En unas horas San Lorenzo estará frente a los 90 minutos más importantes de su vida futbolística. Esa historia llamada Copa Libertadores puede tener un final feliz esta noche. En la siguientes líneas un repaso de por qué eso se tranformó en una obsesion.

La Copa Libertadores reúne en su historial nombres muy calificados y respetados del continente en su amplia placa de ganadores. Por virtudes futbolísticas, por linaje acumulado y por arraigo popular en sus respectivos países. Sobre esto último, la nómina de campeones de américa abarca a equipos como River, Boca, Independiente y Racing de Argentina; Flamengo, Corinthians, San Pablo, Cruzeiro, Atlético Mineiro, Palmeiras, Internacional, Vasco de Gama de Brasil; Peñarol y Nacional de Uruguay; Colo Colo de Chile; Olimpia de Paraguay; Nacional de Medellín de Colombia, por citar los más convocantes.

Pero también están aquellos clubes acompañados por multitudes, denominados grandes en su tierra por motivos muy atendibles, que no consiguieron el máximo torneo continental, una obsesión para algunos de ellos conforme la copa adquirió prestigio, visibilidad, desembozada publicidad y montañas de billetes a repartir derivada de la suma de ítems anteriores. Además de la ausencia de determinados representantes peruanos –animadores del certamen a lo largo de la historia aunque con 0 títulos a nivel país-, consignamos, de forma antojadiza o no, casos singulares en lo que se refiere a clubes que, por estructura, influencia y convocatoria deberían lucir en sus vitrinas una copa que por un sinfín de razones se convirtió para muchos de ellos en estigma y hecho maldito de la patria grande. América de Cali (Colombia), Cerro Porteño (Paraguay), Fluminense (Brasil), Bolívar (Bolivia), Barcelona de Guayaquil (Ecuador), Universidad de Chile (Chile) y San Lorenzo (Argentina) –entre los más representativos- figuran en esa lista de lo que podríamos llamar, muy creativamente (?), clubes grandes sin Libertadores de América. CGSLA (?).

Precisamente uno de ellos, San Lorenzo, está en las puertas de romper el bendito maleficio que lo persiguió y lo persigue durante décadas, en caso de superar en su estadio y con su gente al modestísimo Nacional de Paraguay. Alcanza con revisar la historia de la entidad de Boedo en el certamen para advertir la sucesión de desencuentros, infortunios, pesares, errores y autosabotajes que dieron forma a la obsesión azulgrana y, en su reverso, a la burla creciente del medio local ante sus reiteradas desgracias. El asunto, se sabe, empezó mal ni bien despuntaba el certamen en 1960. Para el fútbol argentino (el equipo de Boedo fue la primera institución del país en disputar el torneo) y, fundamentalmente, para San Lorenzo.

Denominada Copa de Campeones de América en ese entonces, participaron apenas 7 equipos en una competencia reservada solo a los campeones de los países intervinientes. Ganador del campeonato de Primera División en 1959 –gran campaña azulgrana, le sacó 7 puntos al segundo (Racing)-, San Lorenzo fue el representante argentino; Esporte Bahía el de Brasil; Jorge Wilstermann el de Bolivia; Millonarios el de Colombia; Olimpia el de Paraguay, Peñarol el de Uruguay y la Universidad de Chile. En el grupo 1, San Lorenzo eliminó a Bahía con un global de 5-3, motivo por el cual accedió a las semifinales del torneo. Le costó mucho como se advierte (?). Su rival en semifinales fue Peñarol, club de peso en esos años fruto de una dirigencia astuta que confeccionó un gran equipo y vio antes que nadie la trascendencia y proyección del torneo, con sendos empates en Montevideo (1 a 1) y Buenos Aires (0 a 0). La reglamentación no contemplaba aún la definición por penales que supo honrar con creces boquita (?), por lo que debía disputarse un tercer encuentro en escenario neutral. ¿Qué sucedió? La dirigencia de Peñarol ofreció jugar el partido en Montevideo a cambio de una suma importante de dinero para San Lorenzo, en ese momento hundido económicamente y sin mucho interés por el incipiente certamen. Basta recordar que en el partido de ida ante Bahía, celebrado en el estadio de Huracán, apenas 6 mil personas estuvieron en la cancha, cifra muy inferior comparada con la de 35 mil brasileños que acudieron a la revancha. La decisión tomada por la comisión directiva azulgrana, encabezada por Alfredo Bove y Nicolás Pierro, de aceptar el dinero de Peñarol redundó en una deuda deportiva de décadas. Peñarol, respaldado por una multitud, lo venció 2 a 1 en el tercer partido disputado en el Centenario con dos goles de Alberto Spencer –apellido ilustre de la Libertadores- y San Lorenzo no sólo desperdició la chance de enfrentar al poderoso Real Madrid de Alfredo Di Stéfano en la Copa Intercontinental sino también comenzó un itinerario de martirios que perduran hasta hoy. Conviene no apelar a enunciados remanidos del tipo “que hubiese pasado si-”, aunque el error dirigencial de subestimar la competencia tuvo costos altísimos. Como si se tratara de un castigo, un designio oscuro de los años por venir.

