Defensa y Banfield se impusieron anoche en dos compromisos complicados y se encaminan hacia el ascenso. Mientras tanto Independiente rompió al fin su racha diabólica con tres goles de Parra, aunque Instituto no le pierde pisada.

Huelgan los elogios para esta campaña de Defensa y Justicia. ¿Cómo explicar si no que un equipo sin historia en Primera División haya llegado a instalar como inevitable la idea de su inminente ascenso? ¿Cómo explicar entonces que desempeños de un nivel descollante como el de ayer resulten casi una costumbre? Los dirigidos por Cocca mantuvieron la punta y redujeron a la futilidad a un rival como Sarmiento que venía entonado luego de vencer a Independiente. De hecho, el cotejo disputado en Florencio Varela prometía mucho en la previa, ya que se medían el puntero absoluto del certamen con el de mejor campaña en 2014. Y las expectativas se cumplieron con creces, para exclusivamente del lado de los del Halcón.

Es cierto que Defensa sufrió hasta el final, más por la exigua diferencia que por el peligro concreto que acercara su rival, situación que debe encontrar su explicación en la noche desprolija que tuvieron sus delanteros, en especial Juan Martín Lucero, algo poco común en esta temporada que lo tiene como goleador absoluto del torneo. Fuera de esas imprecisiones para definir, la noche del local fue prácticamente perfecta, tanto en la recuperación de la pelota como en su distribución posterior. El ímpetu ganador que mostraron lo de Cocca quedó claro de entrada: antes de los veinte segundos, Camacho casi sorprende a Ischuk con un sensacional envío bombeado desde casi treinta metros. Esa ocasión tempranera del volante uruguayo sería un aviso de lo que acontecería en el complemento. Enseguida, apenas iban dos minutos, Lucero tuvo la primera de las muchas chances que desperdiciaría en la noche. Triverio lo asistió de cabeza antes de que encarara al arquero de Sarmiento e intentara gambetearlo. Ischuk estuvo rápido y lo trabó cuándo Lucero iba a patear. Hubo una segunda jugada, tras centro atrás de Juárez, pero Triverio elevó su remate. Antes de los diez, el líder del certamen tuvo su tercera chance, que se inició en una magistral habilitación larga de Acevedo para Lucero, que fue atorado in extremis por Delgado cuándo se aprestaba a convertir.

Defensa y Justicia era una tromba mientras los juninenses se limitaban a resistir. El doble cinco planteado por Cocca se comía el mediocampo, con la combinación perfecta entre la clase de Aguilera y el despliegue de Acevedo para presionar permanentemente a la linea media propuesta por Fuentes, que no encontraba su solvencia habitual ante semejante exigencia. Sin embargo, sin poner nunca en cuestión el dominio del Halcón de Varela, el trajín del partido les dio algunas brechas en las cuáles Sarmiento pudo demostrar su jerarquía, como un gran disparo lanzado desde muy lejos por Aguilar, que obligó a Pellegrino a mandarla al córner.

Si bien promediando el complemento mermó la supremacía abrumadora del puntero las chances en su favor seguían generándose con asiduidad. Juárez ganó bien las espaldas del lateral izquierdo rival para recibir un pelotazo frontal, la bajó con el pecho y obligó a Ischuk a un nuevo revolcón. Poco después, tras un excelente desborde de Camacho, volvió a fallar Lucero, que sólo en el área chica no pudo desviar con precisión el centro del uruguayo, acaso demasiado potente, y la pelota se fue lamiendo el travesaño.

Más allá de las oscilaciones en el trámite, que siempre se dieron en el marco de un dominio del local, el ritmo del partido era trepidante. Recién en los veinte minutos finales Sarmiento tuvo un cierto respiro e incluso pudo haberse puesto injustamente en ventaja, cuando en una de las pocas desatenciones defensivas de los de Cocca en toda la noche, Ramiro López quedó insólitamente sólo en el área rival tras la segunda jugada de un lateral ofensivo que la visitó jugó casi como una pelota parada a favor. El ex-Defensores de Belgrano acaso sorprendido por la increíble facilidad con la que se le presentaba una ocasión tan propicia, definió desviado, sin convicción. Sobre la media hora, Lucero encontró por fin la red, pero se comprobó que no era su noche, cuándo la conquista fue (correctamente) anulada por off-side. Poco después llegaría una verdadera polémica, cuándo el lateral derecho de Defensa, Báez, se proyectó en ofensiva pero Laverni ordenó seguir la jugada. Aún con estas nuevas aproximaciones, como dijimos, en el tramo final del primer tiempo el Halcón perdió imaginación para generar peligro y Sarmiento se fue sintiendo más cómodo. El final de la etapa arrojaba el interrogante de si al local le pesarían las ocasiones desperdiciadas.

Pero cualquier duda al respecto quedó anulada por el oportunismo del enorme Washington Camacho. El uruguayo, que casi había abierto el marcador a los 18 segundos del primer tiempo, se desquitó haciendo lo propio a los 14 (!) segundos del complemento. La jugada no fue necesariamente vistosa, pero ilustró la enjundia y el oportunismo del volante oriental, sin olvidarnos de su heterodoxa habilidad. Camacho recibió de espaldas al arco contrario, giró y buscó una pared con un compañero pero le terminó saliendo una bizarra doble pared con un rival, en este caso Canuto. En efecto, el volante de Sarmiento anticipó con prisa el primer intento de asistencia de Washington, pero su rechazo quedó boyando. Camacho corrigió su carrera para buscar la pelota e intentó habilitar a otro compañero con un furibundo cambio de frente, pero el tiro volvió a dar en Canuto y salió proyectado hacia el área desprotegida de Ischuk. Con una repentización envidiable, Camacho volvió a adaptarse al brusco vuelco de la jugada para ir en pos del balón una vez más y conseguir el primero con un remate certero. Catorce segundos. Sí, lleva más tiempo escribirlo y leerlo que hacerlo. Defensa conseguía apenas reiniciadas las acciones lo que había merecido ampliamente antes del descanso.

