La olvidada historia de tres futbolistas argentinos que eran ídolos en la Roma y que en una noche de temor echaron a perder todo el cariño de los tifosi.

1933, la Roma, esa institución nacida pocos años antes de la fusión de 3 equipos que a su vez llevaban la sangre de otros 10 en las venas (?), buscaba con ansias su primer scudetto, al que se había arrimado ya en un par de oportunidades, siendo la más clara la de la temporada 1930/31 en la que había finalizado segunda, a 4 puntos de la campeona, Juventus.

En 1932/33 había conseguido un 5º puesto, y los dirigentes romanistas llegaron a la conclusión que para arribar al esperado título debían buscar jugadores en el extranjero, amparándose en la figura del “oriundo“. Fue así que finalmente recalaron en la Argentina, donde tres fueron los escogidos, Alejandro Scopelli, el Conejo; Enrique Guaita, el Indio; y Andrés Stagnaro, el Cineasta (?).

Renato Sacerdoti, presidente del club y también del banco que llevaba su apellido, fue el ojeador que vino hasta las Pampas (?) para elegir los refuerzos que permitieran dar el salto a la Lupa, que ya tenía un argentino en sus filas, Arturo Chini Ludueña, delantero que se había formado en Newell´s y que había llegado a Italia para jugar en el Alba Roma, uno de los clubes que dio origen a la AS Roma actual.

Los tres jugadores que había seleccionado Sacerdoti eran ya figuras destacadas en sus equipos e incluso habían ya jugado para la Selección Argentina. Tal es así que el tano tuvo que poner bastante guita para quedarse con sus pases y que los directivos argentinos pudiesen, de ese modo, acallar a los hinchas enojados.

Alejandro Scopelli y Enrique Guaita eran 2 de los 5 integrantes de la más famosa delantera de Estudiantes de La Plata en toda la historia, la de Los Profesores, que completaban Miguel Angel Lauri, Flecha de Oro; Alberto Zozaya, Don Padilla; y Manuel “Nolo” Ferreira, aka El Piloto Olímpico.

Scopelli fue el único de los cinco que surgió de las inferiores del Pincha, y pese a ser jugar de 8, insai en la jerga de la época, era un tremendo goleador, además de ser un jugador de gran técnica. Había debutado en 1928 y con Estudiantes fue subcampeón en 1930 (último torneo del amateurismo) y tercero en 1931 (primer campeonato profesional argentino). Ese año, además, fue vicegoleador, con 31 goles, 2 menos que Zozaya.

Jugador de selección desde 1929, fue uno de los integrantes del plantel argentino que saliera segundo en el Mundial de Uruguay 1930, en el que convirtió 1 gol en la semifinal ante Estados Unidos, que terminó con un poco ajustado 6-1 albiceleste.

Guaita, nacido en Lucas González, un pueblito de Entre Ríos, se mudó a La Plata en 1928 para estudiar medicina. Sin embargo, a diferencia de otros emblemas pincharratas no se recibió de médico y le gustaba el buen fútbol (?). En 1929, con 18 años de edad debutó en primera marcando 3 goles en un 4 a 4 ante Independiente. Puntero izquierdo en esos comienzos, las crónica definen a Guaita como la fuerza y el coraje de ese equipo memorable. Al igual que Scopelli fue subcampeón en 1930 y tercero en 1931. En 1933 fue citado a la selección, y jugó 2 amistosos contra Uruguay.

Andrés Stagnaro era centrojás, y comenzó su carrera en Chacarita, club con el que disputó el campeonato de 1931. Sus buenos desempeños hicieron que Racing se fijará en él, y fue así que en 1932 pasó a la Academia, y a comienzos de 1933 disputó un amistoso con la Selección ante Uruguay. Ese año estuvo a préstamo en Atlanta, volviendo a Avellaneda tras una temporada en Villa Crespo.

Esos eran los tres jugadores cuya transferencia cerró en 1933 el presidente de la Roma. Dos grandes figuras del fútbol nacional y un prometedor número 5 que ya había jugado para la Argentina. El más viejo de los tres era Stagnaro, nacido en 1907, un año antes que Scopelli y 3 antes que Guaita.

La llegada de los tres argentinos a la Ciudad Eterna estuvo rodeada un cauto entusiasmo por parte de los romanistas. El debut fue en un amistoso contra Bayern Munich, con victoria 4 a 3, un gol de Scopelli y una gran actuación de Stagnaro, que tocó el techo en esa tarde veraniega y luego perdería el puesto.

