo hace y sin la necesidad de caretearla con el hijo hincha. Así se le plantó el nuevo Racing a San Lorenzo. El San Lorenzo que se está despegando poco a poco el aroma del éxito, los flashes de Caras y las camisas y pantalones entallados puestos con gancho. Ahora la sobriedad en todo aspecto es un must (?). Bien lo sabe Simeone, bien lo sabe el equipo, la cuestión es que sus jugadores pareciera que pueden hacer hasta un determinado límite, peleando contra sí mismos y tratando de no caer en la tentación. Si el Jesús de Scorsese no pudo con algunas miserias humanas, ¿con qué cara la humanidad puede decirle siquiera “A” a Bottinelli? (?). Lo mismo de siempre, la diferencia es que esta vez el Cuervo encontró el juego en el atolondramiento, cosa rara si las hay. Aunque el gran responsable de la profundidad a lo mejor haya sido Romagnoli, que apuntaló sus mejores virtudes dentro de un estado de confusión y excitación generalizada, generando así algunas –varias- situaciones que hicieron que el equipo de Simeone sea bastante superior al de Russo. Pero, Bottinelli se hizo expulsar y la audacia ya no es lo que solía ser: los 4 delanteros en cancha forman parte de un vago recuerdo, de una angustia que pega en esos picos de nostalgia en donde se recuerdan los goles, ensayar la coreo para Marce con la ex jabru (?) y las franquicias de Pizza Hut, Donkin´Donuts y Wendy´s en plena Avenida del Libertador (?). Afuera Romagnoli, adentro Meza. Estamos con 10 y hay que aguantar: y así agrandó a Racing. Así llegó el gol de Hauche: por decantación más que por cualquier otra virtud. Hasta ese momento, le había cerrado muy bien los caminos y había hecho mejor las cosas en el área rival. Además, la colaboración de la terna arbitral en estos 3 puntos tiene más de diezmo de Navidad que del muchacho de Soul Glo pasando la canastita haciéndose el gil (?): 1 metro adelantado estaba Hauche. No importa, importa poner la cámara en el fervor de la gente y en destacar lo seguidora que es. En que el sufrimiento de la gente de Racing es único. Ah, espérense un ratito, que el clip que le sigue a las obras en el estadio es el de los damnificados del terremoto de Haití. Espérense un ratito y cuando vuelva la transmisión, seguimos ensalzando el estoicismo, el amor y la esperanza celeste y blanca. Casi casi, trazando un paralelo con el país.

Claro que, además de los platos fuertes, esta fecha fue la que dio inicio, entre otras cosas, al Gran DT. Ya es sabido, pero nunca está de más aclararlo: no boludo, no vas a ganar, por más que tengas a jugadores que han hecho 70 puntos en un partido. Va a ganar una vieja de mierda a la que no le gusta el fútbol y que a) o va a decir que el nieto le armó el equipo o b) va a decir que eligió a los jugadores por cómo sonaban los apellidos “y que mi marido ayudó un poco”. En fin, mientras ya resignados leen en las pelotudeces que se va a a patinar las 10 lucas esta vieja (?), al menos se enteran de que la fueron los demás partidos:

Hospitalidad de las condiciones atmosféricas para con Colón visitando a Chacarita. El partido casi que no se juega, pero el buen tino de San Pedro de cortarla para no meterse con el fulbito (?), hizo que se disputara en normales condiciones. Cuando no había pasado nada, gol de Colón: Rivarola. Así el local empezó a ir al frente a lo pavote, un cabezazo en el palo de Echeverría, otra en el palo pero de Morales, un desborde que atajó muy bien Pozo, pero nada. El equipo de Gamboa fue a atacar cuanto más pudo y lo hizo inteligentemente: ensanchándole la cancha a la línea de 3 que para Mohamed, obligando a los volantes de creación a cerrarse atrás, a tomar marcas. Llegó el empate, Parra otra vez consiguió un gol para Chaca. La entrada de Maureen Franco proporcionó unos ataques electrizantes e hizo tambalear a la estructura Sabalera. Pero, aquí la salvedad: cualquier otro equipo, con el 25% de culo que tiene Colón en estos últimos dos años, es campeón local, de la Libertadores y no te digo (?) que le gana la final del mundial de Clubes al Chelsea, pero hasta los penales te llega. Desborde de Fuertes, centro raso al área chica, en donde Cejas parecía el arquero del Goal, atornillado a la línea y aunque uno le diera para adelante con el joystick, el tipo correría sin moverse de la misma, y llega Nieto desde atrás. 2 a 1 faltando nada, en el tercer minuto de descuento. Colón puntero, nuevamente. Chacarita otra vez lamentando su mala suerte y otra vez amargándose a falta de nada para que termine el partido.

