¿Y ahora qué hacemos?

Boca encontró un funcionamiento aceptable, por fin, desde la llegada de Carlos Bianchi. Curiosamente, fue en un partido donde no jugó Riquelme. Qué hacer, diría Lenin (?).

Foto: Fotobaires

La idea es hacernos reflexionar a todos (?), por una vez, hablemos un poquito de fútbol. Sería muy injusto decir que Boca juega bien sin Riquelme, pero acaso, ¿esto no ha sido así? ¿La ceguera que provoca el lógico amor incondicional por el ídolo, acaso no obtura lo que parece ser una evidencia imposible de ocultar? No tenemos respuestas más allá de lo inducidas de las preguntas y del post (?), simplemente es poner en el paño algunas cartas e ir despejando un poco.

Es arbitrario absolutamente decir que Boca juega bien sin Riquelme y más si nos agarramos de un partido nomás. Y si encima el rival es Vélez, que sale a jugar en a la Bombonera pateándose la bombacha (?). Pero, yendo a lo táctico, Boca fue rápido, certero, agudo, con sus titubeos defensivos de siempre pero compensado en la velocidad de sus medios y sus delanteros enchufados. Entonces, la otra pregunta para discutir un poco es: ¿alcanza con la velocidad mental de Riquelme? Pensemos en el partido de Newell’s, por ejemplo y en el predominio físico de los últimos campeones por sobre los Xeneizes, o pensemos en otros partidos donde Boca no se pudo adaptar al vértigo con el que se juega hoy. Pareciera que toda la claridad conceptual de Román, si no está acompañada de un desempeño físico acorde, no llega a satisfacer las necesidades mínimas que se requieren hoy en el fútbol argentino.

Sin dudas preferiríamos un mundo de Riquelmes, pausa y pelota al piso y bla bla. Bah, la verdad no (?). Pero no está mal toparse con jugadores de su estirpe, claro. El tema es que lo acompañan las lesiones, una y otra vez. Y por una vez que logra cierta continuidad aparece algo, futbolístico o extrafutbolístico que trastoca la armonía. Porque Riquelme tiene esa personalidad, porque se lo banca así, porque es el ídolo y porque se fue comiendo a todos y hasta Angelici no para. Riquelme, casi sin entorno de jugadores a su lado, persiste, afianzado ahora en una estupenda relación con Carlos Bianchi. Con el peso de su pasado, con los destellos esporádicos de su presente.

Eso nos da una pauta igual, el entrenador de Boca dijo “ahora lo quieren sacar a Riquelme”, ante cierta requisitoria lógica por un lado, que es la que salta a los ojos, o sea, que Boca jugó muy bien sin él, casi como si se hubiera sacado un lastre. Al mismo tiempo, la pregunta tiene toda la mala intención de todo cagatinta de ley que busca el puterío, desunir, romper, armar quilombo. Sacando eso, vemos como lógico que se le pregunte al Virrey sobre la forma en adecuar este buen funcionamiento con un jugador que exige que el juego pase por sus pies. Lo que también notamos es que la relación Bianchi-Riquelme está en un punto alto.

Finalmente, un elemento más. La presencia de Fernando Gago hace notar más que en Boca hoy nadie es imprescindible. En el acierto de mandar a Ribair a la cueva y de incorporar al ex Vélez al mediocampo, se vio una mayor actividad colectiva en Boca. Además hubo cambio de sistema, 4-4-2, se mantuvo el nivel a lo largo de todo el partido y lo mejor que tuvo el equipo fue el mediocampo. Insua-Sánchez Miño funcionó divino, no hubo un peaje en Román (?). Parecido a Erbes-Acosta por la derecha. Bien también Pablo Ledesma y el Burrito Martínez muy suelto, bajando a buscarla, generando juego, estuvo totalmente libre de hacerlo y no se superpuso en la tarea de nadie. Pero, decimos, el vértice fue el joven (?) Gago, eje de distribución y en buen estado físico.

Que no se entienda mal, nadie quiere jubilar a Riquelme, al contrario. Simplemente está bueno observar el desafío que tiene Bianchi por delante. Pasará el partido con Olimpo seguramente sin Román y luego sí, ya con todos a disposición veremos de qué manera se incorpora al equipo y además si potencia el funcionamiento por ahora adquirido o si sucede lo contrario. Está por verse entonces, lo concreto es que, sin Román, Boca demostró que puede andar lo más bien.


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