Con la ventaja en el bolsillo, los de Cocca apaciguaron su ritmo asfixiante pero siguieron desplegando una actuación casi sin fisuras. Al entendimiento de relojería que exhibían Aguilera y Acevedo se sumaban los aportes incisivos de un Camacho inspiradísimo por izquierda, que además armaba un tándem interesante con Benítez. Justamente en una de las proyecciones del lateral izquierdo casi llega el segundo de la noche. Tras combinar con tanta precisión como velocidad con Camacho y Acevedo, habilitó a Lucero que otra vez falló en el toque final. Aún mas incomprensible fue el siguiente fallo del goleador del certamen: con Ischuk vencido y el arco a su disposición, estrelló su remate en el palo. La jugada previa había sido nuevamente cortesía de Washington, que le dejó el gol servido a su compañero tras otro de sus desbordes endiablados.

El tiempo pasaba y Defensa no conseguía liquidar el pleito. Fuentes intentó oxigenar el ataque de los suyos mandando a Cacheiro y a Diego Martínez a la cancha, pero no consiguió demasiados resultados, más allá de algún encare atrevido del chiquilín que había amargado a Independiente hacía una semana. Recién en el cuarto de hora final comenzaron a replegar sus posiciones los de Cocca. En el momento se encendió alguna alerta para los locales, que parecían demasiado confiados para una ventaja tan exigua, pero lo cierto es que cualquier sufrimiento que hayan pasado, fue más a cuenta de lo impredecible que es el fútbol que por algo que realmente haya pasado en la cancha. Ni siquiera con la pelota por fin a su disposición, pudo Sarmiento inquietar a Pellegrino. Diellos, intratable en partidos anteriores, no consiguió hacer mella en una zaga local que también estuvo muy atenta para despejar los centros que los de Junín hicieron llover a falta de armas más ocurrentes.

Aunque ahora parado de contra, el Halcón de Varela seguía siendo el que arrimaba más peligro. Lucero, desquiciado por su noche desafortunada (no se puede decir que haya jugado mal realmente, con la cantidad de ocasiones que supo crearse) falló en un control de balón más que accesible cuándo se iba mano a mano. Finalmente, fue el ingresado Brian Fernández, menos mufado que sus colegas titulares el que le daría la tranquilidad al puntero de la B Nacional. Ya en tiempo de descuento, Lucero lo asistió de cabeza y Fernández resolvió el contraataque de manera perfecta: desairó con un toque al único marcador que quedaba y definió de zurda a colocar, muy lejos de cualquier posibilidad de estiramiento de Ischuk. Fue de esas pelotas que entran bella y mansamente a la red, con una morosidad que potencia el deleite. Casi con la misma prestancia y paciencia con a que los de Cocca van camino hacia un ascenso soñado, dando cátedra de fútbol en el camino. Enhorabuena. Su hinchada ya se ilusiona con jugar en la Primera División: ayer por la noche, entre numerosos cánticos festivos se escuchó un delicioso (?) “en la cancha de Boca vamos a ganar (x2) y la vamos, y la vamos a quemar…”.

Sin tanto lucimiento pero con una presencia de ánimo digna de encomio, Banfield se llevó tres puntos de oro de Paraná. Es difícil exagerar la importancia del logro conseguido anoche por los de Almeyda. Más allá de la tranquilidad que les daba el colchón de puntos de la primera rueda, algunos nubarrones se adivinaban en el horizonte. No solamente porque el Taladro llevaba cuatro cotejos sin ganar, sino porque su singular propuesta futbolística, cimentada en un despliegue físico descomunal, parecía comenzar a hacer mella en sus soldados. Cuatro de sus jugadores se habían retirado lesionados del partido anterior ante Instituto, y sólo Chávez se recuperó a tiempo para jugar ayer. Mientras que Bertolo y Tagliafico estarán fuera por dos semanas, la más preocupante era la lesión de rodilla del arquero, que parecía dejar desatendido un puesto clave, sin olvidar la poco habitual labor ofensiva que desempeña el guardavalla averiado con sus presurosos y certeros saques desde el arco. Nadie podía imaginar que el debutante Gaspar Servio iba a tener semejante actuación consagratoria, que incluyó la contención de dos penales (!).

El conjunto del Sur tuvo una noche mucho más difícil que lo que marca el resultado final. Los de Almeyda nunca encontraron del todo el ritmo abrumador con el que suelen asfixiar a sus rivales. Antes bien, Patronato les disputó el medio a cara de perro, con lo cual esa zona del campo que el Taladro intenta utilizar como mero punto de paso, se transformó en el escenario principal de las acciones. De esta manera, el partido resultó tan parejo como trabado y desprolijo. Banfield intentó responder a esa bravura del rival, con la dudosa receta de omitir la elaboración de las jugadas y sorprender con pelotazos a las espaldas de los laterales que pudieran dejar a Noir o Chávez en posición de gol. Y si bien la visita fue de a poco ganando la pulseada del mediocampo, curiosamente o no tanto, en ese preciso lapso fue Patronato el que generó las mejores ocasiones de gol. Todo empezó con un desliz de Cazares, obligado por el trámite a replegarse casi a una posición de doble cinco en la que lució incómodo. Tras la recuperación de la pelota, Rodríguez Rojas lanzó un pelotazo bien pivoteado de cabeza por Carignano, que así dejó en posición de gol a Lucas Brum. Entonces apareció por primera vez en la noche Servio para evitar el gol.

Las siguientes aproximaciones del Patrón fueron por una vía inusual: los lanzamientos de esquina. Como si el apellido ilustre moviera sus hilos, Lautaro Comas exigió dos veces consecutivas al novel guardavalla banfileño con dos córners envenenados. Servio debía lidiar no sólo con las combas sino con los embates insidiosos de los atacantes locales, siempre al borde de la infracción. Otra de las materias relámpago del curso acelerado de B Nacional que afrontó el juvenil surgido en River (la institución de Nuñez es aún dueña de su pase) y otro examen del que salía airoso. Banfield la pasaba mal atrás, mientras sus embates ofensivos se diluían en la nada. Salcedo, desmotivado por las pelotas que no le llegaban, oscilaba entre aburrirse entre los centrales del conjunto entrerriano y o bajar a buscar juego sin mucha lucidez. Recién pasada la media hora tuvo el escolta del certamen su primera ocasión franca y -previsiblemente- no surgió de una pelota en movimiento sino de un córner. Domingo se la bajó a Noguera, que quizá la hubiera preferido a la altura de la cabeza, pero aún su remate defectuoso complicó a un Bértoli que precisó de dos movimientos para aprisionar el útil.