“Pese a todo, parece que podré ser algun día la señora Frezzotti. Oh, qué alegría” (?)

Hasta la fecha pasada, Independiente se había vestido de candidato. La gente, en la calle, en el bar, en Rosario, en New York, en Constitución, pienso en tí, Strawberry Fields(?), se sentía identificada con el equipo. Había respondido en funcionamiento, había respondido en temple. Tenía todas las de ganar, además: porque los candidatos de siempre (de hará unos añitos a esta parte, en realidad) le tocaban todos seguiditos y cada uno ponía “suplentes”, ya que el placer cajetilla de este semestre se mira por Fox Sports. El tema es que V
élez, por más que ponga suplentes, ya fue y vino no menos de diez veces (?), porque tiene el libreto aprendido de memoria, sabiendo a lo que juega desde hace ya un buen tiempo y, fundamentalmente, porque Gareca tiene esa poco habitual virtud de hacer sentir a todos importantes: muchos de los que jugaron el partido del viernes, son los que aparecieron en momentos fundamentales desde el banco torciendo el rumbo de un partido. Así de simple es la ecuación. Entonces, ante el más mínimo descuido, el Fortín te hace cartera de cocodrilo, despacito y por las piedras. Llegó el primer gol de Martínez, la confusión del rival y las ansias de empate. Con eso, los espacios en la defensa rival, que fueron aprovechados en el momento justo. Penal a favor que Moralez cambió por gol y ya parecía que, por más que el Rojo intentase, la situación no se iba a revertir así como así. “Yo Gabba Gabba”, se mandó una que parecía sacada del programa: para hacer reir y flashear a los pendejos (?): es inexplicable cómo se le escapó la pelota al arquero de Independiente. El que justo pasaba por ahí fue Silva: 3 a 0 y san se acabó. La historia nuevamente le vuelve a dar la espalda al Rojo enfrentándose a los de Villa Luro, que están más tranquilos que nunca: en la punta de un torneo que no están cuidando como suelen hacerlo. La misma vieja historia: la abundancia tiene cara de Fox Sports. Duro revés para el equipo de Gallego, que bien podría esta vez no minar la confianza de algunos de sus jugadores que tuvieron un muy mal partido, pero que puede ser tomado como un espejismo, ya que han mostrado una probada capacidad de dar vuelta la taba con tan sólo acomodar unas dos o tres cositas.