En segunda participación, la Copa de 1973, los Santos de Boedo estuvieron nuevamente cerca de obtener el torneo. Llegaba entonado tras obtener el Metro y el Nacional de 1972, de la mano de un equipo vistoso, temperamental y seguro de sus fortalezas que alistaba nombres como Agustín Irusta, Juan Carlos Piris, Sergio Sapo Villar, la Oveja Telch, Ramón Heredia, Pedro González, Rubén Ayala, Victorio Cocco, Enrique Chazarreta y Carlos Toti Veglio. Sin embargo, luego de un promisorio inicio en la fase regular –dejó atrás a River y dos clubes bolivianos (Wilsterman y Oriente Petrolero)- no pudo ganar la semifinal de tres equipos que contemplaba el formato de esa época, al quedar detrás de Independiente, finalmente campeón de aquella edición en recordada final. Memoriosos hinchas de San Lorenzo continúan quejándose de un gol mal anulado al Cabezón Piris por el árbitro Luis Pestarino en el partido ante los Diablos Rojos –jugado en Boedo- que hubiese derivado, en caso de convalidarse, en el pasaje al cruce decisivo con los chilenos. Alfredo Res, un historiador de San Lorenzo, agrega un dato más respecto de aquellos duelos con Independiente: “El pedido de nuestros Dirigentes a través del Presidente Osvaldo Valiño y nuestro representante en A.F.A. Pedro Candia, para que se realice el control antidoping en ambos cotejos fue denegado, teniendo en cuenta la rotunda negativa del representante de Independiente José Epelboim, San Lorenzo pidió por nota el control, de acuerdo a lo que decía la Ley 18.247 de Control Antidoping y que publicara la A.F.A, en el Boletín 608 para torneos locales. Los dirigentes de San Lorenzo se comunicaron con Teófilo Salinas Presidente de la Confederación Sudamericana para que autorice la realización del control, el titular de la Confederación afirmó que si la A.F.A. autorizaba no habría problemas, Independiente se negó en todo momento y finalmente no se efectuó. Esta eliminación fue dolorosa por el gran equipo que tenía San Lorenzo, que venía de ganar los 2 títulos de 1972. Salí llorando junto a mi Viejo aquella noche del 73”.

Quince años después, muchísimo tiempo para una institución de este calibre, San Lorenzo retornó a la Libertadores y nuevamente cayó en un tramo crucial del certamen. La Copa de 1988 repone nombres como Filanbanco de Ecuador, Norberto Sánchez, el hoy execrable Sergio Marchi, el Piojo Yudica, el Yaya Rossi, pero también imágenes poderosas, entre ellas la multitud azulgrana en Vélez que presenció la eliminación de su equipo ante Newell’s en semifinales. Otra vez las responsabilidades dirigenciales: Fernando Miele, titular de Casla en esa época, impulsor del nuevo Gasómetro en el Bajo Flores, más tarde salpicado por la corrupción que signó su paso por el club, no pudo sostener a piezas vitales del equipo que ganó de forma casi heroica la liguilla pre libertadores -gran torneo de los años 80-, con lo cual San Lorenzo no tuvo en sus filas a jugadores clave como Chilavert, Darío Siviski, Walter Perazzo, Rubén Romano y Claudio Zacarías. Cabe mencionar que, para sustituirlos, llegaron Néstor Gorosito y Alberto Acosta –símbolos azulgranas con el paso del tiempo-, Víctor Hugo Ferreyra y Coloccini, pero esas ausencias se sintieron y mucho en tramos decisivos de la competencia. Por caso Chilavert, 6 años después, se erigió como el símbolo de un Vélez que ganó la Libertadores a partir del liderazgo y las atajadas de su corajudo arquero.