Parecía una ocasión aislada, el cotejo transcurría lejos de las áreas y el descanso parecía acercarse con la igualdad sin goles como única posibilidad. Pero entonces Banfield sacó la apertura del marcador de la nada, como deben hacer los equipos con aspiraciones, por otra parte. Salcedo, desdoblado de wing derecho, acaso por el hastío, envió un centro burocrático, bajo y sin pimienta. Sin embargo, Boggino rechazó hacia el medio sin la severidad necesaria y la bola le cayó a Noir. De allí en adelante, todo mérito del ex-Boca. Trasladó la pelota unos pocos metros hasta encontrar un resquicio para sorprender con un zurdazo tan fuerte como esquinado, inalcanzable para un Bértoli demasiado tapado por sus compañeros. A cinco del final del primer tiempo, Banfield empezaba a edificar una victoria importantísima sin haber acumulado merecimientos pero sostenido en la eficacia de sus individualidades. La conquista revivió al Taladro, que casi duplica la ventaja antes del descanso con un remate desviado de Chávez.

La segunda mitad arrancó a media máquina, con Patronato ejerciendo tibiamente el dominio y Banfield intentando adecuarse a una actitud defensiva que no le resulta cómoda. Antes de irse reemplazado, Comas inquietó por última vez a Servio con uno de sus córners incisivos. De hecho, Boggino conectó al gol, pero Loustau le salvó las papas al debutante en su único desliz y cobró falta (dudosa). Almeyda pareció reconocer las exigencias inusuales del encuentro y resignó su fidelidad a los esquemas audaces con sus primeras dos modificaciones: Erviti x Cazares y Bettini x Yeri. Sin embargo, por algo es tan hermoso este puto (?) juego, antes de ponerse a guerrear en el medio, el ex-Boca y San Lorenzo, se mandó al ataque y generó indirectamente el segundo gol de su equipo. Una buena contra manejada por Noir y Chávez culminó con una violenta infracción sobre Erviti en la empanada (?) del área. Pan comido para Salcedo, que se sacudió la bronca de un partido con poca participación para él con un sablazo impresionante, un tiro recto tan feroz que no necesitó comba alguna, que todavía estaba subiendo cuándo entró y al que Bértoli no pudo despejar ni siquiera estando apostado a la altura del arco por la que ingresó el remate.

Muchas cosas se le podían criticar a la actuación de Banfield de anoche, excepto la eficacia: casi sin generar peligro, tenía la victoria prácticamente abrochada a falta de media hora, Sin embargo, el final de su travesía paranaense distaría de ser apacible. Aún sin la asechanza de un descuento local que nunca llegó, el Taladro la pasó verdaderamente mal. Los dirigidos por Lippi llegaron en demasía, pero no consiguieron concretar, ni siquiera con las dos chances desde los doce pasos con que contaron. Los de Almeyda, casi no pudieron inquietar de contra, salvo alguna corrida aislada de Noir. Casi inmediatamente al gol de Salcedo llegaría el primer penal, sancionado por una mano de Bianchi Arce que pareció no intencional. Todavía quedaba mucho por delante y la noche podía volvérsele a complicar al visitante, pero entonces emergió la sorprendente figura del juvenil Servio, que atajó el disparo de Carignano. Hubo un momento de suspenso adicional, porque parecía que el rebote le quedaba servido al ex-Colón, pero el guardavalla estiró una pierna desde el suelo y alejó el peligro.

El Tanque tuvo una noche verdaderamente diabólica: poco después de marrar el penal, se comió un gol servido abajo del arco, tras una jugada que el mismo había generado arrancando muy bien desde atrás y combinando en pared con el ingresado Jonathan López. Carignano coronó su seguidilla de tropiezos yéndose expulsado, aunque es justo reconocerle (?) que se llevó a uno de los contrarios con él: hablamos de Toledo, con el que intercambiaron unos manotazos muy poco patriarcales (?).

Antes y después de las expulsiones, Patronato seguía yendo a todo vapor, mientras Servio se agigantaba. Boggino estuvo cerca de conseguir un golazo en una agitada excursión ofensiva, en la que agarró la lanza, se limpió a tres rivales en dos movimientos y sacó un remate furibundo que el arquero mandó al córner en otra gran atajada. Ni siquiera la lesión de Almada, que dejó a los suyos nueve contra diez por haber agotado los cambios, frenó los embates del Patrón. Además de su inspirado guardavalla de estreno, sólo el paso del tiempo conspiraba a favor de un Banfield desorientado. Acaso por su entendible excitación se le habrá ido la mano, o mejor dicho el cuerpo entero a Gaspar, que se llevó puesto con imprudencia a López y motivó el segundo penal de la noche para los entrerrianos. O quizás se tenía tanta fe que suscitó la situación para volver a lucirse (?). Si en el primer envío había atajado abajo a su izquierda, en esta segunda ocasión voló hacia la derecha para conjurar el remate violento y bien dirigido de Rossi.

Quedaba claro por fin que la victoria no se le escaparía a Banfield a pesar de tantas zozobras. A Servio sólo le faltaba bailar en pelotas arriba de una carroza carnavalera en mitad de cancha, pero demostró cierto pudor y se limitó a atajar un remate de Brun con el pecho (!). Y ya en tiempo de distancia, ahogó por última vez el descuento, en este caso a Graciani que se la quiso colar en el primer palo. Gigantesca actuación del debutante. Habrá que ver con cautela que le depara el futuro: ayer pareció una mezcla de Banks, Yashin y Stallone (?). Fue instrumental en un triunfo crucial para que Banfield espante los temores de una pecheada y recupere el paso de líder (o escolta, en este caso). Eso por ahora, fue más importante, que un rendimiento que sigue siendo intermitente.

Independiente cortó por fin su extensa racha negativa ante Talleres después de una semana muy complicada, en los que arreciaron los rumores de renuncia tanto de su técnico Omar De Felippe como de su presidente Javier Cantero, reapareció públicamente el surrealista lumpen “Bebote” Álvarez con sus amenazas carnavalescas y el arreglo de Cantero con la agrupación Independiente (la que responde al sindicalista Hugo Moyano) para llamar a elecciones anticipadas a cambio de que la lista opositora del camionero se hiciera cargo de abonar salarios y premios adeudados al plantel y el cuerpo técnico.