Tigre ya no le tiene miedo a nada. Es decir, es como de esos personajes mediáticos que fuerzan la situación para que el espectador diga “naaaah, no puede ser. No puede ser que esté haciendo esto”. Cierto es que para acceder a la línea de transigir de Caruso ya no alcanza sacar $1,25. De acuerdo con el cristal que se mire la situación, algunos tomarán el rápido por Panamericana y otros tendrán que hacer un vuelo con triple combinación para llegar a ese mismo lugar donde está el límite del DT de la barba candado. ¿Deslealtad? No, no es el término más adecuado. Sí podría caberle el nulo compromiso con cualquier cosa que tenga que ver con darle la pelota al compañero. Es que tirársele atrás a este Gimnasia, dignísimo pero que junta los huesos para hacer el monumento al hambre, resulta casi inverosímil. Más teniendo en cuenta que el encuentro se disputó en Victoria. El equipo de Cocca no es que sea un dechado de virtudes, pero ha experimentado una mejoría que hace creer en que es posible. Las justificaciones son posibles, más aun desde el lado de la mejoría. Por ejemplo, uno puede tener a una tía internada con un infarto cerebral y puede pasar 6 meses yendo a regarla al hospital (?), pero de repente cambian la medicina y la tía ahora abre y cierra la mano y dice 7 u 8 palabras: sigue estando re hecha mierda (?), pero al menos mejoró. Ese es el caso del Lobo: pasó del Coma 4 a la terapia intensiva y ahora se debate entre dicha sala y la intermedia, que vendría a ser la panacea de la promoción. Stracqualursi había abierto la cuenta para los visitantes, pero Fontanello de cabeza fue quien puso las cifras finales del partido: 1 a 1 y a aguantar el resultado (!) hasta que se termine. Como se está dentro del reglamento, no da más que para un “amarrete” y dar vuelta la página. Por ahora, solamente por ahora (?)

Zubeldía pasó de ser el técnico del futuro al Larry Burns de Cabrero en tan sólo un par de meses. Por más que sea cierto que su equipo solamente tuvo momentos del campeón en el tramo final de su primer torneo y de que hacía rato que venía jugando mal y obteniendo puntos gracias a su jerarquía individual, tampoco nada es tan absoluto. El equipo del Golden Boy (?) fue a Rosario con la premisa de jugarse el pellejo por su DT. Había que ganar: salió con 5 defensores. Pasa que del otro lado estaba Newell´s con Sensini en el banco, que le reza un avemaría al pelotazo en cada salida desde el fondo y que los volantes con buen manejo que tiene, recién tocan la pelota cuando Boghossián o Achucarro bajan el saque de Peratta o la revoleada de alguno de los 3 gerifaltes de la ductilidad que tiene abajo (?). Y no lo ganó Newell´s porque parecía que no quería su DT: tardó tanto en darse cuenta de que Lanús no iba a meter presión más allá de su mitad del campo. Aun cuando las señales eran evidentes: Alayes y Schiavi pasaban la mitad de cancha con pelota dominada. Eso es, básicamente lo mismo que llegar a la puerta de la casa y encontrar a Megan Fox esperándolo a uno en ropa interior y con una botella de champú. Sensini le da una frazada, le calienta un guiso para que no le caiga mal el alcohol con el estómago vacío. Cuando se aviva, a lo mejor Megan ya se enganchó con Son de Diez en Volver y no da cortarle el clima (?). Así la poca capacidad de reacción del entrenador vio cómo la suerte le volvía a dar un guiño: gol de Achucarro y parecía que Zubeldía, el fashionismo (?), el futuro, el goldenboyismo (?), todos juntos, toditos, se iban en procesión a la puta madre que los re parió. Pero, apareció Salcedo (!) a falta de 6 minutos y puso un 1 a 1 que tiene gusto a “I told you so” para el local y para el visitante, no un salvavidas, pero sí al menos un baúl al lado de Rose (?).

