Si muchachos, aunque no apto para cardíacos, el año 2014 de Huracán terminó muy bien, y es por ello que el quemero residente toma la posta para llevarlos por esa montaña rusa emocional (?).

El 2014 futbolístico de Huracán arrancaba con ciertas esperanzas de ascenso, pero sabiendo que necesitaría primero de una gran segunda rueda y además del el frío de pecho la favor de sus rivales directos, ya que Defensa y Justicia y Banfield venían perfilados para subir y el tercer puesto (en ese entonces en poder de Independiente) era el objetivo de máxima.

Frank Darío Kudelka había agarrado el timón luego del estrepitoso fracaso que fue el paso de Antonio Mohamed y afrontaba la segunda ronda sumando dos refuerzos de buena calidad como lo fueron Ramón «Wanchope» Ábila (comprado a Instituto) y el ex Ángel de Cappa Patricio Toranzo (con el pase en su poder luego de un pe$etero paso por el fútbol (?) chino).

El 8 de febrero en el Ducó el globo (vistiendo una HORRENDA camiseta verde con vivos rojos (!), gracias Joma…) le ganaba 2 a 1 a Crucero del Norte luego de ir en desventaja, con goles de Leandro Caruso y Matías Defederico (!), y la luz de la ilusión se encendía por enésima vez en el pueblo quemero, aun quedando a DIEZ puntos del Independiente de Omar Defelippe, tercero de la tabla. La semana siguiente se dio una nueva victoria en Córdoba, 1 a 0 sobre Sportivo Belgrano (gran gol de Lucas Villafañez) y ya parecía que el equipo era otro: Toranzo, Defederico, Villafañez y Caruso arriba funcionaban y por primera vez parecía que se jugaba a algo más o menos decente y la pelota entraba. Obviamente, signo del Huracán contemporáneo, la cosa no duraría demasiado, ya que una semana después seguiría una derrota por la mínima contra Gimnasia de Jujuy de local y otra más lapidaria y dolorosa en San Juan, donde San Martín fue netamente superior y se impuso por 3 a 0. FDK había sacado a Monzón por una lesión medio dudosa y parecía que si no había un golpe de timón, el barco del ascenso se hundía definitivamente.

Un insípido 0 a 0 con Ferro (!), el cual contó con la particularidad que Huracán (local) jugó con camiseta verde y Ferro con una blanca (!!!!!), gracias Joma nuevamente, le ponía la soga al cuello al DT quemero, quien salvó la ropa con una inesperada victoria en Avellaneda sobre Independiente, con gol de Patricio Toranzo, luego de una gran jugada de Caruso. Como hito, Marcos Díaz le había detenido un penal a Montenegro y la gente comenzaba a mirarlo de otra manera. Los fantasmas volverían con un empate de local contra Defensa y Justicia (donde el equipo de Kudelka fue superado y la terminó sacando barata, favorecido por el campo de juego anegado del ST) y la dolorosa derrota en Córdoba contra Instituto.

La goleada (3 a 0) de local a Patronato y empate 0 a 0 con el virtualmente descendido Brown de Adrogué eran la enésima muestra de irregularidad del conjunto de Parque Patricios, que paradojicamente no perdería más hasta el fatídico desenlace del torneo. Un valioso empate en Mar del Plata contra el siempre peligroso Aldosivi y la victoria de siempre (?) contra Atlético Tucumán en el Ducó llevaban al equipo de FDK a Mendoza para jugarse la vida ante Independiente Rivadavia, sabiendo que si bien había vida (sacando a Banfield y Defensa y Justicia, el resto de los equipos -Independiente incluido- se peleaban por ver quien era más horrible y/o irregular) había que ganar o ganar. El globo arrancó el partido en ventaja con un gol de Arano de carambola y como tantas otras veces, se lo empataban por meterse atrás. Última jugada del partido, tiro libre para Huracán y el capitán Eduardo Dominguez convirtiendo un golazo de tiro libre invitaban a pensar que por una vez, las cosas iban a salir bien. Obviamente estábamos hablando de Huracán, así que el siguiente partido, accesible y de local contra Douglas Haig se terminó suspendiendo por falta de luz a raiz de problemas en los dos grupos electrógenos del Ducó (!).

En medio de todo eso, aparecía la Copa Argentina, que a esa altura no importaba demasiado por las penurias para lograr el ansiado ascenso, además de que las dos experiencias anteriores habían sido lamentables (prontas eliminacines por penales contra Excursionistas (!) y Godoy Cruz, en ambas presentando equipos alternativos). Por los 32avos de final, un Huracán plagado de suplentes venció a Crucero del Norte luego de que Leandro Caruso empatara agónicamente el partido en dos (el 1 a 0 transitorio también fue de su autoría) y en los penales un Gastón Monzón más afuera que adentro le daba el pasaje de ronda después de que los misioneros tuvieran un par de oportunidades de llevarse la serie.