La Roma terminó 5ª en esa temporada, a 13 puntos de Juventus que se llevó el título. En ese 1933 Guaita tuvo una actuación consagratoria, según algunas fuentes ante Fiorentina marcando 2 veces y según otras ante Livorno metiendo 3 goles, que le valieron un nuevo apodo: El Corsario Negro, mezcla de la morenez (?) de su cara y del auge de las películas y los libros sobre piratas.

14 goles convirtió en esa temporada Guaita (en 32 partidos) y 14 también Scopelli (en 33). Stagnaro jugó 25 veces, pero finalmente quedó afuera de los 11 iniciales. Tan buena fue la actuación de Guaita que fue citado por Vittorio Pozzo a la selección italiana que se preparaba para jugar como local el Mundial de 1934.

Titular en 4 partidos el Corsario Negro fue el autor del tanto que le permitió a los italianos superar a Austria en semis y clasificar a la final ante Checoslovaquia en la ganarían su primer título del mundo. De ese modo Guaita fue uno de los 4 argentinos que salieron campeones mundiales jugando para Italia, junto a Raimundo Orsi, Luis Monti y Atilio Demaría. Posteriormente también Scopelli jugaría para la azzurra, un solo encuentro ante Francia en 1935.

Para la temporada 1934/35 Guaita era el gran ídolo de la hinchada de la Roma. Y pagaría con creces ese cariño durante ese campeonato. De un total de 30 fechas que tuvo el torneo Guaita jugó en 29, convirtiendo nada menos que 28 goles, una marca que aún hoy constituye un record para campeonatos italianos entre 16 equipos. El único partido que se perdió el ex (?) Indio fue el de la 7ª jornada ante Ambrosiana, ya que estaba recuperándose de la magistral tángana que pasó a la historia como La Batalla de Highbury.

También faltó a solo un partido el Conejo Scopelli, que anotó 11 goles en la campaña. Al contrario de sus dos compatriotas Stagnaro faltó a 29 partidos y jugó 1, en el que se lesionó.

Para la temporada 1935/36 los dirigentes de Roma decidieron reforzar el equipo y tirarse de una buena vez a ganar el Scudetto en el torneo que arrancaba el 22 de septiembre.

Al mismo tiempo, y saliendo de lo futbolísitico, la sociedad italiana observaba como el regimen fascista de Benito Mussolini estaba aprestando tropas con prisa y sin pausas para iniciar lo que pasaría a la historia como la Guerra de Etiopía, en rigor la 2ª guerra de Etiopía, o Abisinia, como la llamaban los italianos en ese entonces utilizando la antigua denominación.

A modo de breve resumen se dirá que el Duce quería crear un Imperio Italiano y para ese fin no encontró mejor plan que atacar Etiopía, uno de los pocos países africanos independientes en esa época, y vecino de Eritrea (antigua colonia italiana) y de la Somalía Italiana (ex protectorado y vigente colonia en esos años). Además, ya en entre 1895 y 1896 había estallado una Guerra de Abisinia/Etiopía en la que los tanos habían dejado hasta la dignidad al ser derrotados en la Batalla de Adua, pese a lo cual continuaron unos meses más los combates.

La ecuación le cerraba por todos lados a Mussolini que pergeñaba una campaña rápida y triunfal frente al ejército de fumones de Haile Selassie, emperador del país africano. Desde el principio de 1935 los líderes del fascismo habían instalado la cuestión etíope como una prioridad nacional y los movimientos de tropas se aceleraron a partir del 2 de agosto cuando Japón rehúso una alianza solicitada por el país africano.

Obviamente la propaganda fascista inflamaba el espíritu nacionalista recalcitrante de los italianos, y por supuesto había personas que no querían saber nada con tener que ir a una guerra.

El 19 de septiembre de 1935, tres días antes del inicio del campeonato de Serie A previsto para el 22/9/35, el plantel de la Roma efectuó una visita a un cuartel militar en “apoyo a las tropas”.

Dentro de ese plantel obviamente estaban los tres argentinos (Guaita, Scopelli y Stagnaro). Lo que vieron evidentemente no les gustó y desde el cuartel se tomaron un taxi hasta la casa del director deportivo del club, de apellido Biancone.

Allí los tres futbolistas le plantearon sus dudas al dirigente. Stagnaro fue quien tomó la palabra en nombre del grupo. “¿Es seguro que nosotros nos quedemos en Roma?, preguntó el ex jugador de Racing.

