Puesto repleto de talento por cientos de jugadores durante décadas, los armadores de juego son lo más vistoso que el fútbol alguna vez mostró.

Los enganches fueron esos futbolistas que desde su técnica individual brillante y su capacidad de armar el juego, enlazando mediocampistas y delanteros, hicieron y deshicieron a placer a lo largo de la historia. Todo gran equipo histórico se dice que tenía su columna vertebral, es decir, arquero, central, mediocampista defensivo, enganche y centrodelantero. Pero, sin dudas, el enganche es el más vistoso de todos esos puestos. Hoy en día, la irrupción de los mediocampistas que recorren más territorio a base de despliegue físico y la de los mediopuntas dominantes (aunque estos existieron siempre), han hecho que vayan desapareciendo.

Como el número de estos jugadores es altísimo, nos permitimos una licencia y este será un top fifteen(?) con dos menciones especiales. Antes de que pongan el grito en el cielo, porque no están Gullit, Rivellino, Iniesta, Cryuff, Sivori o alguno más, es menester aclarar que los mediopuntas se destacan en otro top ten, especialmente dedicados para ellos. Este es para enganches, para los armadores de juego. Aclarado esto, y esperando no tener que aclararlo en los comentarios nuevamente, comenzamos el recorrido.

Mención de Honor: Paul Gascoigne y Carlos Valderrama

El Pibe Valderrama fue uno de los mejores jugadores sudamericanos entre los 80 y 90; y uno de los futbolistas más famosos de su generación. Se hizo conocido mundialmente debido a su excepcional capacidad para realizar pases milimétricos, además de poseer una gran visión de juego y una apariencia que no hizo que jamás pasase desapercibido. Jugó en varios clubes durante su carrera, en 1985 llegó al Deportivo Cali formando una gran pareja en el mediocampo junto a Bernardo Redín y logrando dos veces el subcampeonato colombiano, luego obtendría dos veces el título de liga con el Junior, club donde tuvo un memorable paso. Fue parte de una gran generación de Colombia que causó grandes expectativas y no las cumplió(?). En su paso por Europa logró una Coupe de France. Asistió a los Mundiales de 1990, 1994 y 1998.

Paul Gascoigne es una leyenda del fóbal inglés. fue uno de los más talentosos enganches europeos también entre los 80 y 90; y uno de los más habilidosos técnicamente que produjo alguna vez Inglaterra. Inició su carrera como una prominente figura juvenil en el Newcastle United hasta que en 1988 pasó por el Tottenham Hotspur, club donde alcanzó su más alto pico de rendimiento y con el que ganó la FA Cup en 1991. Tras un irregular paso por la Lazio, llegó luego al Rangers, donde ganó dos veces la Liga Escocesa, y varias copas locales. Con la selección inglesa tuvo una memorable actuación en el Mundial de 1990, luego fue descartado del plantel que asistió al torneo de 1998 por uno de sus muy comunes problemas disciplinarios. Hoy se lo puede ver como un croto más por las calles, debido a sus graves problemas de adicciones.

Dos enganches talentosísimos, sin la constancia o una gran actuación mundial de los quince integrantes de esta lista. Pero que merecen su mención.

Puesto 15: Gheorghe Hagi

El mejor jugador rumano de todos los tiempos merecía un lugar en estas listas. Gheorghe Hagi, uno de los primeros en ser denominado «el Maradona de», nació en 1965 en una Rumania en pleno auge comunista. Desde muy chico, «Gica» supo destacarse con la pelota. Esa fiel amiga de su zurda, que le iba a permitir encontrar un rumbo en su vida, mientras a sus alrededores veía a un país golpeado y con poca expectativa de progreso. Así fue como a la corta edad de 14 fue a probar suerte al club Farul Constantza, donde permaneció por cinco años e inició una carrera gloriosa.

Hagi fue de menor a mayor. Después de haber cumplido sus dos principales objetivos -debutar en primera y, a su vez, hacerlo en el club de su ciudad natal-, buscó nuevos horizontes. Los hijos del dictador Ceausescu lo llevaron al Pincha de ellos(?), el Studentesc de Bucarest, en 1983, y esa misma temporada hizo su debut oficial con la selección de su país. Tres años rompiéndola ahí, ascendió del equipo de los hijos al equipo del padre. El propio Ceausescu lo llevó a la mismísima luz de sus ojos, el Steaua Bucarest, campeón de Europa por ese entonces. Rápidamente se convirtió en amo y señor del equipo, y en cuatro años consiguió cinco títulos. La gran performance que demostró en el equipo más grande de Rumania le permitió no sólo jugar su primer Mundial (Italia 1990), sino también recalar en la Casa Blanca del Real Madrid, por la cifra récord de 4 millones y medio de dólares. Obviamente que nada de esto hubiera sido posible sin el derrumbe del comunismo.

Después de dos temporadas con el conjunto merengue, y de un fracaso rotundo, se fue a Italia, donde la rompería toda en las filas de Brescia. Uno de los puntos más altos en la carrera deportiva de este exquisito jugador, se dio en el Mundial de Estados Unidos. En aquella oportunidad, Rumania logró conformar un gran plantel, liderado lógicamente por Hagi, y alcanzó los cuartos de final de la competencia, cumpliendo la mejor actuación de ese país en un campeonato mundial, eliminando nada más y nada menos que a Argentina en el camino. Este despegue que logró el seleccionado rumano le permitió obtener un sorpresivo, pero a la vez gratificante, reconocimiento al ser cabeza de serie en la siguiente cita mundialista en Francia edición 1998.

La actuación brillante de este tipo, llevando a una nación totalmente ignota a los primeros planos, le valió el pasaje de vuelta a España, justamente al Barcelona, donde ahí sí la rompió. Después de esto bajó un nivel y su próximo destino fue el Galatasaray de Turquía, donde cosechó seis títulos y puso punto final a su carrera como profesional en 2002. Sin mucho éxito en su etapa como entrenador, en la que supo dirigir a su seleccionado y al Galatasaray, entre otros, «el Maradona de los Cárpatos» está abocado de lleno en la formación de nuevos talentos en su país, teniendo una academia que es una copia textual (?) de la del Ajax holandés.

14: Larbi Ben Barek

Una de las máximas leyendas de la historia de este deporte, llegó en silencio en el verano de 1938 al Olympique de Marseille. En los primeros minutos de su primer partido ya iluminaba a un público marsellés . Un pase decisivo luminoso al goleador Kohut y dos goles suyos sellan un contundente 5-2 del Olympique ante el gran Racing de París. Días antes, en un partido de preparación, había marcado 8 (!) goles a los ingleses del Southend.

El adolescente Larbi Ben Barek, huérfano, nacido en Casablanca entre 1912 y 1918. Allí, en un partido con una selección de África, deslumbró a los periodistas franceses que preconizaron a una estrella de la pelota, y así llegó Larbi Ben Barek en el Olympique de Marsella. Desde su debut en las calles de Casablanca, el niño Larbi lucía esas características de los futuros cracks africanos o brasileños, de esos artistas de la pelota y de la calle, de esos pobres niños que olvidaban la miseria jugando, buscando belleza y placer en el juego.

Además de su físico, su estatura, su elegancia, su estilo, Ben Barek era un atacante, un pasador y un creador… de los dos pies o de cabeza, todo lo hacía bonito, era natural en él. Tras un año espléndido en el Olympique de Marsella, la 2ª guerra mundial estalla y regresa a la U.S. Marocaine de Casablanca. Menos partidos, menos eco internacional, pero más brillantez y madurez. Seis largos años de guerra y el Stade Français parisino lo compra tras un amistoso en Marruecos donde Larbi había sido demoníaco o mago, según el criterio periodístico.

Según su incierta fecha de nacimiento, Ben Barek habría terminado su carrera entre los 37 y 43 años en el Olympique de Marsella en 1955. Y su carrera de internacional francés marca un récord de longevidad: 16 años entre su primera selección en 1938 y la última de sus 17 apariciones. Francia, España y la historia del fútbol lo consideran como uno de los de mayores actores del bello fútbol clásico, aunque su carrera haya sido truncada por la guerra mundial entre 1939 y 1945. Larbi Ben Barek jugaba en una época sin televisión pero alcanzó una fama universal, comparable a la de los más grandes, gracias a su magia, elegancia y efectividad en el Stade Français parisino de 1945 a 1948.

Cuando estos lo venden al Atlético de Madrid por una suma récord, un periodista parisino escribe: «Vendan el Arco de Triunfo o la Tour Eiffel, pero no vendan Ben Barek». Otro: «Nunca un futbolista fue más festejado por el público como Ben Barek, porque encantaba a todos, a los que piensan en el fútbol y a los que sienten el fútbol, porque su estilo es extraordinariamente espectacular».

Las crónicas de la fecha que este redactor pudo encontrar, se refieren a Larbi como: «un fenómeno, sin truco, con prodigiosa clase, con un toque de balón maravilloso, con una inteligente y soberbia concepción del juego». En el Atlético de Madrid, llegó a ser «La perla negra» de una «delantera de cristal», con el sueco Carlsson, Escudero, Juncosa y Pérez Paya, ganando dos títulos consecutivos de Campeón de España, en 1950 y 1951. Allí en el Metropolitano y en la Liga española marcó 56 goles en 113 partidos y 5 temporadas, todos esos goles treintañeros, como mínimo.