El partido ante el equipo cordobés fue un verdadero bálsamo después de la seguidilla de ocho partidos sin victorias, incluidas cuatro derrotas. Si volver a sumar de a tres ya era razón suficiente como para aliviar un poco las tensiones, hay que agregar un dato que sólo puede ser enunciado sin adjetivaciones estrafalarias: Independiente jugó bien. Desde luego que no desaparecieron ciertas flaquezas defensivas, y que hubo momentos de imprecisión en el manejo de la pelota, pero aún así el abultado resultado positivo no fue azaroso sino que reflejó el desempeño mejorado del Rojo.

Sin lugar dudas fue crucial la actuación de Parra, al que los de Avellaneda habían extrañado tanto durante su ausencia por lesión, como en sus cotejos tras el regreso en los que se lo había visto apagado y falto de ritmo. Todo fue distinto el sábado, en el Libertadores de América, ya que el delantero convirtió los tres goles del triunfo. Si bien todas las anotaciones pueden parecer a simple vista simples de concretar, no se debe subestimar la capacidad del goleador para estar situadoo en el tiempo y el lugar preciso como para las cosas resultaran tan fáciles. No es aventurado suponer que ninguno de sus desabridos reemplazantes hubiera estado tan presto para facturar como estuvo Parra. Pero además, la influencia del ex-Chacarita no se limitó a rubricar el resultado sino que tuvo una innegable participación en la mejora general del equipo. Supo combinar con inteligencia la ubicación para brindarles una referencia de área a sus compañeros y la movilidad para quitarse esa misma referencia a los defensores rivales. Siempre estuvo muy rápido para pivotear de espaldas y darle aire al juego ofensivo del Rojo. Asimismo, su presencia favoreció directa o indirectamente el juego del Rolfi Montenegro, que más allá de sus infaltables lagunas, talladas en las doble hélices de sus núcleos celulares (?), subió considerablemente su nivel luego de varias participaciones desvaídas.

¿Colaboró el rival en la recuperación de los Diablos de Avellaneda? A posteriori es fácil llegar a esa conclusión, pero hay que reconocer que las mismas razones que lo llevaron a la T a la debacle pudieron haberle dado las chances de complicar al local, de haber tomado otra bifurcación el partido. Es que los técnicos interinos Coleoni y Obulgen, obligados por las circunstancias del promedio a sumar de a tres, apostaron por abrir la cancha con dos carrileros como Barrionuevo y Pavón, que iban mucho más de lo que venían. Sumados a los dos hombres de punto, el acoso de estos extremos podía poner en aprietos a la improvisada defensa del Rojo, en la que faltaban Velázquez por lesión y Tula por suspensión. Con Cáceres y Ojeda en lugar de los titulares, no faltaron ciertas zozobras, pero lo cierto es que los supuestamente experimentados venían jugando tan mal, que no se notaron diferencias, o hasta podríamos decir que los noveles valores salieron beneficiados en la comparación. Pavón fue especialmente insidioso en el comienzo del juego, y pareció que por ahí podían repetirse las penurias de Independiente, pero los huecos que dejaron estos mediocampistas adelantados a sus espaldas resultaron más decisivos. Especialmente por la izquierda del ataque local, dónde Villalba y Mancuello se hicieron un festín con un desorientado Rodrigo Chávez.

Es cierto que el Rojo tuvo momentos de impaciencia incluso después de abrir el marcador, en los que la apuesta por el toque preciso y los desmarques permanentes era abruptamente olvidada para lanzar un pelotazo con destino incierto, o desaprovechada por un pase mal dado que cortaba el circuito o un remate de media distancia ejecutado sin la menor convicción. Pero a esos comprensibles deslices nerviosos de sus defensores, desde el costado llegó siempre la palabra reprensiva de Omar De Felippe para reestablecer el libreto original. En la apuesta por el buen juego, aún con los cortocircuitos impuestos por las urgencias del caso, Independiente fue encontrando el camino hacia el dominio franco primero y hacia la victoria después. Ya a los cinco minutos, Fredes estuvo cerca de romper el cero con un remate desde la medialuna que terminó saliendo desviado. El volante tuvo una franca mejoría, comparable a su primer tiempo frente a Banfield, si bien no le faltó el habitual error con el que arruina todas sus virtudes, cuándo promediando la primera etapa, con los suyos arriba por la mínima, la perdió por una pisada mal hecha en mitad de cancha y casi facilita la igualdad de los cordobeses.

Pero unos minutos antes de esa torpeza de Magic (?), el Rojo había comenzado a sacarse la mufa, con una jugada que tuvo al propio Fredes como iniciador con un ajustado cambio de frente y a Villalba como principal partícipe necesario, ya que se llevó la pelota con la cabeza para desairar a su marcador antes de desbordar por línea de fondo y dejar a Parra ante el arco vacío. El delantero resolvió sin demasiada sutileza, de hecho parecío llevarse la pelota por delante, pero como decíamos más arriba, una parte del mérito es estar ahí. Con esa primera ventaja no terminó de calmarse del todo Independiente: las buenas jugadas se seguían intercalando con las imprecisiones incluida la pifia de Fredes arriba mencionada que culminó con un remate de Álvarez bien conjurado por el Rusito Rodríguez.

El tramo final del primer tiempo fue extraño: el Rojo era el innegable protagonista del trámite, pero Talleres lo complicó varias veces de contra. Casi aumenta Zapata tras una asistencia exquisita de Montenegro, a Fredes se la sacaron del buche luego de un no menos atildado taco de Parra, pero pocos minutos después Rodriguez debió esforzarse nuevamente para rechazar un bombazo de Barrionuevo. Al rato, Cáceres emuló a la desgajada defensa titular al errarle feo al cálculo en un centro cruzado y dejarle la mesa servida a Klusener. Sin embargo, la palomita del misionero se fue por el costado del poste.

Pero apenas un minuto más tarde, en el momento de mayor zozobra para el Rojo durante toda la tarde, reapareció su fórmula predilecta de ataque para comenzar a liquidar el pleito. El oportunismo que mostró Independiente marcó un contraste absoluto con las actuaciones pasadas, en la que cualquier virtud esporádica era malversada. Otra vez estuvo Villalba en el inicio de la jugada, pero en ésta no fue hasta el fondo sino que buscó a Mancuello, que lanzó el centro de primera y sin levantar la cabeza, pero se encontró con una débil resistencia de Aguiar, que no alcanzó a bloquear el envío y dejo su valla a disposición de Parra, que ésta vez tuvo que estirarse para duplicar la ventaja.