“Ciertamente, como todos los demás jugadores romanos“, fue la respuesta. “¿No nos mandaran a Africa?“, fue la repregunta, cuya contestación fue concreta “Quédense tranquilos, Italia se las arreglará aún sin ustedes”

Stagnaro cerró la charla del siguiente modo: “Mire, no tenemos nada en contra de prestar el servicio militar italiano, pero queremos consultar con el Consulado Argentino. Tal vez Ud. podría aconsejarnos el modo para no ser convocados por el ejército“.

El dirigente aceptó, y él mismo los acompañó al consulado argentino, no sin antes recordarles que al día siguiente debían presentarse temprano a entrenar.

No se sabe a ciencia cierta que ocurrió en la delegación argentina, pero lo cierto es que al día siguiente los jugadores no se presentaron a la práctica.

En la madrugada del 20 de septiembre los tres argentinos partieron en auto rumbo a La Spezia, de allí tomaron un tren a Ventimiglia, y luego otro a Francia, desde donde embarcaron en un trasatlántico rumbo a la República Argentina.

Obviamente la noticia de la fuga corrió rápidamente, y los tres futbolistas fueron sindicados como desertores y traidores a la patria, además de prohíbirsele la entrada de por vida al territorio italiano. Sanción que nunca fue condonada.

Guaita había jugado en total 60 partidos con la camiseta de Roma, convirtiendo 43 goles. Scopelli jugó 63, con 24 goles, mientras que Stagnaro disputó 26 partidos, sin marcar ningún tanto.

De regreso al país Guaita jugó en Racing dos años (57 partidos y 31 goles), y finalmente volvió a Estudiantes donde se retiró en 1940. Scopelli también recaló en la Academia (60 partidos y 44 goles), luego pasó por el Red Star de Francia, Os Belenenses y Benfica, ambos de Portugal, y finalmente estuvo un par de años en la Universidad de Chile, donde colgó los botines en 1943. Stagnaro también firmó por Racing tras la fuga, retirándose en 1938, y perdiéndosele el rastro posteriormente.

En 1937 tanto Guaita como Scopelli volvieron además a la Selección Argentina, con la que ganaron el Sudamericano (actual Copa América) de ese año, derrotando en la final a Brasil.

Tras haber dejado la práctica activa Enrique Guaita se radicó en Bahía Blanca, donde dirigió en juveniles y fue presidente de la Liga del Sur. Según algunos medios italianos fue además Director de la cárcel de la ciudad. Muríó en 1959, a los 49 años.

Alejandro Scopelli tuvo una larga carrera como director técnico (casi 40 años). De hecho, tanto en Belenenses como en la U chilena fue jugador/entrenador al mismo tiempo. Paradójicamente su desempeño como como DT fue íntegramente en el exterior, específicamente en Portugal, México, Chile y España, conduciendo equipos como Porto, Sporting de Lisboa, América, Universidad de Chile, Valencia, Espanyol y Deportivo La Coruña. Además fue técnico de la selección chilena. Murió en México en 1987, tras haber dejado también la dirección técnica.

Es particularmente recordado en España por su gran labor en el Espanyol, en el que introdujo el novedoso método de suministrarle oxígeno a los jugadores en el vestuario, como medio para obtener un ayudín (?). Escribió también un libro titulado “Hola Mister, el fútbol por dentro” que se ha transformado en material de culto en ciertos círculos.
Nunca se sabrá exactamente cuál fue el motivo real que llevó a los tres jugadores argentinos a escaparse de Italia, donde eran ídolos, de un día para el otro (literalmente). La historia según los hinchas romanistas ha culpado a Stagnaro como el instigador. Claro que era el más fácil de culpar. Jugaba poco, mientras Scopelli era muy querido, y Guaita era ídolo total y campeón del mundo con la azzurra.

Algunas versiones indican que quien le metió a Stagnaro el cagazo en la cabeza (?) fue nada menos que Giorgio Vaccaro, dirigente de Lazio, Secretario General del CONI (Comité Olímpico Italiano) y jerarca del fascismo, quien le habría comentado al argentino que los oriundos debían ir a la guerra.

En la temporada 1935/36 la Roma, que perdió a su goleador, a otra de sus principales figuras y a un tercer jugador dos días antes del inicio del torneo, fue finalmente subcampeón, a sólo un punto de Bologna. Los tifosi de la ASR insisten en que con Guaita solo (y mucho más con Scopelli) ese Scudetto era giallorosso. Tal es así, que aún 75 años más tarde esa época de la Roma sigue siendo recordada como la era del Corsario Negro.