Su llegada al Atlético de Madrid había sido todo un acontecimiento con su dosis de polémica y drama: en el verano de 1948, no llegó en la pretemporada, sin que nadie supiera donde paraba, se especulaba que ya era muy viejo, pues no se sabía su edad, que era todo un chamuyo, una operación rara, que Francia no lo dejaba irse, que África tampoco, etc… Por fin llegó, jugó, convenció y les ganó a todos. El retraso era debido a que enviudó (!) y que tuvo que acomodar sus hijos en Marruecos (!!!!!!!!!!!!!!!), antes de acomodarse en Madrid.

Puesto 13: Nils Liedholm

Il Barone, una de las instituciones más grandes de la historia del Milan y el mejor futbolista que jamás haya salido de suelo sueco. Un atleta con un físico formidable, además de ser muy inteligente para leer el juego, con una carrera larga y exitosa, sabiendo reinveintarse de veterano. Además, tuvo una dilatada carrera como DT, siendo reconocido unánimemente como un maestro del deporte y de la vida.

Liedholm, nació en el pequeño pueblo de Valdemarsvik, de apenas 9 mil habitantes, donde se vivía acomodadamente (como suponemos que viven todos los suecos no inmigrantes) en esa zona de bosques y bahías que el fútbol no era precisamente popular, aunque a él le encantaba y jugaba todos los días. Entonces, sus actividades deportivas se diversificaban en distintas disciplinas, como el Bandy, deporte que practicaban sus familiares, que es una especie de hockey sobre hielo, aún más violento, si eso existe. Después de dos fracturas jugando a eso, casi tiene que dejar el fútbol, pero se sobrepone y logra volver a las canchas, en el humilde IK Sleipner y debuta a los 16 años como titular.

Sus actuaciones son aclamadas por todo el país, y tres años después, jugando como todo un veterano, pasa a un equipo pujante que quiere dominar Suecia, el impronunciable Ifk Norrkoeping y la descose, llegando a dos títulos nacionales. En el 48, Liedholm lleva a los suecos a ganar las Olimpíadas de Gran Bretaña, en una sociedad con quien viviría sus momentos de mayor gloria, Gunnar Nordahl. Los pases milimétricos de Il Barone le hicieron meter siete goles al gigante, los que les valió el pase a ambos al Milan.

En el Milan se encontraron con otro paisano suyo, Gunnar Gren; y los tres formaron una de las delanteras más recordadas de la historia del Calcio, la GRE-NO-LI, que los llevó a ganar nada más y nada menos que cuatro Serie A, dos Copa Latina (predecesora de la Champions) y jugar una de las finales más memorables de todos los tiempos contra el Real Madrid de Di Stefano, que terminarían llevándosela los blancos por 3-2.

En el 58, con 36 años y una espléndida forma física todavía, fue capaz de llevar a Suecia hasta la final del Mundial que se jugaba en su casa, pero no pudieron hacer nada contra Pelé y Garrincha en el partido decisivo. Jugó hasta los 40, casi siempre sin perderse un solo partido y sacando ventajas físicas a marcadores muy duros y mucho más jóvenes. Como era obvio, fue DT y ganó cerca de diez títulos con el Milan y la Roma. Ancellotti, Toninho Cerezo y Baresi lo señalan como pieza clave de sus carreras. Un maestro.

Puesto 12: Günter Netzer

La primera estrella de la Bundesliga tiene nombre y apellido, y bastante difícil de pronunciar(?). Uno de los jugadores más carismáticos de la historia de este deporte, que soportó tener un crack que va a venir más adelante en esta lista adelante suyo en la selección que no lo dejara brillar en la misma dimensión que a nivel de clubes.

Nació el 14 de septiembre de 1944 en Mönchengladbach. Dio sus primeros pasos futbolísticos en las inferiores del FC Mönchengladbach, equipo de su ciudad natal con tan sólo 8 años, y de ahí pasó al grande del pueblo, el Borussia Mönchengladbach en el 63. Durante estos años Netzer combinó el fútbol con sus estudios, aunque finalmente decidió dedicarse exclusivamente la pelota, a pesar del insistente deseo de sus padres. En el Borussia complicado(?) permaneció 10 años en los que conquistó dos títulos de liga y una Copa, todo esto en pleno apogeo del Bayern de Beckenbauer y Müller.

Su impronta física era muy llamativa para el puesto. Con su metro ochenta y largo, calzando 47(!), parecía más un nueve tanque alemán, más que un enganche. Pero usaba todo su cuerpo para proteger la pelota, una vez que la ponía abajo de la suela, usaba sus brazos para ganar tiempo y largar pases milimétricos a compañeros ubicados a 40 o 50 metros. Su pegada era bestial y le permitió meter más de 150 goles a lo largo de su dilatada carrera.

En España el Barcelona tenía a Cryuff, y para contrarrestar esto, el Real Madrid buscó a este crack. Fue el primer alemán en jugar para este club, sirviendo para abrirle camino a los Breitner, Schuster y decenas más que vinieron después. Netzer sufrió el primer año para adaptarse, pero en el segundo año llevó a los blancos a ganar el título de Liga con 13 puntos de ventaja, una locura en época de dos puntos por partido. Otro título un año después y en la Casa Blanca le marcaron el camino de salida, y Günter eligió bajar un nivel y descoserla en la liga suiza, en el Grasshopper precisamente, saliendo campeón en su primer año.

En la selección vivió en la sombra de Overath, dato realmente curioso, porque debe ser el único puesto donde no sobran alemanes a lo largo de su riquísima historia, y justo estos dos fueron contemporáneos. Sin embargo, fue parte fundamental de los títulos de la Eurocopa del 72 y del Mundial dos años después. Hay que pensar que este tipo fue elegido el mejor futbolista de Alemania en el 72 y 73, cuando jugaban los nenes Franz Beckenbauer, Gerd Müller, Hans-Georg Schwarzenbeck, Paul Breitner, Wolfgang Overath, Sepp Maier, Berti Vogts, Herbert Wimmer, Jupp Heynckes, o sea en la época dorada del fútbol teutón, para comprender la envergadura de semejante deportista.

Puesto 11: Juan Román Riquelme

El Mejor, como lo bautizaron dos ilustres y queridos comentaristas de este blog, es el único futbolista en actividad de esta lista y un ganador brillante a lo largo de toda su extensa carrera. Complicado decir algo de Román que no se haya dicho anteriormente, pero intentaremos repasar un poco su carrera como para graficar porqué merece estar en este ranking. Román fue parte de un paquete de futbolistas que Argentinos le vendió a Boca a mediados de los 90. Debutó el 10 de Noviembre de 1996, y un año después, el 25 de Octubre de 1997, durante el superclásico, con el marcador 1-0 a favor de River, Héctor Veira, sustituyó a Diego Maradona, en lo que sería el último partido de D10S como futbolista profesional, por un joven Román Riquelme. Esa sustitución marcó el relevo generacional entre el que había sido el mejor jugador argentino de la historia, pero también de las dos décadas anteriores y quien fuera el mejor jugador argentino de la década subsiguiente (Entiéndase 1997-2007). Entre el hasta ese momento mayor ídolo de Boca Juniors y el que es hoy día máximo ídolo de la historia xeneize.

Tras la salida de Diego la responsabilidad cayó en Riquelme que, con 18 años, se vistió con la 10 de los bostis y, con la llegada de Bianchi, Román tomó el papel protagónico, llevó a Boca a ser campeón invicto, se convirtió en el mejor jugador del torneo e inauguró el tridente ofensivo más importante de la historia reciente del fútbol argentino: Riquelme-Barros Schelotto-Palermo. De ahí en adelante Román tocó la gloria con los pies. La Libertadores conoció al mejor jugador de su historia reciente, la primera versión del Real Madrid Galáctico de Florentino Pérez sucumbió ante el fútbol de Riquelme en uno de los partidos más bonitos que quien suscribe ha visto, River sufrió humillaciones que un par de años antes, mientras Francescoli besaba la Copa Libertadores, nunca pensó que Boca le podría propinar, los brasileros, reyes del fútbol, bajaban la cabeza y cambiaban de tema cuando les mencionaban el nombre de Román. Riquelme era el sucesor de Maradona, el heredero del 10, dueño de Boca, del balón, de los aplausos, de la prensa, de las ovaciones, de los títulos, de los rivales…

Pero, comenzaba el clausura 2002, Riquelme estaba a un par de meses de cumplir 24 años, estaba en la cima de su carrera, era ídolo de todos. Sin embargo, las cosas en la Bombonera ya habían empezado ponerse sombrías. El plantel estaba peleado con la dirigencia, Bermúdez, el capitán, con Macri; Bianchi, el DT, con Macri; Riquelme, el 10, con Macri. Perdieron la Intercontinental ante el Bayern Munich con gol de Kuffour, y el Virrey renunció. Boca se vino abajo, Riquelme tuvo problemas personales (secuestraron a su hermano), y la tensión era evidente. La Libertadores, que había sido la casa xeneize durante las dos últimas temporadas, también los abandonó y fueron eliminados en cuartos de final ante el Olimpia de Paraguay. Su ciclo en Boca había terminado.