El partido parecía definido, aunque a juzgar por los antecedentes, este Independiente resultaba capaz incluso de dilapidar esta diferencia ante un rival entregado. Pero el Rojo en esta ocasión supo sacar fuerzas de esa notoria debilidad. Como si los jugadores supieran que eran capaces de derrumbarse ante el primer contratiempo, no se conformaron con el 2-0 sino que buscaron una diferencia más desahogada. El Rolfi Montenegro estuvo cerca de marcar el tercero con una emboquillada justo antes del descanso.

La lesión de Vidal, que ya había penado durante el cierre de la primera parte, le impidió salir al campo de juego en el complemento. Pero ni siquiera la ausencia del jugador más equilibrado del equipo, el que mantuvo la compostura aún durante los juegos sin victorias, pudo amargarle la tarde. Coleoni y Obulgen sacaron a los dos carrileros que habían sido el eje de su plan de partido, buscando quizá dar un volantazo que les salvara la tarde, pero Independiente no resultó conmovido. Es cierto que la T se paró unos metros más adelante en la cancha y disputó más fervientemente la posesión del balón, pero jamás pudo recrear el peligro que había acercado en la primera etapa. En cambio, Independiente, azuzado por ese temor a pechear que esta vez pudo reconvertir en presencia de ánimo positiva, generó varias situaciones antes de llegar al tercero. Zapata lo tuvo antes del minuto; al rato, Aguiar frustró una excelente combinación colectiva que fue casi un resumen de la tarde, desborde de Villalba, pivoteo de espaldas de Parra y tiro al arco del Rolfi; un minuto después el propio Montenegro desvió otro remate propicio.

Talleres recién pudo transformar su adelantamiento estratégico en ocasiones alrededor del cuarto de hora. Primero hubo una jugada dudosa en la que pareció haber penal de Mancuello sobre Rodrigo Chaves, pero el juez dejó seguir; luego la defensa roja se tomó una siesta incomprensible y dejó a Díaz recibir sólo en el área. Pero la atención que faltó en sus zagueros la puso el Ruso Rodríguez, siempre atento para aparecer cuándo lo exigieron. Pasados esos sofocones, Talleres dejó de encontrar caminos, mientras que el Rojo volvía a apurar de contra. A Montenegro volvió a negársele el gol como toda la tarde después de una buena apilada que no pudo coronar por el buen achique de Aguiar.

Hasta que a los 25 llegaría por fin la tranquilidad: Pisano, que acababa de suplantar a Fredes, quedó mano a mano tras una guapeada de Mancuello. El arquero amortiguó su remate pero el balón quedó boyando en plena área chica. Parra, como toda la tarde, estuvo más rápido que la defensa cordobesa para pescar el rebote y alcanzó su hat-trick de arremetida. Asunto cerrado. Talleres no tuvo ya espíritu para intentar nada mientras que los de Omar De Felippe recuperaron la pelota y la administraron morosamente para dejar pasar el tiempo. Independiente festejó así después de ocho fechas y se mantiene en el tercer puesto de ascenso, si bien compartido con Instituto, pero con el agregado de que la derrota de Crucero del Norte en Jujuy impide que los misioneros lo sobrepasen aún en caso de imponerse en su cotejo pendiente ante Almirante Brown.

Instituto sufrió más de la cuenta para ganarle a Villa San Carlos en su cancha, pero se sobrepuso a una remontada y se mantiene en la lucha por el ascenso. La visita de los de Berisso parecía bastante accesible más allá de la digna segunda rueda, pero justamente por eso planteaba una exigencia de victoria para La Gloria, máxime cuándo llegaban las noticias de la resurrección de Independiente (que arrancó su partido una hora más temprano). El comienzo de la juego prometía, engañosamente, una tarde-noche tranquila para los cordobeses. Burzio se la sirvió a Lucas Favalli, que pasó con buen timing al ataque y definió mejor: la dominó con el pecho y la punteó de emboquillada por encima de Sessa para abrir el marcador. Iban apenas tres minutos, y el tanto le dio ímpetu a los de Miliki Jiménez, que anularon cualquier atisbo de reacción de Villa San Carlos. No sorprendió entonces que Instituto estirara diferencias promediando la etapa. Los platenses durmieron mal en un lateral ofensivo del local, Correa habilitó a Favalli, que nuevamente tuvo enorme criterio para pasar al ataque, como así también para definir. 2-0 antes de la media hora, la cosa parecía encaminadísima, Lucas, Favalli, el héroe colectivo. Pero faltaban Juan Salvo y Polski, y Villa San Carlos respondió con los gurbos y los cascarudos (?). Oesterheldeadas aparte, La Gloria pareció confiarse demasiado en ese colchón de dos goles y por primera vez le cedió campo y pelota a la visita. Las primeras aproximaciones de los de San Esteban fueron más bien tentativas, pero antes del descanso, ejecutaron un corner corto como un verdadero mecanismo de relojería en el que Raverta encontró a Sapetti en el corazón del área, y el volante sometió a Chiarini con un zurdazo bajo para poner el descuento.

El parate del entretiempo, lejos de refrescar a los locales, pareció intensificar su temor a desperdiciar esta inmejorable oportunidad. San Carlos mantuvo el protagonismo con el que había finalizado la primera mitad. Sus ideas ofensivas eran más bien rústicas, pero contra todo pronóstico, resultaron suficientes ante un rival atemorizado. Gayoso, el mejor de los Berisso en ese lapso, abrió el camino a la igualdad con un lanzamiento a balón parado que fue efectivamente conectado por un Mazzola muy mal tomado por la defensa local. En pleno ecuador del complemento, Instituto había dilapidado su ventaja y parecía repetir la triste saga del desplome de todos los rivales directos de Independiente. Sin embargo, los comandados por Jiménez encontraron el temple para reencontrar, si no su mejor forma futbolística, al menos el empuje para volver a encerrar a Villa San Carlos. Es cierto que esa búsqueda frenética y poco juiciosa lo tuvo al borde del desastre, ya que los de Berisso casi se llevan el premio mayor en un par de contras. Hasta que faltando ocho minutos, Lastra (reemplazante de Burzio) encontró la claridad mental que les andaba faltando a sus compañeros. Recibió de espaldas, giró y encaró a un par de rivales, buscó el área y aún encerrado por el cierre de un defensor y la línea de fondo, tuvo la increíble serenidad para aguardar el instante necesario para desairar la barrida del contrario y encontrar el espacio mínimo para lanzar un centro que no tuviera un destino mediocre de córner. La globa dibujó una parábola hermosa, como si tuviera una voluntad humana que la hacía esquivar intencionalmente a toda la zaga visitante y buscar en cambio la cabeza de Velázquez, que esperaba como un amante fiel y paciente del otro lado de la muralla. 3-2 y a festejar con ganas, revoleando la remera y chapándose a los culiaos colgados de los respectivos lados del alambrado (?). Se podrá cuestionarle a Instituto la dificultad en resolver un compromiso favorable, pero también se le debe reconocer su capacidad para sobreponerse. Saber ganar en las veladas imperfectas es también una materia obligatoria para pelear un ascenso.

