Muerte y resurrección de River Plate

En el inicio del ciclo de Leonardo Astrada como entrenador, una nueva derrota volvió a pegar hondo en los residuos de aquella gran institución llamada River Plate. El caos interno esta vez incluyó, con mayor presencia, a los dirigentes.

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En el inicio del ciclo de Leonardo Astrada como entrenador, una nueva derrota volvió a pegar hondo en los residuos de aquella gran institución llamada River Plate. El caos interno esta vez incluyó, con mayor presencia, a los dirigentes.

Hubo una situación que distinguió a River en los últimos tiempos más allá de sus ominosas derrotas y su patetismo desplegado por donde anduviera. Y es que muchos de los jugadores nacidos en el club, que no pudieron estar nunca a la altura de jugar en River se destacaron, como buscando una revancha, frente al club que los vio nacer. Se dio en una innumerable cantidad de jugadores, ¡y ayer fue el turno de Mareque! Basta alejarse un poco del pobre River para empezar a levantar un poco la cabeza y el punto ya de recuperación futbolística se da cuando hay que enfrentrar al club de Núñez. Ahí el jugador, medio pelo por lo general, se afianza. No faltará mucho, de seguir así, para que Abelairas o Archubi pasen a Atlético Tucumán y le metan un gol dejando a siete en el camino y gritarlo con furia a toda la gente que tiene que sufrir el desempeño de estos jugadores, por poner un par de casos.

Los jugadores de River son los responsables de esta situación, eso lo ve cualquiera y ya se han comido a varios técnicos que no han sabido hacer lo único que cabe con un plantel de esta característica, es decir, una depuración rigurosa. Siguieron jugando los mismos y los resultados están a la vista. Astrada asumió y lo primero que hizo fue confirmar a casi todos estos futbolistas en consecuencia con una línea dirigencial impregnada a sangre y fuego por el aguilarato. Es el continuismo, la misma línea de mediocridad impuesta por aquel que entrenador que se tuvo que ir dando lástima en cancha de Banfield unos años atrás.

A todo esto hay que sumarle la impavidez, ingratitud y caradurismo de algunos jugadores. El gesto de nada menos que Fabbiani hacia la platea San Martín es asombroso. Esa platea, que insultó hasta a Labruna, al Beto Alonso, a Pinino Más, a Ramón Díaz, por una vez estaba haciendo justicia con esta especie de mastodonte destartalado que hace que el hincha de River extrañe a Juancito Esnaider. Los gestos, dichos, estupideces varias de Fabbiani no se corresponden en un ápice con la ridiculez que el jugador entrado en kilos despliega en la cancha. A eso hay que sumarle la actitud de Archubi, quien ya ha declarado “me importa un carajo lo que diga la gente de River” en ocasión de la excursión de River por Canadá en agosto de este año. No solo no le da un pase a un compañero sino que en la cancha todo su juego insulso y carente de actitud se contrapone a la actitud de compadrito barato que tiene frente a la gente de River. Y más todavía, el resto del equipo que no tiene el más mínimo carácter y les da absolutamente todo lo mismo. La excepción solo la dan tres jugdaores que están retirados de hecho pero que le siguen poniendo el hombro, el pecho, las piernas y lo que el físico les permite. Son Almeyda, Ortega y Gallardo que miran incrédulos el desinterés del resto.

Diego Quintas es un pichón de Aguilar. Dirigente joven, (ir)responsable del fútbol juvenil de River en algún momento vio que lo del oficialismo era tan nefasto que se fue, como hicieron otros dirigentes, a buscar cobijo en alguna de la listas que se presentan ahora en diciembre. Y Carlos Avila le dio lugar. En busca quizás de tratar de captar un voto más, o de mostarse como oposición a estos jugadores en los cuales su gestión se encargó de consolidar en el club, se quiso ir a hacer el guapo con Fabbiani. Lo detuvo camino a los vestuariosDiego Barrado (?) quien trató de calmar los ánimos. Pero apareció Cabral totalmente indignado, sí, Cabral, y hubo alguna escaramuza y alguna piña tirada al aire, que parece que fue a la cara de Barrado (?). Sí, la mejor intervención de Cabral desde que está en River fue la de tratar de pegarle a Quintas, a ese oportunismo berreta, a esa escuela de dirigentes impresentables e incapaces que no tuvieron las agallas en su momento de ponerle freno a la debacle. Ahora, todo es tarde.

Así está River hoy. Y no parece haber solución posible, porque los culpables de todo esto están de alguna manera repartidos en las otras listas que se presentan. El daño de Aguilar es tan grosero, tan profundo, que volver a reposicionar a River no será un mero cambio de autoridades y nada más. Mientras tanto, el club empieza a mirar de reojo a la promoción. Mientras tanto River se hunde un poco más. Mientras tanto el máximo logro deportivo de River este año fue el festejo de gol de Enzo Pérez ante Boca. Mientras tanto algunos piensan que un descenso, un borrón y cuenta nueva, un lavado de cara verdadero, es quizás una de las posibles soluciones.


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