El verano de 2002 fue fatídico para Riquelme, y porqué no, para el fútbol. Román tuvo la mala suerte de que el momento en el que se suponía que terminaría de explotar, se consagraría como uno de los más grandes, le bajaría el ritmo a Europa y ganaría un Balón de Oro, coincidieran con la presencia de Marcelo Bielsa en la selección Argentina y de Louis Van Gaal en su llegada a Barcelona. Bielsa y Van Gaal, tan parecidos como geniales, compartían y comparten, además de ideología futbolística, su no gusto por el fútbol de Riquelme. Román no fue al Mundial 2002 ni hizo parte del proceso, a pesar de ser claramente el mejor 10 del país y de ser pedido por todos. Ese fue el primer gran golpe que nos privó de Juan Román, en plenitud de fútbol, en la máxima cita futbolística.

Durante su estancia en Barcelona, Riquelme nunca llegó a jugar de ’10’, y fue reciclado a una lucha por el interior izquierdo con Luis Enrique, lucha que perdió por obvias razones. En primer lugar, Riquelme es un futbolista muy definido, y su adaptación a posiciones y peticiones que no hacen parte de fútbol le es casi imposible. En segundo lugar, la lucha por el puesto se vendió en la prensa como la lucha entre el bluff argentino que llamaban «El nuevo Maradona» y uno de los ídolos de la hinchada como es el actual DT del Barcelona. La situación llegó a tal punto que Riquelme sólo jugaba partidos fuera de casa. Van Gaal se había cargado futbolística y mediaticamente a Riquelme, y ni siquiera la llegada de Radomir Antic logró cambiar la dinámica de la situación Riquelme. La llegada de Ronaldinho en el verano de 2003 terminó de sellar la única oportunidad de Riquelme en la gran élite europea. Sólo había sitio para un R10 y el Barcelona decidió cederlo al ignoto Villarreal. Cuando otros tuvieron varias oportunidades en clubes grandes, Juan Román sólo tuvo una.

Llegó Riquelme al Villarreal para la temporada 03-04, y, con Pellegrini de entrenador, Riquelme llevó al Villarreal, un equipo que hacía diez años estaba en Tercera, a semifinales de Champions. Más allá de eso, el Villarreal se convirtió en un equipo que jugaba muy bien al fútbol, y además lo hacía bonito. Riquelme era el amo del equipo. En 2004, además, recibió con gozo la contratación de José Pekerman, quien fuese su entrenador cuando Román era tan sólo un juvenil extremadamente talentoso, Román tuvo su redención en la selección y, aunque ya lo mejor había pasado, Román no tuvo miedo de enfundarse la remera albiceleste y volver a hacer temblar brasileros, y hacer soñar a los argentinos con la consecución de un Mundial 20 años después. Alemania 2006 los recibió, pisaron fuerte, jugaron bien, e inauguraron la costumbre de que nos rompan el culo los alemanes.

Peleado con Pellegrini, Riquelme volvió a Boca en 2007 para volver a acariciar la gloria. Con 29 años, con menos alegría, con evidente nostalgia en su mirada, Riquelme volvió a pisar la Bombonera y volvió, como siempre, a dominar la Libertadores. Brasileros, como siempre, cabizbajos aceptaron la vuelta del 10 y perdieron la final de la Libertadores. Un año después, cedió el trono ante Lio, en los JJOO de 2008, donde Román volvió a dejar huellas de grossitud. Los últimos seis años, aquejado por lesiones y también por su divismo, el 10 dejó muestras de fútbol por todas las canchas donde pisó y pudo llevar a su equipo a una final de Libertadores.

Pero lo más importante, para este redactor, es que por primera y única vez en su vida, envidió a algo a Boca.

Puesto 10: Gianni Rivera

Giovanni Rivera nació en Alessandria el 13 de agosto de 1943. Il bambino di oro, es considerado uno de los mejores jugador de Italia de todos los tiempos. Su carrera comenzó en el Alessandria a los 15 años de edad. En un partido contra el Milan, Franco Pedroni le vio jugar e inmediatamente le fichó por un precio récord para la época y en una transacción que causó estupor en Italia. Además de los 60 millones de liras que pagaron por él, el Milan incluyó en la operación a tres jugadores. Todo por un guachito de 16 años.

Pedroni debía de estar muy seguro de sí mismo cuando decidió llevar a cabo la operación. A pesar de las críticas, el Milan pagó el precio y Gianni Rivera inició su primera campaña con el Milan, del cual no se iría hasta retirarse. Cuatro años después debutó con la selección italiana con la que ganó la Eurocopa de 1968 y dejó para la memoria la semifinal ante Alemania en el Mundial de México de 1970 en uno de los mejores partidos de la historia de los Mundiales.

Con el Milan, Rivera conquistó todos los títulos posibles. Tres Ligas Italianas, cuatro Copas de Italia, dos Copas de Europa, dos Recopas de Europa y una Copa Intercontinental. Como jugador del Milan marcó 128 goles en 501 partidos. Y con la selección italiana marcó 14 goles en 60 partidos. Además se convertiría en el primer jugador nacido en Italia en ganar el Balón de Oro en 1969.

Rivera jugaba en el centro del campo y a su depuradísima técnica acompañaba una excelente visión del juego que completaba con elegancia e inteligencia. La vida con él no era fácil y fue siempre un jugador de carácter, polémico y que sembraba amores y odios por igual. Quizá lo mejor que se pueda decir de Rivera fue lo que la prestigiosa revista francesa France Football escribió sobre él:

«el capitán del Milan es el único que da sentido de poesía a este deporte. Como Oscar Wilde él mira más por la estética que por el resultado».

Tras retirarse del fútbol activo llegó a ser vicepresidente del AC Milan hasta 1986, año en que el club fue comprado por Silvio Berlusconi. Tras abandonar el AC Milan, entró en la política activa, llegando al Parlamento de Italia, y llegando a ser vicesecretario de defensa (!) en el gobierno de Romano Prodi.

Puesto 9: Ricardo Bochini

Es difícil encontrar en todo el mundo un jugador que a lo largo de toda su carrera se haya identificado y dedicado tanto a un club, como Ricardo Bochini con Independiente, donde jugó durantes 20 temporadas, toda su vida, entre 1972 y 1991, realizando 638 partidos oficiales, marcando 97 goles y conquistando cuatro Ligas argentinas, cuatro Copas Libertadores y dos Copas Intercontinentales. Para los hinchas del Independiente sólo dos cosas son sagradas en la vida: la madre y el «Bocha».

La admiración por su talento era tanta que cuando agarraba la pelota, gambeteando y tocando como un poeta, todos los adeptos creían que la jugada podía acabar en gol. Sus pases parecían diseñados con regla y compás y su agresividad con la pelota recordaba un domador apaciguando una caballo. En una baldosa, tenía todo el partido en sus pies.

Fue descubierto en Zárate, por el ojeador Luis Ciriulli que lo llevó a entrenar a Boca, donde el entrenador Diego García dijo: «sí señor, es bueno, pero le falta algo…». Fue entonces que surgió Independiente, donde Nito Veiga, entonces jefe de las inferiores, se quedó con el chico después de verlo jugar tan sólo 10 minutos. La verdad era que, a pesar de ser algo frágil físicamente, 1,68m y 67 kg, no le faltaba nada para ser uno de los mayores maestros de la historia del fútbol argentino. ¿Cómo explicar? Era Woody Allen jugando a fútbol, como le dijo Valdano que definió su fútbol como el de un ladrón que ausculta la impenetrable caja fuerte, mientras sus dedos buscan la clave de la llave, hasta que de repente… ¡click! Sí señor, un toque dado por él abría todos cerrojos defensivos. Le bastaba un click.

Fue, sin embargo, un jugador visceral. Nunca habló bien de un directivo, porque nunca sintió admiración por ninguno. Recusó los empresarios y desconfiaba de los periodisitas. Fue siempre un duro crítico de los entrenadores defensivos y por eso elogiaba Menotti, a pesar de no haberle llevado a los Mundiales del 78 y del 82. Por ironía, acabó siendo un entrenador que siempre lo criticó por ser defensivo, Bilardo, el que lo convocó para el Mundial del 86, donde apenas jugó los últimos cinco minutos de la semifinal contra Bélgica, cuando Argentina ganaba por 2 a 0, por eso dice siempre que no se siente campeón del mundo. Cuando lo vió entrar en campo, Maradona lo homenajeó con estas palabras: «¡Bien, Maestro!». Se retiró a los 37 años. Fue una de las reservas espirituales de un fútbol maravilloso, en estado puro, que luego devino en típico ídolo malaleche declarador, pero ni en pedo pudo opacar semejante magia.