Brown (Adrogué) y Huracán jugaron un partido mucho más entretenido de lo que el 0-0 final pareciera indicar. De hecho, ambos equipos suelen ofrecer una propuesta futbolística atractiva, más allá de los altibajos, obviamente menos tolerables para los de Parque Patricios por razones de prosapia y aspiraciones. Durante la mayor parte de su desarrollo, el cotejo fue de ida y vuelta, con el mediocampo como mero lugar de paso. El Globo siempre pareció buscarlo más, al menos en lo que hace a la posesión de la pelota y la disposición territorial de sus jugadores, pero la cantidad de ocasiones de peligro fue bastante equitativa. Más allá de su innegable vocación ofensiva y su buen traslado del balón hasta los tres cuartos de cancha, los tres hombres de punta (Espinosa, Martínez y Ábila), de actuación consagratoria ante Patronato, estuvieron apagados e imprecisos. Acaso esa merma explique el escueto resultado del cotejo.

Los de Kudelka tuvieron acaso su mayor predominancia en el arranque, cuándo encadenaron una seguidilla de tres ocasiones de peligro, pero enseguida comenzaron a responder los de Vicó, amparados sobre todo en la buena tarea de Fabro encarando por derecha. Alrededor de los ’28, en menos de un minuto llegaron los dos con sendos remates de media distancia, ambos bien conjurados por los guardavallas Giordano y Díaz, que de a poco se iban convirtiendo en figuras. A pesar de que, como decíamos, los visitantes solían conducir el ritmo de las acciones, la más clara de las numerosas situaciones que hubo en esa primera etapa la tuvo Brown, y por partida doble: ya en tiempo de descuento, la defensa de Huracán se durmió en un lateral, Caggiano anticipó a todos de cabeza y la estampó en el travesaño. Encima el rebote le quedó servido a Sproat, con Díaz vencido, pero increíblemente el de apellido de sigla (?) no esperó a que la pelota le bajara (era cuestión de centésimas) sino que quiso resolver agachando la cabeza hacia una posición antinatural y falló ante el arco desguarnecido.

En el segundo tiempo, no vario demasiado la tesitura del juego, con Huracán yendo al frente y los locales asustando de contra. En efecto, las primeras aproximaciones las tuvo el local, dos tiros de afuera de Fabro (uno desviado, el otro atajado por Díaz), pero después el Globo retomaría las riendas del partido, mientras los de Vicó parecían perder picante en sus réplicas. Giordano emergió entonces de manera providencial para garantizar el cero: primero al conjurar un buen cabezazo de Eduardo Domínguez, flojo en defensa pero peligroso en las pelotas paradas a favor; después conteniendo una media vuelta de “Wanchope” Ábila; finalmente en la mejor atajada de la tarde, con una doble tapada a Cuesta y el propio Ábila. Tras esa seguidilla de ocasiones, intercaladas por el ingreso de un tierno can al campo de juego, parecía que Huracán podía ganarlo, pero en el cuarto de hora final fue como si se quedara sin nafta, y el empate sin goles se fue instalando como un malware (?). Recién faltando tres minutos, volverían a llegar con peligro los de Kudelka, un disparo del ingresado Caruso desde la medialuna. Fue el último intento de una tarde en la que el destino conspiró para sostener un 0-0 que no le hizo justicia a las buenas intenciones de ambos, aunque sí a la concentración y la probidad de los guardavallas.

Atlético Tucumán zafó de su cuarta derrota consecutiva de manera agónica, cuándo Aldosivi se aprestaba a celebrar con victoria incluida su 101° aniversario. Más allá de las ubicaciones en la tabla general, fueron los antecedente recientes los que marcaron el pulso de las acciones en el José María Minella: el Tiburón, en plena levantada durante el mes pasado, se llevó puestos a los de Erroz, que en un gesto poco habitual en nuestro fútbol, dirigió por última vez a los suyos tras presentar la renuncia, a la espera de que la dirigencia designe un reemplazante. Insólitamente, terminaron optando por Rivoira, que viene huyendo despavorido de Almirante Brown.

El dominio pleno de Aldosivi en el arranque se plasmó sin demoras en el resultado. En un tiro de esquina (que a su vez derivó de la primera situación de peligro del local), Vildozo primereó a todos de cabeza y puso el 1-0. La tempranera apertura del marcador dejó desconcertados a los visitantes, que siguieron siendo el flan que venían siendo. Briones garantizaba la recuperación rápida de la pelota para los de Darío Franco y distribuía con criterio para que Seccafién y Rius edificaran los ataques. Le faltó un poco de pimienta a los marplatenses para aprovechar las facilidades que daban sus rivales y liquidar el pleito. Lo terminarían lamentando.

Atlético recuperó cierta actitud en el inicio del complemento. Aunque en líneas generales le seguía costando horrores crear peligro, Romat casi encuentra la igualdad tras una seguidilla de rebotes. Sin embargo, en ese momento de cierta recuperación de su equipo, Píriz Alvez fue a disputar una pelota dividida con el codo y se llevó una tarjeta colorada como premio (?). Diez contra once, todo se le hacía aún más cuesta arriba al desanimado cuadro tucumano. Aldosivi tomó nota de la ocasión y recuperó el protagonismo. Por momentos, la superioridad era abrumadora y el segundo gol del Tiburón parecía estar al caer. Jonathan Galván se erró una increíble en plena área chica. A pesar de las ocasiones malversadas, el Decano no asustaba y parecía resignado. De hecho, la visita ya no penaba por una lucha por un ascenso cada vez más ilusoria, sino que volvía a sufrir por esa tabla de abajo de la que parecía haberse librado tras la buena campaña de hasta hace un mes. Sin ir más lejos, Aldosivi ganando se le ponía a apenas dos puntos en los promedios.