Antes y después de la eliminación en 1988, San Lorenzo lidiaba con su involución deportiva e institucional. Una situación crítica originada por causas ajenas –la dictadura cívico-militar iniciada en marzo del 76 lo despojó del templo, el Viejo Gasómetro, en 1981- y por desavenencias propias. En ese periplo oscuro, el cuadro de Boedo perdió la categoría en 1982 (fue el primer grande en descender a la B), deambuló por diversas canchas de la ciudad de Buenos Aires al no disponer de su estadio (el destierro del barrio de origen continúa suscitando cargadas de hinchadas rivales; antes por su condición de inquilino, ahora por jugar de local en su estadio del Bajo Flores, bien lejos de la zona donde forjó su identidad ), acumuló 21 años sin salir campeón local (cifra solo superada por Racing entre clubes grandes) y padeció desmanejos dirigenciales en forma continua. Demasiados problemas para que la obtención de la Copa figurase en algún horizonte cercano. Pese a todo, San Lorenzo construyó su cancha –aunque lejos de su barrio de siempre-, quebró la racha sin títulos domésticos y arribó tres veces a cuartos de final con equipos aguerridos y capacitados para llegar a las instancias cruciales. La primera de esas tres series en cuartos fue en 1992 ante Newell’s, nuevamente verdugo de San Lorenzo.

Un certamen con curiosidades si se tiene en cuenta que el debut de San Lorenzo registró una goleada precisamente ante la Lepra (categórico 6 a 0 en el viejo estadio del Parque de la Independencia) y que nuevamente el estadio de Vélez y el mismo adversario fueron testigos de otra noche copera destemplada de los sanlorencistas. En esa instancia decisiva, el equipo dirigido por un joven Marcelo Bielsa eliminó al de Juan Carlos Carotti –reemplazó al renunciante Fernando Areán- al ganarle 4 a 0 en Rosario e igualar 1 a 1 en Liniers.

Cuatro años más tarde, San Lorenzo nuevamente defeccionó en cuartos de final, en un torneo que presagiaba otro desenlace para el equipo dirigido por Héctor Veira, vencedor en octavos de Peñarol con amplia superioridad en el marcador (3 a 2 de local y 5 a 1 de visitante). River, al cabo el ganador de esa edición, lo sacó del certamen al derrotarlo 2 a 1 en el Bajo Flores e igualar 1 a 1 en el Monumental. Quedará grabado por largos años entre los hinchas el grosero error de Oscar Passet en el partido de ida y, sobre todo, el cabezazo de Oscar Ruggeri en la revancha que pasó al lado del palo cuando faltaban segundos para el cierre del partido.

Previo a esta gran performance en la Copa 2014, donde San Lorenzo por primera vez en sus 106 años de historia juega la final, lo más positivo se remonta a 2008. Y allí aparece el recuerdo del denominado 8M, uno de los logros deportivos más resonantes en la luminosa trayectoria santa. Las incidencias de aquel match en el Monumental se narraron infinidad de veces, por lo que no abundaremos en las alternativas de aquellos dos cruces coperos teñidos de drama, épica y violencia.