Puesto 8: Michael Laudrup

¿Habrían pasado a la historia del fútbol Pelé, Maradona o Zidane si no hubiesen ganado un Mundial? Basta con mirar a Dinamarca para responder a esa pregunta: calidad y talento son independientes del palmarés. Michael Laudrup, mejor jugador danés de todos los tiempos, no estuvo presente en el mayor momento de gloria de su país. Sin embargo, la huella que dejó en el deporte rey es muy superior a la de sus compatriotas que ganaron la Eurocopa de 1992.

“En los años 60, el mejor era Pelé. En los 70 Cruyff, en los 80 Maradona. Y en los 90, Laudrup”. Esta afirmación puede ser discutible, pero el hecho de que su autor sea nada menos que Franz Beckenbauer le otorga más peso.

Y Michael Laudrup y su hermano menor, Brian, siempre cargaron con un peso considerable a sus espaldas desde que dieron sus primeros pasos en el fútbol. Les viene de familia. Los hermanos Laudrup, hijos de Finn, ex futbolista, y sobrinos de Ebbe Skovdahl, un entrenador exitoso, estaban obligados a triunfar. Y es lo que hizo Michael, quien sin duda tenía lo que había que tener. Por eso, cuando apenas había cumplido los 13 años, se permitió el lujo de declinar la oferta del Ajax de Amsterdam para seguir a su padre, que jugaba en el Kjøbenhavns Boldklub, club precursor del FC Copenhague, al considerar que era demasiado pronto para irse del país.

Tras ser elegido a los 18 años mejor jugador de Dinamarca con el Brøndby, ese carácter le hizo rechazar al Liverpool, ya que no le gustaba como se jugaba en los 80 en Inglaterra. La Juventus sí sabía lo que quería, y aprovechó la oportunidad de contratar al prometedor muchacho en junio de 1983. Esta vez todo se hizo según lo previsto, pero Laudrup pecó de juventud. El danés tenía la competencia de Michel Platini y Zbigniew Boniek en un once limitado entonces a dos jugadores extranjeros, de modo que fue cedido al Lazio, recién ascendido a la Serie A, donde destacó gracias a sus pases milimétricos y sus tremendos tiros libres. En dos temporadas sumaría una decena de goles. Y, con la marcha del polaco de la Juve, llegó la hora de que se codease con los grandes.

Laudrup lo sustituyó como escolta de Platoche y ganó la liga y la Copa Intercontinental en 1985. Su juego crecía y crecía, y su manera de jugar enamoraba a todo el mundo, sobre todo a su máximo admirador, Johan Cruyff, entrenador del Barcelona, quien utilizó su generosidad fubolística para alimentar a un depredador como Hristo Stoichkov. Con el holandés en el banco, el danés a la batuta y el búlgaro en el áre, el Barça pasó de ser un gran equipo a convertirse en un club legendario. Entre 1990 y 1994, Laudrup y sus compañeros ganaron cuatro ligas, una Copa de Europa y un nombre para la eternidad: el Dream Team.

Fue suplente en la final de la Liga de Campeones de la UEFA de 1994 frente al AC Milan, que los italianos se adjudicaron de forma tan sorprendente como arrolladora (4-0). “Laudrup era el jugador que yo más temía, y Cruyff cometió el error de no alinearlo”, comentó Fabio Capello, tras la exhibición de sus hombres.

Enojado con Cryuff, Laudrup se fue al acérrimo rival, el Real Madrid, a pesar del amor incondicional que sentían por él los hinchas catalanes. “No fue cuestión de vengarse”, explicaría, no obstante. “Mi etapa en el Barça se había acabado, igual que el Dream Team, también. Me fui al Madrid porque quería jugar en un equipo capaz de aspirar al título y quedarme en España”.

Alcanzó ese objetivo al final de la temporada siguiente, con una liga en 1995. Y el desquite de Laudrup fue total con el triunfo del cuadro merengue por 5-0 en el clásico. Michael realizó uno de los mejores partidos de su carrera. Destacó una asistencia suya a Iván Zamorano, autor de tres goles. “¿La razón por la que marqué tantos goles con el Real Madrid? ¡Laudrup!”, señala el chileno, en homenaje a su antiguo compañero.

Al cabo de dos campañas en la capital de España, el danés tenía 32 años, y quizás pensaba ya en retirarse cuando se incorporó a la incipiente J-League, con el Vissel Kobe. Pero los seis goles que anotó en 15 partidos durante la temporada 1996/97 le recordaron que aún tenía nivel para brillar en el Viejo Continente.Su última etapa fue en el mismo club cuya oferta había rechazado dos decenios antes. Laudrup fichó por el Ajax de Amsterdam, y concluyó su carrera con un título de campeón de Holanda.

Pero la leyenda de Laudrup no sería tan hermosa sin la relación fallida que tuvo con la selección danesa. El crack participó en tres ediciones de la Eurocopa (1984, 1988 y 1996) y ganó la Confederaciones en 1995. También fue uno de los míticos Danish Dynamites que deslumbraron al planeta en el Mundial de México. E incluso marcó un magnífico tanto contra Uruguay en una goleada de los nórdicos por 6-1.

Pero todos esos éxitos no compensaron su decisión de abandonar el combinado nacional durante la fase previa de la Eurocopa 1992. Tras la derrota por 2-0 ante Yugoslavia, en desacuerdo con las decisiones tácticas de su seleccionador, renunció y juró que no volvería a jugar a las órdenes de Richard Møller Nielsen. Calculó mal. Si bien fue eliminada, Dinamarca terminaría participando en el torneo a raíz de la suspensión de Yugoslavia, y Møller Nielsen se mantuvo en el cargo.

Todos saben lo que ocurrió ahí. Se formó a última hora, con jugadores de vacaciones, fueron a Suecia y encadenaron una de las gestas más recordadas de la Historia del fútbol. El mejor jugador danés de la historia acababa de perderse el momento de gloria de su país… Luego volvió a la selección y le pegaron un susto bárbaro a Brasil en los cuartos del 98, para ahí sí retirarse de la selección. Uno de los mejores asistidores que jamás vio este deporte.

Puesto 7: Wolfgang Overath

Lo que Pelé fue para el Santos, Xavi para el Barcelona, Paolo Maldini para el Milan o Farré para Belgrano(?), lo fue Wolfgang Overath para el Colonia. ¿Qué tienen en común estos jugadores? Todos ellos fueron futbolistas que vistieron los colores de los respectivos clubes de manera exclusiva, una circunstancia que en los tiempos que corren no es muy frecuente encontrar. En las décadas de 1960 y 1970, Overath protagonizó algunos de los capítulos más ilustres del fútbol alemán. El creador de juego fue durante años uno de los mejores enlaces del mundo y ejemplifica el arquetipo del 10 ideal.

Su pasión por el fútbol arranca en 1953, un año antes de la primera conquista del Mundial por parte de Alemania. Overath tenía 10 años, y decidió inscribirse en el club de pueblo, el Siegburger SV 04. Nueve años más tarde, pudo dar el salto a la división de honor alemana al incorporarse a las filas del poderoso Colonia, el equipo que logró quedarse con el talentoso volante en una puja de no menos de de 10 equipos. En su primera temporada con los Machos Cabríos(!), se proclamó campeón de liga junto con Hans Schäfer. Luego levantaría dos Copas de Alemania, en 1968 y 1977.

Durante cerca de 15 años, el ideólogo de brillante técnica e dominio de la pelota, imprimió su estilo al juego del Colonia, del que pasó a convertirse en cabeza y corazón tras la retirada del venerable Schäfer, campeón del mundo en 1954. Y aunque recibió muchas ofertas de otros clubes de dentro y de fuera de Alemania, él siguió al pie del cañón del Colonia hasta el final de su carrera.

Por supuesto que su talento no pasó desapercibido para los responsables de la selección germana, en la que debutó con 20 años. Desde entonces, fue una de las piezas fundamentales de la Mannschaft. Le ganó la pulseada a Netzer y se hizo con la titularidad de Alemania. Poseía la facultad de hacer pases precisos a más de 60 metros, bajar la bocha de pelotazos con una fineza inaudita y hacer que sus rivales se hicieran un nudo con las piernas en su afán por evitar sus gambetas. Parecía brasilero.

En los Mundiales de 1966, 1970 y 1974, el «número 10 por excelencia» como se lo caracterizaba por toda Europa, disputó todos los partidos de dichos torneos. Sus 19 encuentros de la Copa Mundial se saldaron con 15 victorias, 1 empate y 3 derrotas, y fue subcampeón en Inglaterra, tercero en México y campeón del mundo en su casa.

En México se destaca como la más sobresaliente actuación de Overath. Los comentaristas del certamen quedaron deslumbrados por el arte de este hombre, que anotó el gol de la victoria por 1-0 en el partido por el tercer puesto contra Uruguay. «Overath tiene la gracia de una bailarina de ballet, la resistencia de un astronauta, la inteligencia de un Einstein y las dotes futbolísticas de un… —cómo diríamos, cuál es el mayor superlativo— de un Wolfgang Overath», escribió entonces en un diario brasileño.