Cierto que River sigue jugando (?). Jugar es también, una manera de decir, porque el carácter lúdico puede estar representado tanto en una rayuela o escondida, con todo el candor de la infancia, o en una ruleta rusa, con todo el candor de una severa adicción a, pongámosle, la cocaína y una urgencia de terapia para aquellos que la practican (?). Esto hace mella y repercute en el ánimo general del estadio. Porque uno fue joven, no hace tanto. Uno vio cómo River paseaba a su equipo de aquí para allá en ese estadio. Uno vio a River florearse contra grandes equipos de Argentina y, alguuuuuna que otra vez, Sudamérica. A lo mejor esa tendencia de agigantar las cosas que se tiene en la infancia hace que el Monumental pareciera tan inmenso, tan inexpugnable. La puesta en escena era formidable, porque ahí jugaba la Selección, era una cosa de locos (?) ese estadio. Esos one hit wonder ochentosos dan la sensación de inmensidad, de que todo era más grande: era la sobredosis de reverb que le ponían a todo. Esos tambores profundos y penetrantes reventaban en el pecho del oyente y automáticamente hacían parar el oído. Claro que también, dicha saturación de todo (colores, sonidos, baile, peinados) tenga que ver con la euforia que podría llegar a provocar la proliferación de merca que existía en aquella época. ¿A qué va todo esto? A que hoy día el Monumental pierde un poco ese brillo que tenía de antaño: antes, la cancha de River era el fill de batería de “In the air tonight” de Phill Collins. Casi es una imagen onírica: uno piensa en el monumental y en el “tucun, tucun, tucun” de aquellos tom toms intimidantes (?). Hoy, uno po
ne la tele, y a lo mejor será el fútbol para todos o la mar en coche (?), pero pareciera que el estadio, no la gente, tiene cara de ojete (?). Uno pasa ahí por la bajada de Libertador y lo que antes era un “ooooh” ahora es un “¡JA!, ¡mirá el revoque que paga el trotecito exasperante de Abelairas!”. Bueno, Arsenal no es mucho más, lo que pasa que ya el ojo se ha acostumbrado a su pocas veces agradable presencia en primera. Pero muchos de los futboleros que siguen el torneo de Primera desde siempre, le habrán dado un par de cachetazos a la tele, o tocado algo en el menú, pensando que andaba mal de balance o del color cuando vio por primera vez a la camiseta de los de Sarandí asomar las narices por la pantalla. Hoy día ese celeste lavado, ese rojo apagado ya forman parte del inconsciente colectivo que los acepta tal y como son, y no sólo eso, sino que muchos han tomado su forma, porque el fútbol medio como que se arsenalizó un toque. El resultado:1 a 1, los goles Gallardo, de tiro libre, y Sena para el visitante.

“Deja Vu de lo que va a venir” (?)

Habrá que ser hijo de puta para quedar como un amarrete al lado de un equipo de Falcioni que pone suplentes, eh. Ahí está Rosario Central, arrastrando esa imagen de compasión y risa en partes iguales por todas las canchas. Lo de Cuffaro Russo ya es inadmisible: no sólo por la poca onda que le mete a ganar un partido, a crear alguna situación, a lo que sea: loco, hagan un gol. Lo más exasperante es esa capacidad de negación de la realidad que ostentan, tanto el mamotreto que tiene en su consideración que un enganche es lo mismo que un lateral como mucho de los mamotretos que él sostiene a base de vaya a saber qué Dios, de qué religión y de cuál galaxia saben qué argumentos. Ojo, que hay un mérito, eh: fueron pasando los partidos y la gente pensaba que no se podía jugar más feo. Pero no, es una tendencia que va in crescendo y tras contemplar cómo entre 6 jugadores no pueden reventar una pelota (literalmente), la indignación cede terreno a la risa: ver a Central es ver Cha-Cha-Cha, por momentos. Lo más jodido de todo es que Banfield ni se preocupó en querer ganarle el partido, masomenos arrimó un poco y pateó un tiro al arco para que la gente cante “muchas gracias, a los jugadores, gracias por esta alegría”, total con eso ya estaba hecha la América. Lo más triste del otro lado es que a cada micrófono que le pongan adelante, los auténticos decadentes van a blandir la flojísima excusa de “eh, miren que hicimos 31 puntos, eh. 31 puntos hicimos, eh”, a lo que el hincha ya tiene miedo de encontrar a la mujer enfiestada por medio plantel y recibir la justificación de los 31 puntos. Una mierda, loco. Es más digno irse a la B ahora y expropiar el club en la hecatombe deportiva. Y los que aún sueñan con una caja de madera que verse “Destino: Yukón” y que en el remito se puedan leer los Usandizagas, los Cuffaro y los tantos otros incapaces mamarrachos que han sostenido los que están ahí, parecen ver cómo la utopía se hace más y más grande todavía.