El partido parecía encaminado a la victoria marplatense, sólo Darío Franco parecía prever lo que se venía: las cámaras de televisión registraban permanentemente su rostro desencajado, tanto por la suficiencia de sus jugadores para dilapidar en ofensiva, como las desatenciones a la hora de ajustar las marcas. Los de Erroz no encontraban la vía para empujar con uno menos, pero aún así marplatenses se metieron atrás en el tiempo recuperado, como siguiendo una estúpida normativa ancestral. Para peor, ya en el tercer minuto de adición, un desquiciado fouleó a un rival que estaba encerrado de espaldas al arco y sin opciones de pase a la vista. Hasta Lucchetti pisó el área, envalentonado. Y se sabe que los arqueros desdoblados en ataque rara vez conectan, pero tienen la virtud de suscitar la psicosis en la defensa rival. Así sucedió esta vez: el centro voló lejos del guardavalla mendocino, pero un zaguero de Aldosivi rechazó chapuceramente y se la dejó servida a Bruno Bianchi, que no desaprovechó el regalo y estableció el insospechado empate. Atlético Tucumán arañó un punto que al menos le sirvió para frenar la mufa, mientras que Aldosivi más allá de su notable mejoría de las últimas épocas, sigue en puesto de relegación.

San Martín de San Juan confirmó que no está para ascender dilapidando dos puntos ante el vapuleadísimo Almirante Brown. Tras los incidentes dantescos del partido ante Gimnasia de Jujuy y la salida apresurada del Chulo Rivoira, la dirigencia de la Fragata apostó por Felipe de la Riva para buscar la permanencia. Mientras tanto, el Santo sanjuanino exhibió una propuesta innegable de pelota al piso, pero la implementó con notables imprecisiones. La intención quedaba en la nebulosa, más allá del esperable dominio de los de Asconzábal y del par de situaciones claras que tuvieron para desnivelar en la primera mitad: un tiro en el palo de Pablo López y otro mano a mano del mismo delantero, tapado por Dobler.

En el arranque del complemento, las cosas empeorarían para el Verdinegro. Si la desprolijidad en el manejo del balón le había cercenado las posibilidades de ataque, en el segundo tiempo casi le abre el camino a una derrota estrepitosa. Cristian Álvarez, de tarde inusualmente errática, se la dio como si se tratara de un compañero a Marrone que supo aprovechar el obsequio, encaró y obligó a Santiago Hoyos a bajarlo en el área. Grahl se encargó del penal con sutileza y los de Isidro Casanova se llevaban tres puntos de oro de Cuyo. Por suerte, para San Martín, consiguio igualar la cosa antes de que los ánimos se caldearan. Cuatro minutos después de la apertura del marcador, Caprari bajó bien un centro con el pecho, y si bien su remate posterior fue despejado en la línea, Leandro González pescó bien el rebote y puso el empate. Quedaba casi media hora para buscar la victoria a los sanjuaninos, que logró encerrar a La Fragata pero nunca encontró la tranquilidad necesaria para alcanzar el triunfo. Dobler respondió atinadamente las escasas ocasiones en que fue exigido y el Verdinegro quedó lejos de la pelea, a cinco de Independiente e Instituto.

Peor aún habían quedado la noche anterior sus vecinos de Independiente Rivadavia, que desde que vencieron a sus tocayos de Avellaneda no dejan de dar pena: dos empates y tres derrotas, que no sólo los alejan de sus pretensiones de ascenso sino que los acercan peligrosamente a la zona roja del descenso. De su bajón se aprovechó Boca Unidos, de floja temporada, pero envalentonado por su victoria, azarosa e inmerecida justo es decirlo, en tierras tucumanas. Mucho menos objetable fue el éxito del sábado de los de Trullet, que desde el comienzo fueron protagonistas absolutos del partido. Apenas iban diez minutos cuándo Dening rompió el cero con un remate desde afuera del área. Aunque no le faltó pericia al lanzamiento de gol del atacante, la respuesta de Ayala pareció algo morosa. Pero es cierto que el mismo guardavalla evitó a continuación la debacle de los mendocinos, al ahogar varias ocasiones que tuvieron los locales para aumentar. A pesar de su pobre primer tiempo, los de Trotta casi se llevan un premio exageradísimo cuando Gamba, tras una buena acción personal, reventó el palo izquierdo de Garavano. Poco después de esa acción, cualquier eventual recuperación de la Lepra resultó truncada por la torpeza de González Vega, que propinó un codazo y se fue a las duchas.

Con un gol y un hombre de ventaja, Boca Unidos remató la cuestión en el complemento. Danelón coronó una ajustada acción ofensiva para convertir el segundo y poco después el inspirado Dening puso de cabeza el 3-0 que resultaría definitivo, tras un endiablado desborde de Oviedo. Justamente Oviedo y Dening rivalizarían a la hora de erigir a la figura de la cancha y también para recibir aplausos al irse respectivamente sustituidos. Hubo tiempo para que Ayala evitara que la goleada adquiriera ribetes dantescos y que el “Pipa” Estévez, recuperado tras una lesión, jugara sus primeros minutos del año. Buena victoria de Boca Unidos, que no sufre este año pero debe sumar para la tabla de promedios del que viene, mientras los mendocinos afrontan desafíos más urgentes. Lejos quedaron las aspiraciones de grandeza, ahora es cuestión de enderezar al rumbo antes de que sea tarde.

¿Para qué estan los jujeños? De una situación desesperante en el promedio, (sigue siendo muy comprometida aún luego de la seguidilla de triunfos) los de Sciaqua sacaron fuerzas y se asoman a la lucha de arriba. El sábado dieron cuenta de un Crucero del Norte que volvió a sus habituales pesares de 2014 tras el paréntesis que había significado el triunfo ante Sportivo Belgrano. Con Milton Céliz y Jonathan Bauman llevando la batuta, el Lobo demostró superioridad desde el inicio y consiguió la primera ventaja relativamente rápido, con un destacado remate de media distancia del mencionado Bauman, que viene siendo una figura primordial en la recuperación reciente de los suyos. Esta conquista no apaciguó el dominio del conjunto de Sciacqua, que siguió arrimando peligro hasta que Callejo duplicó la diferencia a los 24 minutos, con una extraña cabriola voladora que batió una endeble resistencia de Caffa, al que la pelota se le coló en su palo. Con el 2-0 sí llegó para los locales el momento de quitarle el ritmo al partido, recostados sobre todo en el atinado desempeño de su volante central Poclaba, tanto en el quite como en la distribución.