«México 1970 fue para mí el mejor Mundial que ha habido. Fue mejor incluso que el torneo de 1974, por más que en esta fecha nos coronáramos campeones en nuestro territorio. En México jugaron los más grandes del fútbol, como Pelé o Bobby Charlton. La calidad del juego y el fantástico ambiente en los estadios fueron insuperables»

El punto cúlmine de su trayectoria, sin embargo, lo alcanzaría cuatro años más tarde en Alemania. Con 81 partidos internacionales a sus espaldas y 17 goles en su cuenta particular, Overath celebró su despedida de la Mannschaft en la final en el Estadio Olímpico de Múnich.

En 1977, enojado con la dirigencia del Colonia, con resto todavía a sus 33 años, se retiró del fútbol para siempre. No soportaba la idea de jugar con otra camiseta. En total acumuló 536 partidos y 117 goles para el Colonia, siendo, obviamente, su máximo ídolo.

Overath fue un actor muy importante en la sociedad alemana, mostrando su compromiso social fuera de las canchas. En 1994 instituyó el Fondo Overath, entidad precursora en partidos a beneficio para recaudar fondos para causas sociales, zonas de guerra o cosas por el estilo.

«Cuando yo era joven, todo mi empeño estaba orientado a alcanzar la independencia financiera. Mediados mis cuarenta, me dije: eso no puede ser todo en la vida. Y entonces fue cuando empecé a preocuparme por los demás. No se puede imaginar la satisfacción que da poder ayudar a gente en apuros. Sólo lamento no haber empezado a hacerlo mucho antes. Pero cuando eres joven, sencillamente vas demasiado a tu bola. A mí me gusta estar con la gente. Me resulta emocionante conocer a nuevas personas. Quiero devolver algo de la gran fortuna que la vida me ha deparado»

Un crack de todos los tiempos, un loco por los colores, con una cabeza bastante mejor puesta que la de cualquier futbolista.

Puesto 6: Bobby Charlton

Robert Charlton, sir Charlton, nació en Ashington, Northumberland el 11 de octubre de 1937. Su historia futbolera empezó siendo, como muchas otras, una mezcla de consecuencias y giros del destino que a la postre lo llevaron a ocupar el pedestal más alto del fútbol de su país, sitio que todavía sigue ocupando, por sus logros tanto en la selección inglesa como en su club, el Manchester United, siendo el jugador con más partidos jugados y goles de la historia de los Red Devils, con 249 goles en 759 apariciones.

Puede contar una de las historias más trágicas de la historia de este deporte. La debe pensar antes de subirse a un avión. El 6 de febrero de 1948, Bobby Charlton se convertía en uno de los supervivientes del accidente aéreo que sufrieron los Busby Babes, en el que perdieron la vida ocho compañeros suyos. Un duro golpe para un guachito de 21 años.

El fútbol, como suele suceder, era la mejor manera de superar aquello. El homenaje y la emoción llegaron diez años después, cuando el Manchester ganaba la Copa de Europa al Benfica por 4-1 (dos goles suyos). Nada había hecho prever 15 años antes que aquel chico bajito, regordete, con un físico nada futbolero, que se presentó en las instalaciones de los Red Devils llegaría a ser uno de los mejores futbolistas del mundo. Ganaría también tres Ligas Inglesas (1957, 1965 y 1967) y una Copa (1963) vistiendo la camiseta roja, además de un Balón de Oro en 1966 como mejor jugador europeo del año.

Además, demostró las dotes (?) que le convertirían en el líder de la selección inglesa, a la que hizo campeona en el Mundial de Inglaterra de 1966, la única hasta el presente que consiguieron los piratas, subiéndose definitivamente al pedestal de los elegidos. Fue el eje sobre el que se cimentó el éxito inglés, especialmente espléndido en la semifinal ante Portugal de Eusebio, quebradero constante de cabeza, tanto por sus letales pases como por sus dos goles. En la final, mantuvo un duelo épico con un joven y tenaz Beckenbauer, uno sombra del otro. Inglaterra se impuso y Charlton se fundió en un emotivo abrazo con su hermano Jackie, baluarte de la defensa inglesa.

Bobby, o sir Williams, sobresalió en todas las posiciones en las que jugó, como delantero, como extremo y finalmente como organizador. Versatilidad de medio campo para arriba, durante más de 100 partidos fue el cerebro, motor y creador de juego. Disponía de una visión de juego milimétrica y un pie prodigioso para meter pases de ensueño. Disputaría otros tres Mundiales. Tan sólo en una ocasión fue sustituido en la selección: en el Mundial de 1970, cuando Inglaterra ganaba 2-1 a Alemania en cuartos. Pésima decisión, los alemanes remontaron. Charlton era la posta, gil(?).

Dotado de un disparo zarpado que desarrolló a base de patear todo el día contra una pared, tenía una gambeta no visto hasta entonces en jugadores europeos y una magnífica visión de juego que le permitía lanzar a su equipo por medio de extraordinarios pelotazos. En Inglaterra fue y es considerado una institución. Su porte y presencia representan la quintasencia del caballero inglés y la muestra perfecta del jugador que basó su estilo en el talento, tanto que en 1994 fue nombrado Sir por la reina Isabel II y es embajador oficial del Manchester United.

Puesto 5: Sócrates

Él fue la antítesis del buen atleta: estaba en contra de los entrenamientos individuales o colectivos y de la abstinencia -sobre todo del sexo, alcohol, tabaco, vida nocturna y tocar la guitarra. Hasta su nombre se escapaba de lo convencional: Sócrates Brasileiro Sampaio de Souza Vieira de Oliveira. Estudió medicina mientras jugaba, se expuso en la política y vio el binomio directivo-jugador desde la óptica de las relaciones laborales. Se entregó a la ciudadanía con ahínco, siendo intransigentemente solidario con los compañeros de profesión. Para emplear el término típico de la inútil y necia dictadura militar brasileña, Sócrates era subversivo.

Por casualidad, nació en Belém del Pará el 19 de febrero de 1954 y se creó en la ciudad paulista de Ribeirao Preto, donde a los 16 años ya actuaba en el Botafogo Futebol Clube paulista. A los 18, en la faculdad de medicina, Sócrates supo conciliar el curso con la vida de crack. Desde entonces, atraídos por el soberbio manejo de balón del centrocampista y atacante esencialmente técnico, varios equipos brasileños lo querían. Mucha gente más veterana pasó a ver en él a la reedición de Ipojucan, leyenda del Vasco. Sin embargo, Sócrates, que nunca había visto a Ipojucan, escuchó esas comparaciones agradecido. Por ese tiempo, decidió sólo irse del Botinha (apodo académico del Botafogo de Ribeirao Preto) cuando concluyera el curso universitario. Y en el 76, ya profesional en el fútbol, el universitario fue el máximo goleador del Campeonato Paulista con 15 goles. Dos años más tarde, como prometiera, Sócrates permitió que fuera negociado con el Sport Club Corinthians paulista. Y en la ocasión ya era médico.

De cara, sin rodeos, así que llegó al club de la capital se dijo enemigo de las concentraciones: «si cada jugador cuidara de la propia resistencia, sería más responsable». Los conservadores de todos los matices pusieron la barba en remojo, aunque el barbudo fuera él(?). Los fanáticos hinchas corintianos tuvieron dificultades de tragar fue cuando reveló que su corazón era santista. Pero todo eso no sería nada comparado a lo que el apodado Magrao hizo jugando en el campo y en los despachos del Corinthians. En 1979, Sócrates venció el Campeonato Paulista e, inspirada en él, se instaló en el club la democracia corintiana -conjunto de acciones que hizo, por ejemplo, que el voto del jugador suplente tuviera igual valor al del directivo de fútbol y que las decisiones sólo valieran se expresasen la voluntad de la mayoría. En plena dictadura militar.

En ese mismo año del 79, Sócrates debutó en la selección brasileña. Disputó la Copa América (también del 83) y el Mundialito, siendo titular hasta el Mundial de España, en 1982, cuando formó con Zico, Falcao y Cerezo el cuadrado mágico que encantó al planeta, a pesar de que Brasil no lo hubiera ganado. De vuelta al club blanquinegro, el Doutor, hizo al equipo campeón paulista. Y repetiría al año siguiente, llevando a la masa corintiana al delirio. Por verlo hacer jugadas mágicas con el taco, Magrao recibió de Pelé un comentario curioso: «Juega aún mejor de espaldas que de frente». A esa altura, el Doutor era buscado por emisarios europeos queriendo llevárselo, todos viendo en él a un crack que efectivamente aplicaba la inteligencia. Pero Sócrates -con 302 partidos y 166 goles por el Corinthians- insistía en quedar en Brasil.

Pero la enmienda del diputado Dante de Oliveira -que restituía al País el derecho a realizar elecciones democráticas directas en todos los niveles- no se aprobó en el Congreso Nacional y, frustrado, Magrao se fue a la Fiorentina, en 1984. En Italia tuvo varios motivos para no adaptarse, salvo por el hecho de que amaba el museo de la ciudad. En su primer retorno a Brasil, se fue a la campineira Ponte Preta, para después pasar al Flamengo y fijó su residencia en Río de Janeiro. Una de las cosas que lo animó a desembarcar en la Gávea fue la posibilidad de hacer pareja con Zico, su ídolo y compañero de travesuras.