Volviendo al torneo, en la recta final vino un muy buen 3 a 0 de local contra Banfield, que con el empate ascendía, pero el karma de complicarse la vida solos aparecía por millonésima vez al no poder doblegar al descendido 600 fechas antes (?) Villa San Carlos. Sin embargo, Atlético Tucumán, Crucero del Norte, Instituto e Independiente seguían regalando puntos por todos los wings, y FDK y cia seguían vivos a pesar de ellos mismos. A cuatro fechas del final (pero con un partido pendiente con Douglas), Huracán estaba a 5 puntos del tercero (Instituto). Bueno, le ganó a Sarmiento, Douglas y Unión, pero no le pudo ganar a un YA DESCENDIDO Talleres en Córdoba y llegó a la última fecha dependiendo de otros resultados para tener chances de ascenso. Huracán iba a la cancha de Almirante Brown mientras que Independiente jugaba de local contra Patronato (luego de ganarle un partido super recontramil dudoso a Instituto en Córdoba, cuyo segundo tiempo fue mucho peor que vergonzante) y ganando ascendía. Rumores de valijas, partidos comprados y el largo etcétera al que nos tiene lamentablemente acostumbrados el fútbol argentino hacían pensar que estaba todo cocinado, pero lo cierto es que Huracán le ganó a la Fragata con gol de Gonzalo «Pity» Martinez (de gran cierre de torneo) e Independiente solo empató con El Patrón. Teníamos empate en el tercer puesto y en el partido jugado en el único de La Plata, Independiente (que venía peor) terminó ganando por 2 a 0 luego de que el equipo de Parque Patricios (de mal partido, es cierto) fuera despojado de un legítimo gol de Wanchope Ábila (el hdrmp de turno esta vez fue el línea Gustavo Esquivel) que hubiese sido el transitorio 1 a 1.

El mazazo de la final perdida fue lentamente digerido, y las elecciones presidenciales le dieron un nuevo mandato a Alejandro Nadur, cuya campaña tenía a la continuidad de Kudelka como caballito de batalla. Por una vez en la vida los dirigentes de Huracán hacían la lógica y lo que quería la gente, sosteniendo al DT y a la base del equipo que había terminado en alto nivel, más allá del lamentable desempate. De los titulares solo se terminaron yendo Victor Cuesta, Alejandro Capurro y Leandro Caruso, pero llegaron refuerzos a priori del mismo y tal vez mejor nivel como Federico Vismara, Rodrigo Erramuspe, Agustín Torassa, Ivan Borghello y Cristian Milla, entre otros. Nombres históricos como Gastón Monzón, Mauro Milano y Matías Defederico eran parte del pasado.

Antes del famoso torneo de los 10 ascensos, Huracán tenía fecha por la Copa Argentina ante el Boca de Carlos Bianchi, yendo por supuesto de punto. Sorpresivamente, los de Kudelka se impusieron bien por 2 a 0 con goles de Ábila y Mancinelli, y ooootra vez los quemeros se miraban y decían «bueno, parece que ahora si se nos van a dar las cosas». Y es que más allá de este partido copero, y como decíamos antes, a diferencia de los fracasos anteriores, se había mantenido la base del equipo y apostado a un DT a mediano plazo: la gente bancaba a los jugadores y a Kudelka y la primera fecha con una inapelable goleada por 3 a 0 y haciendo precio al ascendido Temperley parecía demostrar la hipótesis planteada.

Como ya se dijo varias veces, estábamos hablando de Huracán, por lo que la lógica no va y toda posibilidad de que algo salga mal aumenta exponencialmente a cada segundo (o al menos eso parece). Luego de ese triunfo ante Temperley, hubo buenos partidos en los cuales la suerte y la puntería no acompañaron (los de Sportivo Belgrano y Sarmiento de Junín son clarísimos ejemplos), lo que fue lentamente causando que el hasta ese momento intocable DT perdiera la brújula. Por alguna razón Dominguez y Ábila no eran titulares, y el puesto de centro delantero variaba entre el cordobés, Milla y Borghello sin encontrar al titular. La cosa es que al final de la primera rueda, los de Kudelka solo habían ganado dos partidos, empatado cuatro y perdido cuatro (tres de de ellos de local) y se encontraban en el décimo puesto, sobre once equipos. Poco menos que lamentable e increíble.