Recién en la segunda mitad amagaron una recuperación los misioneros, con el tempranero descuento alcanzado a través de un tiro libre de Cólzera (ex-Gimnasia de Jujuy por otra parte). Sin desdeñar la buena ejecución del delantero, la estirada de Hoyos pareció un poco lerda. Pero ni acercándose a un gol estuvo demasiado cerca Crucero, ya que el Lobo jujeño siguió gozando de las mejores ocasiones para aumentar. Promediando la etapa, Caffa volvería a colaborar de manera inestimable con sus oponentes al dar un rebote larguísimo ante un disparo inofensivo de Céliz. Gabriel Solís, de buen desempeño como ladero de Poclaba, pescó el rebote y le devolvió la tranquilidad a los suyos. El resto del partido estuvo de sobra, con los jujeños dejando correr los minutos a voluntad. Con este, su cuarto triunfo consecutivo, los de Sciaqua alcanzaron el quinto lugar en la tabla de posiciones, superando a sus vencidos, aún con la salvedad de que los misioneros deben un partido. En el que curiosamente los adeptos a Gimnasia problablemente hincharán por Crucero del Norte, ya que se medirán con Almirante Brown un rival directo del Lobo en la lucha que por ahora más le importa la de abajo. En esa, quedaron a dos de La Fragata (nuevamente, con un partido más) y a tres de Aldosivi, sin contar que se acercaron considerablemente a un Sportivo Belgrano que divide por otra cantidad de partidos.

Ferrocarril Oeste y Unión habían brindado un verdadero partidazo en la ida (ganaba el Verdolaga 2-0 y lo dio vuelta el Tatengue), pero ayer ofrecieron un cotejo más acorde a la medianía de sus respectivas campañas. A contramano de lo que planteaba la localía, los de Madelón fueron los que tuvieron más la pelota aunque les costó demasiado generar peligro. De hecho, la primera clara la tuvo el local, cuándo Vegetti casi aprovecha una mala salida de Castro pero un defensor despejó en la línea. Después de esa ocasión inicial, Ferro casi no inquietó, más allá de algun chiche precioso pero lejos de la zona caliente de Coll. Los santafesinos, a pesar de su dominio (que tampoco fue abrumador, cabe aclarar) recién arrimaron cerca de la media hora con un buen desborde de Palacios (capitalizó la lentitud actual de Tuzzio) que Salinas no llegó a conectar. Y ya cerca del final de la etapa se invirtieron los roles en la dupla ofensiva de Unión en la jugada más clara del primer tiempo: gambeta, desborde y centro atrás de Salinas, pero Palacios levantó el remate increíblemente cuando la tenía servida casi entrando al área chica.

En el entretiempo, vino a salvarnos del calvario una cadena nacional de Cris (?) y los visitantes alcanzaron con rapidez la ventaja que se les había negado en la primera mitad. Un córner de Alemán parecía perderse en la intrascendencia después de que un compañero suyo conectara defectuosamente, pero una sutil cortina de la traductora para hipoacúsicos (?) confundió a Rébola, que no supo despejarla y se la dejó servida a Leandro Sánchez, que aprovechó el obsequio y venció a Losa. Palmas para el sitio partidario de Ferrocarril Oeste que se mofó de su lerdo zaguero con el titular “Rebol…eala”. Funciona a más niveles que la bola en la ingle, es genial (?).

Poco después del gol de Sánchez, Caballero casi liquida el pleito en una contra pero el travesaño devolvió su disparo. Recién entonces despertó Ferro de su pasividad, mientras que el Tatengue se recostó a la defensiva buscando liquidar de contra. Medero y Marini buscaron apurar el trámite mandando a Carranza a la cancha, y poco después de su ingreso tuvieron su chance más franca. Chimino, en su mejor intervención desde The Deer Hunter (?) lanzó un centro al corazón del área y Vegetti, que iba en busca del balón, se desplomó. No pareció foul ni a palos, pero Nicolás Lamolina está atravesando la etapa edípica del asesinato de Layo (?) y sancionó penal. Pero si de mitología griega hablamos, apareció el Minotauro (?) para disipar cualquier atisbo de injusticia. Tuzzio cruzó su remate y Castro le adivinó la intención y atajó el disparo.

Quedaba mucho por delante y el Verdolaga fue con más empuje que ideas, mientras los de Madelón se replegaban acaso exageradamente. Sin embargo la falta de creatividad de Ferro terminaría recompensando la postura de Unión. Castro, además de descollar en el penal, se cansó de descolgar los centros que atravesaban por su señorío. Recién en tiempo recuperado pudo el local generar una ocasión más clara, curiosamente en los pies de Vegetti, el mismo que casi había abierto el marcador en los albores del encuentro, pero nuevamente emergió la figura de Castro, el mismo que hizo todo bien después de ese error inicial. Ferro se va despidiendo así de cualquier esperanza de ascenso: después de un invicto de diez partidos que lo hizo soñar moderadamente, sufrió tres caídas en los siguientes cuatro compromisos. En cambio, el Tatengue salió fortalecido del Arquitecto Etcheverri, ya que se puso a cinco puntos de Independiente e Instituto, con el agregado de que en la próxima fecha recibirá al Rojo en su estadio, en un cotejo que se adivina emocionante.

Por último, ayer por la noche Douglas Haig dio un paso importante en la permanencia al superar en su estadio por 1-0 a Sportivo Belgrano. Iván Etevenaux marcó el único gol del partido apenas iniciado el complemento, con un certero remate desde afuera del área que sorprendió a un Rigamonti que estaba distraído intentando adivinar como se pronunciaba su apellido (?). Mientras los bonaerenses comienzan a alejarse de la zona de peligro, los del interior cordobés ven cada vez más comprometida su situación (hoy serían el primer equipo que se salva, es decir que están quintos con la tabla dada vuelta).