Para su tristeza y la de Zico, en el rojinegro sólo actuarían una vez juntos. Durante más de un año, cuando el Doutor tenía condiciones de juego, el Galo estaba lesionado; cuando Zico podía, era él el que se encontraba en el departamento médico. Eso, sin embargo, no impidió a Sócrates de recibir la banda de campeón carioca de 1986. Al año siguiente, por divergencias financieras, Magrao se fue del Flamengo. Y quiso abandonar el fútbol, yéndose al interior de Sao Paulo a jugar partiditos y ejercer la medicina.

Entre tanto, sin que lo esperara, le llegó una invitación del Santos para que vistiera la camiseta blanca, despuntó el vicio (su vicio favorito, jugar a la pelota) un par de años más en clubes ignotos, solo por diversión. En el fondo, él es igual a esta frase de una revista: «Sócrates jamás se esforzó para ser un crack. Sencillamente lo era».

Puesto 4: Michel Platini

Era sólo un partido amistoso, pero con los italianos en fútbol nunca hay amistad. Francia perdía por 1-0 cuando el árbitro decretó una falta. Michel Platini la lanzó y marcó. El árbitro no concedió el tanto. Platini recogió el balón, lo colocó en el mismo lugar, se preparó para lanzar y colocó el balón en el fondo de la red por el mismo sitio donde lo había colocado segundos antes.

Todos amamos a Sócrates. Todos odiamos a Platini. Pero las cosas como son. Este es un sorete. Pero a pesar de todo, un animal del fútbol. Platini empezó su carrera en las ligas regionales del fútbol francés y fue escalando a través de la maraña de categorías y equipos hasta llegar a la selección francesa. En su partido de debut ante Checoslovaquia se produjo una tiro libre en el área checa. Platini se acercó al capitán de su selección, Henri Michel, y le dijo, «si me la dejas, la coloco en el fondo». Henri le cedió el balón y en una parábola perfecta Platini cumplió su palabra.

En los tiros libres, en los que era un maestro, era sólo una de las facetas del juego de Michel Platini. Dotado de una técnica exquisita Platini podía meter un pase de cuarenta metros al pie de un compañero desmarcado después de haber bailado a tres rivales. Su dominio de la pelota era total. Su inteligencia como director, también.

Se puede decir que el fútbol francés se divide en dos eras, antes y después de Platini. Con su llegada al equipo nacional, Francia volvió al concierto internacional tras el Mundial del 34(!) y tras realizar un brillante papel en el Mundial de Argentina del 78, fue en el Mundial de España del 82 en el que el mundo pudo asistir a la demostración del talento de Platini en estado puro.

Tras convertir en campeones al Nancy y al Saint-Etienne, Michel Platini fue a la Juventus. Allí il Francese dejó lo mejor de su fútbol. En su primer año conquistó la Copa de Italia y fue elegido Balón de Oro. En su segundo año Platini ganó su segundo Balón de Oro, fue cappocannonieri del Campeonato Italiano, conquistó el título de Liga Italiana y la Recopa de Europa.

Ese mismo año, 1984, Platini hizo a su país campeón de Europa gracias a sus goles, a su dirección del juego y a su talento. Al siguiente año, en 1985, otro Balón de Oro, otra vez máximo goleador del calcio italiano, otra vez campeón de Liga y, por primera vez, campeón de la Copa de Europa. Era el dueño del fútbol europeo. Hasta que llegó el nro 1 de esta lista.

Por última vez Platini acudió a un Mundial, esta vez en México en 1986. Il Francese tenía treinta años y una vez más Francia brilló gracias a él. En un partido inolvidable ante Brasil, Francia eliminaba a los canarinhos en los penales gracias a Platini. Al año siguiente, con todavía mucho fútbol para dar Platini se retiró. Pero no se alejó, ni mucho menos porque quedó enquistado en la elite de la FIFA.

Fue gracias a su asqueroso lobby empeño y determinación que Francia fue sede del Mundial de 1998, cita en el que por primera vez una selección gala obtuvo el título mundial. Y Platini estuvo ahí, no como jugador sino como el organizador del evento. Desde 2007 es el dueño de la UEFA y hace y deshace a su placer, como prueba esta reciente Liga de las Naciones de la UEFA.

Puesto 3: Zico

En Rio de Janeiro, el periodista Celso Garcia se fue al barrio de Quintino y se quedó pasmado con un pibito que sabía todo con la pelota. «Dime tu nombre y edad», preguntó y el muchacho le contestó: «Arthur Antunes Coimbra, o Zico, estudio y vivo aquí, donde nací el 3 de marzo de 1953. Tengo 13 años y soy el pequeño de la familia». Luego, Celso obtuvo de sus padres -José, panadero portugués y del Flamengo, y Matilde, la matriarca Tidinha- el permiso de llevarlo a probar en el infantil del Flamengo. Después, sabría más, que Zico tenía dos hermanos jugando en el América – Edu y Antunes. Y que preferiría el Flamengo, por idolatría a Dida, como él un media finísimo que fuera rojinegro hasta 1964, y por ser el club de Gávea, el equipo de su corazón.

Desde entonces el rojinegro sería el único color de Zico. Antes mismo de agarrar peso, tamaño y fuerza hasta su 1,71m, ya había ganado el título estatal juvenil de 1969. En julio de 1971, ya conocido como Galinho de Quintito, expresión que le dio el locutor Waldir Amaral, por su garra y el nombre de su barrio, Zico deviene en profesional para volverse el mayor ídolo y goleador de toda la historia del rubronegro. Este mismo año entraría en la selección preolímpica de Brasil pero no estaría en las Olimpíadas 72. Sin embargo ese año sería campeón carioca. Título del Estado de Rio de Janeiro que repetiría en 1974-78-79-81 y 1986. También con el Flamengo ganaría los campeonatos de Brasil de 1980, 82, 83 y 87. Y la Copa Libertadores da América y la Copa Intercontinental de 1981, disputado en Japón contra el Liverpool. Por el conjunto de su obra, el Galinho de Quintino honró la Bola de Oro de la revista Placar en nada más que cinco ediciones (1974, 75, 77, 82 y 87). Y en la casi totalidad de esos y tantos años, Zico fue máximo goleador, como lo fue del estadio Maracanã, con 320 tantos, en 22 años de bocha de fútbol.

Una otra maravilla en la historia del ídolo es la Selección de Brasil, en cual debutó el 25 de febrero de 1976, contra Uruguay. A partir de ese día, Zico fue un insustituible de las convocatorias. Con Brasil ganó el mismo año 76 las copas del bicentenario de la independencia yanqui, Rio Branco, Roca, Oswaldo Cruz y Atlántico. Y el trofeo Inglaterra-Brasil de 1981. Hasta 1986, cuando decidió renunciar de la selección, tras el Mundial de México, Zico había jugado 88 partidos para su país, marcando 66 goles, quedándose a poco de ser el mayor goleador de la selección. En los tres Mundiales, participaría en 14 partidos, haciendo cinco goles.

Pero en esos Mundiales no le fue bien, por eso pierde con el puesto 2. Lesionado en el de Argentina, en 1978, Zico sólo jugó un partido entero; en los demás apenas una media parte. El equipo de Brasil en ese Mundial era la cara de la dictadura ambiente en el País. Empezando por Cláudio Coutinho, el entrenador y ex-capitán del Ejército, que sólo escuchaba al almirante Heleno Nunes, entonces presidente de la Confederación Brasileña de Desportes (antecesora de la actual Confederación Brasileña de Fútbol, CBF). Y buscando la polivalencia, el técnico se perdió en el comando. Sin convocar Falcão ni Júnior, expulsó a Reinaldo, poco amante de lo militar. De ese fiasco de la competición, sólo quedarían cosas afines, tal la frase idiota del propio Cláudio Coutinho: «Somos campeones morales de este Mundial». Y expresiones tales overlapping o punto futuro, también de él, que no iban con el estilo creativo del crack y artista brasileño.

Para Zico, el Mundial de 82, en España, con un Brasil que puso en campo el equipo más hermoso que se pudo reunir en toda su historia, fue un golpe de mala suerte. Y el de 1986, cuando, lesionado, falló el penal contra Francia en cuartos de final, fue un trauma que pesó en su retiro definitivo de la selección. Entonces, ofendido por las críticas, el Galo tiró: «No cambiaría ningún título que gane con el Flamengo por un Mundial». Y solidario con él, el escritor y dibujante Ziraldo Pinto le apoyaría así:

«¡Santa madre! ¡Cuántas alegrías Zico me dio a mí y a los aficionados de Brasil y del Flamengo! ¿Cuántas faltas lanzadas a la izquierda de la media luna que eran goles más seguros que penales? Zico falló el penal de su vida, de nuestra vida, y fue inmediatamente perdonado por su grandeza».

A mitad del año 1983, el Galinho fue vendido al Udinese y el compositor de Bahía, Moraes Moreira, escribió un frevo donde expresaba la tristeza de la afición rojinegra y carioca por su salida de Gávea: «Y ahora como me quedo / las tardes de domingo / sin Zico en el Maracanã…» En Italia, el artista del fútbol brasileño confirmó su éxito del Flamengo. A pesar de jugar en un equipo modesto como el Udinese, fue el artillero del competitivo campeonato nacional italiano, además de ser considerado el mejor jugador de la temporada. Rechazando propuestas irrechazables de grandes como Milán y Roma, volvió a Brasil, y como no, al Flamengo de su corazón, en el verano de 1985.