Unos que están en la vereda opuesta son los chicos (?) de Argentinos. Borghi, fiel exponente de la fidelización del espectador neutral (?), no le hace caso a la palabra eficacia. Antes que otra cosa está ir a buscar el partido, y después se verá cómo se reparten los puntos y el éxito. Sin muchos rodeos, sin nada que lo ubique en el candelero por algo que no tenga que ver directamente como el fútbol. Eso hace que el Bicho se gane un lugar de respeto y admiración. Es decir, tienen todavía muchas cuestiones que atender y cosas por solucionar, pero elegir arrancar por tratar de ser el que mejor juega de los dos equipos que disputen el partido no es sólo una saludable propuesta, sino que también merece una distinción: rara avis en la especie del modernismo, el éxito no es ni ganar ni perder, es otra cosa. Así se planta en cualquier cancha y frente al rival que sea. El Decano, conducido por Chiche Sosa, sacó chapa de difícil de roer en la última fecha, paralizando a un Boca espástico. Tan poco le alcanzó para que algunos apellidos alcancen unas primeras planas más relacionadas con la pobreza de los demás que con las virtudes propias. Y no todos son Boca, no todos tienen la obligación de ganar gustar y golear y no todos quedarán sumergidos en una crisis si no pueden vulnerar un estudiadísimo cerrojo defensivo. Lo entendió recién cuando el partido ya estaba 1 a 1 y cuando vio que cambiar golpe por golpe podía darle resultado. Antes, a Argentinos le sobraron las chances para ponerse por arriba, pero no pudo ni supo cómo hacerlo. Terminó en empate, un 1 a 1 mentiroso (?) que dejó en claro que si hay otra virtud que resaltar de los de La Paternal es la propensión a armar grandes partidos. Casi que pareciera que el Bicho, jugando bien, obliga a jugar bien al rival.

Boca es otro de los que extrañan las luces de otros tiempos. Estar en el candelero es una costumbre que, de a poco, va quedando como un lujo Vintage (?) en la agenda Xeneize. Lo que serán las cosas que el zar de copas, el multicampeón, el que había llegado para quedarse, hoy está en una etapa de transición que tiene reminiscencias riverizantes, cuando aquella incursión estelar de Aguilar en su segundo mandato. Aun así, Alves trata de contagiar la excitación de un devenir listo para luego del mundial: de hacer el camino al andar. El presente kantiano (?) de Boca obliga a replantearse, entre otras cosas, que manager quiere decir gerente. Y muchas veces, el laburo de un gerente consta en saber decir que no, y no al revés. La próxima lección moral viene cuando salga la segunda ronda de café y traigan el próximo sobrecito. El que estuvo enfrente fue Godoy Cruz, la Chanchoneta (?) que se ha propuesto alejarse de la zona de puntos teniendo como premisa no herir susceptibilidades pero tampoco construir castillos en el aire. Pueden haber salido de la punta, pero si hay algo que está claro es que la idea es salir del fondo tratando de ponerle la mayor onda posible (?). Y, por qué no, apostándole a la resurrección de algunos que parecían con el velorio oficiado (?). Higuaín le puso una cifra que parecía justicia al partido, sobre todo por cómo se habían suscitado los eventos de esa primera etapa. En la vieja frase “un tiempo para cada uno” fue que Boca encontró refugio y se descontracturó lo necesario como para reencontrarse de a poco con lo que supo ser. Quién sino Palermo para empatar un partido y poner un resultado que hace unos años, hubiese sido sinónimo de mini crisis y objeto de un análisis tan objetivos y serios como la mierda misma (?) en todos los canales. Justamente, por eso es tan destacable la actitud de algunos (como el propio Martín) que asumen la realidad sin problema alguno y siguen poniendo las piernas y la cabeza al servicio del equipo, sin importar si hay que metérsela a Casillas o a Ibáñez.