Cabe detenerse, en cambio, en los cortocircuitos dentro del plantel de San Lorenzo que impactaron de lleno en el plano deportivo. ¿El motivo? Guita, lisa y llanamente. La disputa entre Orión y el entrenador Ramón Díaz dinamitó el ambicioso proyecto ideado por Marcelo Tinell -responsablei de traer, via grupo inversores, a jugadores de primerísimo nivel como Andrés D’Alessandro y Gonzalo Bergessio- y dinamitó –especialmente- la genuina ilusión de Boedo, obsesionada como nunca con conquistar de buena una vez a esa ya madurita histérica llamada Copa Libertadores (?). No pudo ser. Liga Universitaria de Quito, dirigido en aquel entonces por un lejano y extraño Edgardo Bauza, lo eliminó del torneo en definición por penales, tras los empates 1 a 1 registrados en el NG (horror de Orión en el gol ecuatoriano) y en el Monumental de Quito.

Las restantes participaciones de San Lorenzo en la década del 2000 depararon estruendosos fracasos. Ni con Oscar Ruggeri , Manuel Pellegrini, Héctor Veira y Miguel Russo el cuadro azulgrana pasó de la primera ronda. En el 2000 quedó afuera en la zona que compartió con Universitario de Perú, Cerro Porteño y Junior de Barranquilla pese a contar con futbolistas de cierta calidad, entre ellos Amelli, Tuzzio –dupla de hierro (?) en el fondo azulgrana-, el Pipi Romagnoli, el Pipa Estévez y Pablo Michelini. Un año después, y con otros apellidos fuertes en el plantel como Saja y Fabricio Coloccini- colapsó en el generoso grupo que integró junto a Jorge Wilsterman, Nacional de Montevideo y Deportes Concepción de Chile. En el 2002 y 2005 la historia se repetiría con Pelegrini y Veira, respectivamente, en el banco de suplentes y futbolistas como Saja, el Beto Acosta, Romagnoli, Montillo, Lavezzi, Zabaleta, el Pitu Barrientos, Coudet en las formaciones presentadas en esas dos ediciones. Lo más relevante en este tramo a puro éxito (?) remite a 2009, la anteúltima participación cuerva. Con el técnico campeón con Boca en la Libertadores 2007 (Russo), refuerzos de jerarquía y estilo europeo en los modos de difundir la “imagen del club”, el Ciclón tampoco pudo conseguir el boleto a octavos al sucumbir en la zona que reunió a los temibles San Luis de México, Universitario de Perú y Libertad de Paraguay. La eliminación agotó la paciencia de los hinchas, a esa altura hartos de las recursivas decepciones, las rencillas internas, los jugadores bajas calorías y la puta Copa Libertadores (?). Consumada la eliminación, un grupo de hinchas fue a esperar el arribo del plantel al aeropuerto y descargó toda la furia ante el nuevo traspié a puro escupitajo facial en el aeropuerto y con trapos alusivos (?) en el siguiente encuentro como local.

Como se advierte en el somero repaso descrito arriba, la relación de San Lorenzo con la Copa Libertadores deviene conflictiva. Incluso algunos datos revelan la ausencia azulgrana en una serie de apartados, más o menos importantes, que enumeramos a continuación:

– Ninguna edición de la Copa tuvo como máximo anotador a un jugador de San Lorenzo (Alberto Acosta fue goleador jugando para la Universidad Católica)
– No figura entre los 15 primeros puestos en la tabla histórica de puntos
– Tampoco figura entre los 20 equipos con más participaciones coperas
– Nunca fue subcampeón

¿La foto del campeón?

Datos aparte, las rachas y los ciclos, ya sean negativos o positivos, un día se terminan. Después de 54 ediciones, 12 participaciones y 103 partidos disputados, el cuadro azulgrana está a 90 minutos de conseguir acaso el mayor logro deportivo de su historia. Varios factores confluyen para la eventual y muy probable consagración: el retorno de un Tinelli más hábil, influyente y mejor acompañado en la conducción del club; futbolistas comprometidos con la causa; técnico experimentado y lúcido para administrar recursos; brasileros fuera de la copa a manos de San Lorenzo; adversario entusiasta pero limitado y muy novato, consciente del deber cumplido; y hasta un Papa argentino y cuervo que parece anunciar, por fin, que los santos y no tan santos vienen marchando. Llegó la hora ciclón. Cuatro generaciones de cuervos, 4 millones de hinchas en todo el país, se preparan para vivir la fiesta del barrio que latió, late y seguirá latiendo por San Lorenzo. A pesar de los años.