En Gávea, Zico quedaría hasta 1990, cuando hizo su partido de despedida, el 6 de febrero, entre los compañeros del Flamengo y sus amigos. Había contabilizado entonces la cifra envidiable de 847 encuentros con la camisa rojinegra. Y su número de goles batía el récord de la historia del club: 601. Después, lo llamarían desde la administración del presidente de la República, Fernando Collor de Mello, e, ingenuo en política, aceptó ser secretario de deportes del gobierno federal. En realidad, Zico ya había hecho política real con mucho compromiso y serio cuando fundó y dirigió en 1981 el primer sindicato de futbolistas profesionales. En el gobierno Collor, fue autor de la ley con su nombre, que fue superada por la ley Pelé, una ordenanza que disciplina (¿será posible?) el fútbol. No obstante, no aguantando más el politiqueo, Zico dejó el gobierno y en 1991, el Galinho de Quintino aceptó ir al Kashima Antlers japonés, donde fue de nuevo mayor goleador, maestro de escuelas de fútbol e ídolo, además de, tras su retiro en 94, consultor de fútbol a distancia, siendo la piedra basal de lo que es el fútbol asiático hoy en día.

Puesto 2: Zinedine Zidane

Este genio del fútbol nació el 23 de junio de 1972 en Marsella. Sus padres se llamaban Smaïl y Maliba. Vivían en Cabilia, Argelia. No obstante, emigraron a París y después a Marsella, un año antes de que empezase la Guerra de Argelia. Su deporte favorito era el bádmington, pero hubo una cosa que le impactó más: Enzo Francescoli, que jugaba en el Olympique de Marsella. Le admiraba hasta la forma de pararse e intentaba copiarlo en el peinadp, lo que sabemos que pudo hacerlo poco tiempo(?).

En mayo de 1989 debutó en la Ligue 1 con el AS Cannes, con el gran Luis Fernandez como entrenador-jugador.Le costó un toque adaptarse, porque era muy flaquito y en una liga llena de músculo como históricamente fue la francesa, sufría el rigor aplicado por los volantes centrales rivales. El primer gol de Zizou no llegó hasta el día 10 de febrero de 1991. Anotó un gol de emboquillada precioso para vencer al Nantes por 2-1. Zidane permaneció en el AS Cannes durante cuatro campañas donde su juego fue mejorando progresivamente, a medida que aprendía a leer las defensas contrarias.

Fue convocado por la selección francesa para disputar un encuentro amistoso ante la República Checa, el 17 de agosto de 1994 en Burdeos. Entró a los 63, y más o menos le fue, ya que anotó dos goles que permitieron a los franceses empatar ante los checos. Después de su paso por el Cannes, el as de Marsella se dio a conocer en el mundo del fútbol. Lo compró el Girondins de Burdeos, uno de los mejores equipos de Francia a mediados de los 90. Su rendimiento empezó a deslumbrar y ser fuera de lo normal. Zidane estuvo a un paso de levantar la Copa UEFA de 1996, tras perder en la final ante el Bayern Munich, pero el daño(?) ya estaba hecho, toda Europa lo conocía y lo quería para su equipo.

Ese año, Zidane disputó la Eurocopa que se jugó en Inglaterra. Fue su primera participación en un torneo importante a nivel de selecciones. Su rendimiento fue espectacular, llevó a los galos hasta semifinales, y perdió por penales ante la República Checa 6-5.

Tras esta brillante Eurocopa, Zidane fue traspasado a la Juventus, campeón reciente de la Champions. Coincidió con Alessandro Del Piero,gracias a esta pareja de oro y la falopa, el equipo italiano se alzó con la Intercontinental ante el River de Ramón, y dos Scudettos en 1997 y 1998. También, levantó la Supercopa de Europa. Sin embargo, la bronca estaba con la Champions, que lo esquivaba en las dos finales consecutivas, que perdieron ante el Borussia Dortmund (1997) y el Real Madrid (1998).

En la Copa del Mundo del 1998, Zidane jugó su primer Mundial con Francia y su actuación fue de las más destacadas de este deporte. En la primera fase, la selección gala quedó en el Grupo C, junto con Dinamarca, Sudáfrica y Arabia Saudi. En la fase de grupos, el combinado francés ganó los tres encuentros con bastante facilidad. En octavos, doblegó a Paraguay por un ajustado 1-0 en el alargamiento(?), después a Italia por penales y en semifinales, derrotó a Croacia, gracias a los tantos Liliam Thuram. Hasta ahí, lo de Zizou había sido de facilitador, pero en la final la cosa cambió.

El Stade de France se llenó hasta la pija. Se enfrentaron Francia, la anfitriona, y Brasil, campeonaen Estados Unidos 1994. Fue un partido donde Zidane llevó a su equipo hacía el título mundial, con dos tantos que dejaron contra las cuerdas a Brasil en el entretiempo. Después manejó el ritmo de la final, a pesar del hombre menos y logró el único título de la historia de los galos.

“Antes que un libro sobre mí, prefiero que hagan un DVD. La gente que me admira podrá ver mis jugadas, tanto buenas como malas, pero en el libro se dirán un sinfín de tonterías que jamás dije o hice”. Mejor ver que contar”.

En el 2000 logró la Eurocopa, con unos Henry y Trezeguet fantásticos, gracias a las habilitaciones con un guante de Zizou. En Italia empezaban los problemas, la Roma y la Lazio le habían ganado terreno y Zidane veía que su único objetivo restante, la Champions, estaba cada vez más lejos. La cuestión fue simplificada cuando Florentino Pérez, presidente del Real Madrid, puso 75 miliones de euros, el más caro de la historia del fútbol hasta entonces y por bastante tiempo. En la Casa Blanca, Zidane se consagró por fin campeón de Europa, cuando le ganaron al Bayer Leverkusen por 2-1, gracias a un gol de volea del crack. En el año 2003, Zidane volvió a saborear el éxito y fue designado mejor jugador del planeta por tercera vez.

Siendo sinceros, el único fracaso de Zidane en su vida deportiva tuvo lugar el día 9 de julio del 2006 en el Olympiastadion de Berlín, en la final del Mundial de Alemania del 2006, en el que se vieron las caras Francia e Italia. Ese Mundial, Francia era una murga que pasó de pedo la primera ronda. Pero cuando se puso a jugar este hombre, le rompieron el culo en fila a la España de Raul, Brasil de Ronaldo y Portugal de Figo. Él sólo eh. En esa final, Zizou metió un penal glorioso. Poco después, Materazzi niveló el match 1-1. Pero en la prórroga, Zidane dio un cabezazo a Materazzi y dejó a su selección con diez. Desmoralizada, su selección perdió por penales. Fue el último partido de este genio como jugador. Super injusto.

Uno de los genios más grandes de la historia de este deporte, ganador nato y héroe nacional.

Puesto 1: Diego Maradona

Imposible escribir sobre el Diego. Pero imposible. Este redactor intentó afrontar este primer párrafo no menos de quince veces, sin saber como hacer una introducción acorde al mejor futbolista de todos los tiempos, al símbolo más grande que este país tuvo o tendrá. Aclarado esto, cuando se habla del enganche que fue Maradona, no se habla del enganche típico, porque el Diego no creaba fútbol solo para otros, si no también para él mismo. Empezaba de enganche, pero terminaba jugando de cualquier cosa, solo porque podía. Sin dudas, se puede decir que el Dié fue mediopunta, como también segundo delantero. Pero la ubicación que merece que sea reseñado el mejor pasador de todos los tiempos es esta.

Si usted no es argentino déjeme explicarle algo. La ascendencia de la figura de Maradona en la sociedad argentina no tiene comparación. A un marketing sobreexplotado en innumerables productos hay que añadir toda suerte de expresiones artísticas asociadas a la figura del futbolista. Murales urbanos, obras pictóricas, monumentos escultóricos desperdigados por el país, como las estatuas de Bahía Blanca o la del Museo de la Pasión Boquense, ambas de tres metros de altura. Canciones dedicadas «como la Mano de Dios» de Rodrigo, “Maradona” de Andrés Calamaro, el “Maradona Blues” de Charly Garcia, el mítico “Maradó” de Los Piojos, o el “Santa Maradona” de Mano Negra. Obras de teatro centradas en su persona, películas como el documental “Amando Maradona”, “El Camino de San Diego” de Carlos Sorín, o “Maradona by Kusturica” del afamado director serbio. Decenas de monográficos, cómics, viñetas y biografías del astro, entre los que destaca su biografía autorizada “Yo soy el Diego” que va por la novena edición. La aparición de la Iglesia Maradoniana, parodia de religión, no es más que una muestra más de un culto, real, que cobró su máxima expresión en la impresionante movilización popular a las puertas de la Clínica Suizo Argentina durante su internación en el 2004. En el rango institucional Diego Armando Maradona ha llegado a adquirir honores de estado. Ha sido recibido en audiencia privada por casi todos los presidentes de la República Argentina en estos últimos veinte años, honrado con la máxima distinción del Senado, el premio Domingo Faustino Sarmiento en un abarrotado y enfervorizado Salón Azul y nombrado, en un gesto sin precedentes, embajador honorario del gobierno argentino presidido por Menem. Pero sin duda, el mayor legado y significación de Maradona fue aquel que nos brindó el mismo protagonista sobre un terreno de juego.