Paralelamente la Copa Argentina era la que le daba vida a Kudelka, ya que en medio de esa campaña espantosa, el equipo primero eliminaba al Banfield de Almeyda por penales (tras empatar en dos, con goles de Gonzalo Martinez) y después a Estudiantes de La Plata (acá el empate era un un gol, convertido por Wanchope Ábila). En ambos partidos la figura excluyente fue Marcos Díaz, atajando tres penales en cada una de las series. Huracán estaba a dos partidos de volver a jugar la Copa Libertadores, habiendo eliminando a tres equipos de primera, pero sin embargo se ubicaba noveno de once en el torneo que supuestamente tenía todo dado para desfilar hacia primera.

Recién en la fecha 12 sería la tercera victoria, nuevamente contra Temperley y con suspenso, ya que el partido se suspendió por lluvia y hubo que completarlo varios días después. Sin embargo al siguiente partido de local se perdieron dos puntos súper estúpidos contra Sarmiento de Junín y el descenso a nuevos infiernos se avecinaba. Primero una derrota patética contra Patronato en Paraná, con expulsión de Marcos Diaz (ligó 3 fechas de suspensión, para terminar de hacerla bien) y Milla y Villaruel ocupando el arco. Eso no sería todo, ya que una semana después, ante Sportivo Belgrano en un Ducó ardiendo, Gonzalo Martinez erró un penal antes de los diez minutos y el equipo terminó perdiendo 3 a 0 (!) con la gente suspendiendo el partido sin consuelo ante el papel denigrante que estaba haciendo el equipo de sus amores. Frank Kudelka no pudo soportar más en su cargo (de hecho hubo varios amagues de renuncia la semana previa, pésimamente manejado por la dirigencia y ese mal endémico llamado «periodismo partidario paracaidista en twitter») y el encargado de agarrar el fierro caliente, cuando no, fue Nestor Apuzzo, acompañado por Gabriel Rinaldi.

Con el equipo en el décimo puesto, y con solo 18 puntos en juego, Apuzzo y Rinaldi se encomendaron al Barba y junto con el plantel (que decidió no hablar más con la prensa) tenían una tarea cuasi milagrosa por delante. En las tres siguientes fechas el mencionado milagro parecía tomar cuerpo, ya que Huracán se impuso en Tucumán ante Atlético, de local ante Santamarina y contra Crucero del Norte en Misiones. Por primera vez en lo que iba del torneo, el equipo lograba meter una mini racha y en la fecha 19 se ponía sexto (notemos el nivel patético y asqueroso de la zona B).

Con ese panorama llegaba la semifinal de la Copa Argentina en Formosa, ante Atlético Rafaela. Y la ganó, con goles de Germán Mandarino y Ábila, luego de ser superior ante un rival de otra categoría y habiendo dilapidado muchísimas situaciones de gol, un mal que aquejó al equipo a lo largo de todo el semestre. Pisábamos la recta final del torneo y al Ducó llegaba un por ese entonces ya ascendido Unión, para un partido de esos en los que prácticamente no hay red. Y pasó lo que nadie quería, un gol de corner, empate cuasi milagroso de Toranzo y después de perderse la victoria en un par de ocasiones, un gravísimo error del por ese entonces semi-dios (?) Marcos Díaz le permitía a los santafesinos llevarse los tres puntos y le tiraba un tanque australiano de agua fría al pueblo quemero. Por suerte, los otros dos que pugnaban por ese último ascenso además de Atlético Tucumán jugaban entre sí (Santamarina y Patronato) y ganaron los tandilenses, que tenían menos puntos, con el plus (?) de los tucumanos aun teniendo que quedar libres en la anteultima fecha.

En el contexto de este hermoso (?) panorama, se venía la final de la Copa Argentina ante un Rosario Central con varios de sus hinchas en modo termo encefalograma plano a full, incluso con su presidente boqueando como iban a festejar la Copa y hablando de refuerzos para la Libertadores. Dadas así las cosas, y con el objetivo principal del ascenso aun posible pero harto difícil, el equipo que Kudelka nunca encontró y Apuzzo terminó consolidando (Diaz, Mancinelli, Erramusmpe, Dominguez y Arano, Villaruel, Vismara y Toranzo, Martinez, Espinoza y Ábila) jugó una final cargado de nervios pero a full y fue el que, de haber habido un ganador en los ’90, había hecho más méritos. Ya a esta altura del partido creo haber dejado establecido que si no te deja al borde del infarto & ACV, no es Huracán, por ello no debería sorprender que ante una serie que arrancó con Martinez errando el penal y al tercero Ábila hizo lo propio, la habilidad de Marcos Diaz para los penales hizo el resto y que al contener el de Encina (antes había hecho lo propio con el de Caranta y Ferrari había marrado el suyo) desató el delirio de un festejo contenido 41 años. Huracán sumaba un campeonato AFA después de todo ese tiempo, con el plus de estar en la segunda divisional y volvía a los torneos internacionales, pero no podía festejar del todo porque el verdadero objetivo de retornar a la categoría a la cual pertenece todavía no estaba.

El inapelable 3 a 0 a All Boys en Floresta y el empate entre Sportivo Belgrano y Santamarina en Tandil indicaba que el libre Atlético Tucumán y Huracán igualaban en 26 puntos a solo una fecha del final, mientras de que los tandilenses aun tenían chances matemáticas y enfrentaban en Tucumán a Atlético para el cierre.

Con Sotelo por el lesionado Chiche Arano, Huracán despachó por 4 a 0 Independiente Rivadavia en un Duco explotado como en sus mejores épocas, y estuvo algunos minutos ascendido, porque Santamarina había empezado ganando en Tucumán, para terminar cayendo por 4 a 1. Desempate.

El globo tenía un escalón más en su derrotero del segundo semestre. Bien ganado, pero pensándolo un poco, para matarse (y matarlos), ya que con solo un punto más en las 21 fechas anteriores, ya se hubiese festejado ese mismo fin de semana en Parque Patricios. Pero no, hubo que ir a Mendoza y parirla peor que nunca.

Martinez estrelló un tiro en el poste y tuvo dos claras situaciones de gol en el primer tiempo, mientras que Atlético Tucumán no le generaba peligro a Diaz. Pero como siempre que no se convierte en el arco contrario, se termina pagando en el propio: luego de un centro del ingresado cabeza de tacho, mala leche y mal agradecido de Leandro Diaz, el arquero quemero creyó que la pelota habia salido y gastó valiosos segundos en protestar en vano, segundos que le valieron la ventaja a Menendez para conectar la pelota bajada por la pulguita Rodriguez y poner a Atlético en ventaja. Parecía que el mundo se venía abajo, por ese gol estúpido, la lluvia, todos los fantasmas revoloteando y más. Pero gracias al cielo pocos minutos después Ramón Ábila abrió una pelota por la derecha para la entrada del central devenido en lateral derecho Federico Mancinelli y que la débil respuesta de Calviño permitiera que el derechazo cruzado del pelado se transforme en el 1 a 1 para volver a vivir. En el peor momento, el equipo de Apuzzo sacaba fuerzas de quien sabe donde y con el impulso casi lo gana en una aun hoy inexplicable jugada en la cual la definición picada de Wanchope Ábila se estrellara en el palo izquierdo de Calviño y acto seguido el despeje de la defensa hiciera la propio en el travesaño (!).

Al más puro estilo Huracán nos íbamos al alargue y era la supervivencia del más fuerte. Apuzzo se había guardado todos los cambios y en el primero de ellos, tuvo la carta que daría vuelta la historia. El juvenil Alejandro Romero Gamarra (el Cacu, para los amigos) ingresó por Villaruel y en la primera pelota que tocó, puso el 2 a 1 (la mayor parte del mérito es de la horripilancia de la defensa tucumana y de la pericia de Wanchope). Huracán lograba remontarlo y a partir de ahí si, todo le saldría bien ya que el mencionado ganso de Leandro Diaz se haría expulsar por una estúpida patada a Torassa, uno de los centrales tucumanos se lesionó cuando no tenían más cambios y por eso primero Ábila y luego Torassa decoraron el marcador para un 4 a 1 increíble.

Esa fue la historia de un 2014 de Huracán que lo tuvo todo y que deja el sabor agridulce de lo ocurrido en el torneo de la B Nacional (primero el robo arbitral contra Independiente y segundo y principal el rendimiento inexplicable que terminó con la salida de Kudekla) que no permitió festejar plenamente el logro de la Copa Argentina. Habiendo dicho esto, es notable como aun con incontables camadas dirigenciales inútiles, ladronas y ambas del ’80 en adelante, basta que salga un poquito el sol para que la historia asome, el respeto vuelva y las repercusiones de los logros de la institución de Parque Patricios sean resonantes.

Ahí está el desafío de estos dirigentes y los que vendrán: tratar de recuperar de a poco el lugar entre los grandes del fútbol argentino que Huracán TIENE (mal que le pese a más de uno, por ignorancia, conveniencia o simplemente por portar un tacho sobre los hombros) en vez de seguir bastardeando su historia para atender kioskos personales o llenarse los bolsillos. Si esto ocurre, y además el hincha se dedica a apoyar (a hacerse socio, ya que estamos) y no cae en ridiculeces como exigir contrataciones por montos exorbitantes como si se contara con el presupuesto de Boca o bien pedir copas internacionales cuando a duras penas se pudo ascender (por más ridículo que parezca, el ser humano en modo hincha parece apagar el 98% de las neuronas), las cosas deberían lentamente volver a ordenarse.

Por lo pronto 2014 fue el año en el que Huracán volvió a sonreír y a cerrarle la boca a varios. Y eso ya es bastante.