Diego Armando Maradona nació el 30 de octubre de 1960, en Villa Fiorito, un barrio marginal de Buenos Aires, Argentina. Nace en el Policlínico Evita, de Lanús y es el quinto hijo, primer varón, de Diego Maradona y Dalma Salvadora Franco, conocida como la Tota. Se crió en un ambiente de extrema pobreza, jugando al fútbol con amigos, desde muy pequeño por los potreros y canchitas de la zona. Su primer equipo se llamaba Estrella Roja, fundado por su padre para que jugaran los chicos del barrio, ahí jugaba con sus amigos, entre ellos Gregorio Carrizo (el Goyo), su compañero en la escuela Remedios de Escalada de San Martín.

Goyo jugaba en las inferiores de Argentinos Juniors y un día se le ocurrió preguntarle a Diego si se animaba a probarse en el equipo, lo dudó un poco pero finalmente aceptó la idea. El Goyo lo encaró a Francis Cornejo, delegado de las divisiones inferiores y de reclutar pibes para Argentinos Juniors y le comentó que tenía un amigo que jugaba mejor que él. Se inició en el mundo del fútbol a los nueve años, en un equipo infantil, Los Cebollitas.

A los 15 años firmó con la primera división de Argentinos Juniors. Su carrera siguió en Boca Juniors, Barcelona, Nápoli, Newells y Boca Juniors nuevamente. Diego debutó en primera división oficialmente el 20 de octubre de 1976, ante Talleres de Córdoba. En Argentinos, jugó hasta 1981, habiéndose convertido en el goleador de los torneos Metropolitano del ´78, Metro ´79, Nacional ´79, Metro ´80 y Nacional del mismo año. Para ese entonces, toda la crítica futbolística apuntaba a ese joven que deleitaba al público con su habilidad «extraterrestre». Para 1980, ya habiendo jugado varios partidos en el seleccionado Argentino, Maradona ya era considerado el mejor jugador del mundo. En febrero de 1981, su pase a Boca Juniors, logra título metropolitano del 81 el único del Dié en el club de la Ribera. Boca no pudo retenerlo por problemas económicos, y Barcelona de España se lleva el jugador para que se les una luego del mundial que se jugaría en ese país.

España 82 mostró a un Maradona jugando a un nivel muy bajo, salvo con Hungría, lo que lo hizo acreedor de montón de críticas por parte de los medios argentinos, rápidamente dispuestos a matarlo ante cualquier eventualidad, costumbre que se repetiría hasta al hartazgo a lo largo de su historia. La etapa de Maradona en Barcelona es recordada como una gran decepción. Aunque lo cierto es que entre lesiones, una pequeña enfermedad y una dura sanción al crack le quedó muy poco tiempo para demostrar. En dos temporadas, al Diego le pasó prácticamente de todo. Y muy poco fue bueno.

El primer año vio lastrado su rendimiento a partir del mes de diciembre, cuando se le detectó una hepatitis que le apartó tres meses de los terrenos de juego. A pesar de la prolongada ausencia, Maradona marcó 11 goles en 20 partidos y consiguió con el Barça la Copa del Rey y la Copa de la Liga. En este último se vivió el mejor momento del Diez con los azulgrana, cuando el Santiago Bernabéu se rindió a su calidad tras marcar un precioso tanto. Pero su paso por la Ciudad Condal se resumen en un momento, en una fecha crucial para su futuro en el club azulgrana. Aquel 24 de septiembre de 1983, en su segunda temporada, el día en el que Goikoetxea le hizo una entrada criminal que terminó con una fractura en el tobillo izquierdo del Pelusa, la temporada de Maradona quedó marcada. «Me rompió todo», le dijo el argentino a Migueli en el momento de la entrada. «Sentí un fuerte golpe, fue un ruido como el de una madera que se rompía», recordaba más tarde.

Maradona se reencontró con Goikoetxea, y el Barça cayó por 1-0 ante el Athletic. La derrota y las duras entradas que había recibido durante todo el partido hicieron explotar al Dié, que inició una batalla campal recordada por todos. Esto desembocó en una sanción de tres meses que terminó sellando su boleto de salida. Napolés le esperaba con los brazos abiertos.

Que la estancia de Maradona en Nápoles iba a ser única quedó claro desde el primer día del Diez en el club italiano. Aquel 5 de julio de 1984, un estadio San Paolo repleto recibía con los brazos abiertos al que esperaban fuera su salvador. Comenzaba un idilio que duraría siete temporadas. Durante esos años el mundo disfrutaría de la mejor versión del ‘Pelusa’. Y también del inicio de su caída. En la primera temporada de la era Maradona, el Nápoles arrancó el campeonato mal pero se recuperó y abrió los ojos a los dirigentes del club: con el argentino en la plantilla, merecía la pena invertir para luchar por el Scudetto. Un año después, el Nápoles terminaba tercero y confirmaba su progresión.

El Mundial de México marcó un antes y un después en la carrera de Maradona, y el Nápoles, fue el gran beneficiado. Un histórico doblete (Liga y Copa), más la fórmula MaGiCa (Maradona, Giordano y Careca). El club italiano sumó dos subcampeonatos en el Calcio y conquistó su primer título internacional: la Copa de la UEFA. En la temporada 89-90, la penúltima de Maradona en Italia, el crack argentino volvía a mostrar el camino al Nápoles hacia su segundo Scudetto. Todo eran buenas noticias en el entorno del Diego: ganaba títulos, se sucedían los nacimientos de sus hijos y su estancia en Nápoles no podía ser más placentera.

Hasta aquel fatídico 17 de marzo de 1991. Tras las victoria por la mínima ante el Bari, Maradona realizaba un control antidopping y daba positivo por cocaína. La extensa sanción que le alejaba del césped durante quince meses provocó que Maradona se retirara de los focos durante una temporada para pensar qué hacer con su futuro. Más tarde se vería que éste estaba ya lejos de Italia.

De acá en adelante la carrera del Diego hay poco para destacar y la mayoría muy doloroso para todos. Sevilla, Newells, Boca de vuelta, hasta que se retiró en el 97. Su papel como DT es discreto, siendo uno bueno porque se trata de Maradona.

Falta recordar lo más glorioso. Desafectado en el 78, campeón juvenil en el 79, fracasando en el 82, llega Bilardo, quien optó por reconstruir la selección con jugadores que sólo jugaran en el país y Maradona se vio obligado a superar una larga travesía de tres años sin contar para la albiceleste. El ‘Pelusa’ regresó en mayo de 1985 en un amistoso y recuperó su sitio enseguida en la selección.

Un año después, Maradona se desquitaría de ese amargo sabor que le dejó su primer Mundial. Cinco goles durante el campeonato (uno a Italia y dos a Inglaterra y Bélgica) y actuaciones tan memorables como decisivas contribuyeron de manera notable a que Argentina levantara la Copa del Mundo. Lo haría precisamente el Diego en su condición de capitán. Maradona alcanzaba su cima futbolística.

…La va a tocar para Diego, ahí la tiene Maradona, lo marcan dos, pisa la pelota Maradona, arranca por la derecha el genio del fútbol mundial, y deja el tendal y va a tocar para Burruchaga… ¡Siempre Maradona! ¡Genio! ¡Genio! ¡Genio! Ta-ta-ta-ta-ta-ta… Goooooool… Gooooool… ¡Quiero llorar! ¡Dios santo, viva el fútbol! ¡Golaaaaaaazooooooo! ¡Diegooooooool! ¡Maradona! Es para llorar, perdónenme… Maradona, en corrida memorable, en la jugada de todos los tiempos… barrilete cósmico… ¿de qué planeta viniste? ¡Para dejar en el camino a tanto inglés! ¡Para que el país sea un puño apretado, gritando por Argentina!… Argentina 2 – Inglaterra 0… Diegol, Diegol, Diego Armando Maradona… Gracias Dios, por el fútbol, por Maradona, por estas lágrimas, por este Argentina 2 – Inglaterra 0…».

En el Mundial de Italia ’90 Maradona experimentó la dolorosa experiencia de perder una final de un Mundial y cuatro años después tuvo que abandonar su cuarto torneo de manera prematura. En Estados Unidos, Maradona marcaría su último gol en un Mundial ante Grecia ya que terminaría siendo expulsado del campeonato por su dopping en los días previos al partido con Nigeria. Igual, nada de esto empañaría su idolatría popular.

Repasar la carrera del más grande es imposible, porque uno quiere meter mil frases de él y videos y toda la sarasa, pero esperemos que terminen de completar sus mejores recuerdos de la misma en los comentarios del post.

Edición anteriores de los TOP TEN históricos:
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– Mediocampistas oefensivos